Te Conocí Cuando No Eras Nadie

6: Visitas de domingo

(Sue)

—Levántate. —una voz familiar me hizo salir de mi hermoso sueño. Gruñendo, abrí un ojo y vi mi mamá de brazos cruzados, mirándome enojada. ¿Hace cuanto estaba parada allí? Bueno, no importaba. Solo quería dormir por lo que, ignorándola por completo, me volteé dándole la espalda—. Es la tercera vez que vengo a despertarte y tú sigues aquí sin moverte.

Uy. Sonaba molesta. 

—Sí me moví. Ahora te estoy dando la espalda —me defendí.

Eso solo la hizo fastidiarse más, así que tomo las sabanas y las lanzó al suelo. Sentí el frio recorrer cada parte de mi cuerpo y el no poder hacer algo para evitarlo terminó fastidiándome a mi. Sin quitar mi mirada enojada, me senté en la cama, cruzándome de brazos. Primero que todo ¿qué hora era?

Le-van-ta-te —insistió.

Es do-min-go.

—No me interesa. Vendrá gente a almorzar.

—¿Y qué culpa tengo yo? —protesté. 

—Necesito que me ayudes con las cosas, Sue. Es importante. —bufé, desviando la mirada—. No me pongas esa cara, señorita. —me señaló—. Salte de esa cama o juro que te saco del pelo. 

—Delicada como siempre —murmuré. 

—Sue...

—Ya voy. Ya voy —me levanté con toda la pereza recorriendo mi ser, mientras me rascaba la cabeza. 

Mi estómago comenzó a rugir, pidiendo algo para comer por lo que, antes de si quiera pensar en vestirme, me fui a la cocina. Abrí el refrigerados y saqué un yogurt, aun media dormida. Le saqué la tapita lentamente y, mientras la lamía para ver la frase motivadora que traía, mis ojos dieron con el reloj que colgaba de una de las paredes. 

—¡Son las nueve de la mañana! —grité indignada justo cuando mamá entró en la cocina. 

—Es que hay mucho que hacer y tú eres media lenteja. —la observé con los ojos entrecerrados, sin humor alguno. 

—Que sepas que voy a poner la música a todo volumen y tendrás que soportar que las cante. 

—Mientras solo cantes y no te pongas a bailar.. 

—No arruines el buen humor que me da Dua Lipa y Harry Styles, Angela. 

—No me digas Angela y ponte a ordenar. 

—Me siento como Cenicienta. Soy Suecienta

—¿Cómo es posible que digas tantas locuras? Yo no soy así. 

—Joana sí. —sonreí, melancolicamente, mientras ella se iba—. Además es la falta de sueño. Si no me quieres escuchar, déjame dormir. 

—¡Muévete! —gritó desde el pasillo. 

Hice una enorme mueca mientras me terminaba mi yogurt y, una vez termine fui a mi cuarto quitarme mi pijama, pero antes de hacerlo, mi atención se desvió a mi celular. Quería ver si había algún mensaje de Nick o algún meme, pero no. Ni rastro de él en mis notificaciones. Quizás seguía durmiendo. Era temprano aún. 

Luego de ordenar mi pieza, escuchando mi música como quería y cantando hasta que aburriera a mamá, fui enviada a limpiar el baño. Lo hice, protestando. Mentalmente, claro. A la hora que me escuchaba haciéndolo en voz alta me lanzaba mi parlante por la cabeza. Era mejor mantenerlo en secreto. 

Al terminar, volví a revisar mi teléfono y nuevamente me llevé una enorme decepción al ver la sequía de mensajes. A excepción de un correo de una librería del centro que tenía ofertas y que le enseñaría a mamá más tarde por esto. 

¿Por qué me dolía tanto que Nick no me hablara? ¿Será que me acostumbré a sus mensajes demasiado pronto?

Suspiré, lanzándome en la cama, centrando mi mirada en las estrellas que estaban pegadas en el cielo. Mis padres las colocaron cuando era pequeña. 

Recuerdo borrosamente aquel día. 

Tenía 3 años y era domingo. La noche anterior había sido la primera vez que dormiría en mi sola en mi habitación. Lo intenté. En medio de la madrugada había llegado a la pieza de mis padres llorando porque todo estaba muy oscuro. 

Al otro día, fuimos al centro comercial y mi mamá vio unas estrellas que brillaban en la oscuridad, así que las compró, pensando que eso ayudaría a que pudiera soportar la oscuridad de mi cuarto. Y funcionó. Desde entonces, siempre me he quedado dormida mirándolas y cuando no puedo hacerlo, las cuento hasta que el sueño logra invadirme.

Aquel es uno de los pocos recuerdos que tengo de mi papá y la verdad, poco me acuerdo de su cara. Triste ¿No?

Mi teléfono sonó a mi lado y lo cogí rápidamente, esperando ver el nombre de Nick en la pantalla, pero no. Era el Universo poniéndome a prueba. Quiere ver que tan estúpida puedo llegar a ser.

De Hans Lange [11:00]: Hola.

De Sue [11:00]: ¿Qué?

De Hans Lange [11:00]: ¿Por qué siempre tienes que ser tan fría?

De Sue [11:00]: Porque así soy.

De Hans  Lange [11:01]: Antes no eras así.

Idiota. 

De Sue [11:01]: Tu lo dijiste: Antes. Las personas cambian, Hans.

De Sue [11:02]: Bueno, tu más que nadie debería saberlo.

De Hans Lange [11:02]: ¿Podemos juntarnos?

De Sue [11:02]: Hoy no. Tengo visitas.

De Hans Lange [11:02]: ¿Algún día podremos hablar o simplemente me seguirás diciendo que no puedes?

—¡Sue! ¡Ya llegaron! —gritó mamá, desde no sé dónde. 

—¡Voy!

Solté un agotado suspiro ¿Por qué tenía que invitar a su amiga? Lo único que quería era quedarme encerrada en mi cuarto viendo Friends, comiendo helado o quedarme recostada en la hamaca leyendo, Pero no. Mamá tenía invitados. 

No me malinterpreten, me encantaba la idea de que mamá tuviera una amiga. Me hacía feliz. Pero la parte que seguía enojada por haberse despertado a las nueve de la mañana para ordenar la casa, estaba molesta. Muy molesta.




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