Te Conocí Cuando No Eras Nadie

14: Paraíso West

(Sue)

Como siempre, estaba atrasada. 

Faltaban 15 minutos para que Nick pasara por mí y yo aún andaba con una toalla envuelta en el cuerpo y otra en la cabeza. 

Recorrí rápidamente toda mi habitación, buscando mi sostén negro que, al parecer había sido robado por algún duende. Me rendí luego de darme cuenta de que ya habían pasado unos minutos más. Si mamá estuviera en casa estaría retándome por haberme quedado pegada con el celular. 

Me coloqué un short que estaba sobre mi cama y, cuando intentaba pasar una camiseta por mi cabeza, quedando esta atorada con la toalla, escuché el sonido del timbre. 

—Mierda —murmuré, terminando de ponerme la camiseta. 

A paso rápido, salí de mi cuarto y caminé hacia la entrada. En cuanto abrí, me encontré con la azulada mirada de Nick, la cual comenzó a recorrerme de pies a cabeza. Sonrió con diversión. 

—¿Irás así?

—Claro que no. Ni loca. 

—A mi me gusta. —volteé los ojos y me hice a un lado para que entrara—. ¿Sabes? Tenía el presentimiento de que estabas atrasada.

—Lo siento. Se me pasó el tiempo volando. 

—Tranquila. Por eso te dije que vendría a esta hora. Aun tienes poco menos de una hora para que el cumpleaños de Madie empiece. Sabía que tendría que tendría que esperarte. 

—Eres un genio. —sonreí—. Dame unos minutos. —comencé a caminar de regreso a mi casa—. Si quieres puedes prender la tele o sacar algo del refrigerador. 

Luego de secarme el cabello y maquillarme lo necesario, continué con mi búsqueda del sostén. Necesitaba que fuera ese, porque era cómodo y era negro. No podía usar otro. Quizás me estaba tardando mucho en arreglarme, porque de repente Nick apareció en la entrada de mi cuarto. 

—¿Qué buscas debajo de la cama? —me apoyé sobre las rodillas y lo observé con una pequeña sonrisa. 

—Perdí mi brasier —admití. 

Soltó una carcajada y se dejó caer en la cama, sin quitarme la mirada de encima. Pasó sus manos por debajo de una de almohadas y, de inmediato su expresión cambio por una de confusión. Sacó mi sostén y lo miró con el ceño fruncido, mientras que yo sentía que mis mejillas se sonrojaban, en especial cuando noté que lo examinaba como si fuera la cosa más interesante del universo. 

—¿Será este, Risitas? —me acerqué a él e intenté quitárselo, pero el maldito fue más rápido y me impidió—. ¿No tienes uno que sea menos... ehm viejo?

—Sí, pero este me gusta. —volví a inclinarme para tomarlo—. Dámelo. 

—¿Te gusta que sea viejo? —me puse de pie y prácticamente me lancé sobre Nick. 

—¿Y qué? Nadie me lo va a ver —murmuré, alcanzándolo finalmente. 

Entonces fui consiente de que estaba literalmente sobre Nick y que nuestros rostro estaban a una distancia baste corta. Esto último lo comprobé cuando se me ocurrió la fantástica idea de mirarlo. Sus ojos azules me congelaron y no supe qué hacer. Sentí como su mano se colocaba en mi cintura y eso envió una corriente por todo mi cuerpo que me erizó la piel. 

Tragué saliva. 

—Yo lo estoy viendo. 

—Sí, pero porque eres un entrometido. —se mano en mi cintura me afirmó con un poco más de fuerza. 

Sonrió. 

Y con eso sentí que caí en un trance. 

Hasta que la burbuja se rompió, porque su celular comenzó a sonar desde la sala. Rápidamente, me quité de encima y coloqué la mayor distancia entre él y yo, mientras que Nick se levantaba y salía. 

Solté un suspiro cuando lo perdí de vista y cerré la puerta de inmediato para poder vestirme y, de paso olvidar cualquier cosa que hubiese pasado.

Cuando finalmente estuve lista, Nick acababa de terminar su llamada. Me regaló una de sus sonrisa en cuanto me vio y luego me guio hasta un auto que estaba estacionado afuera. Ni uno de los dos dijo algo mientras íbamos hacia su casa y, a pesar de lo de antes, este no era incómodo. Bueno, entre nosotros nunca lo eran. 

Con él sentía que podía hablar de todo y, a la vez nada y eso no sería raro, ni incómodo. Sentía cierta... libertad de ser yo con tranquilidad sin miedo a ser juzgada. 

Era una de las cosas que más me gustaban de Nick. 

Me bajé del auto en cuanto llegamos a su casa y esperé a que Nick llegara a mi lado para moverme. Admito que me daba un poco de vergüenza entrar así como así, por eso me colgué de él para hacerlo. Me guio hasta el jardín, mientras que yo admiraba lo que podía ver del interior de su casa. 

En el patio trasero vi cómo todo el lugar estaba hermosamente decorado con globos de diferentes tonalidades de morado y algunos dorados. Podía ver a algunas personas comiendo y conversando y, por su puesto a niños corriendo de un lado para otro, gritando y riendo. La cabellera rubia de Madie llamó mi atención de inmediato y, en cuanto clavé mis ojos en ella, la niña también notó mi presencia, por lo que dejó de lado su juego y salió corriendo a mi encuentro. 

—¡Feliz cumpleaños, Madie! —la envolví con mis brazos—. ¿Qué tal va la fiesta?

—Creí que no llegarías. —hizo un puchero que me sacó una sonrisa. 

—Es que es muy lenta cuando se arregla —respondió su hermano por mí y yo lo miré de malas, aunque tenía razón. 

—Me atrasé un poco, pero ya estoy aquí. —le enseñé la bolsa de regalo que traía en mis manos—. Y te traje algo. 

Lo tomó con bastante alegría y luego me tomó de la mano para arrastrarme hacia donde la señora West se encontraba ordenando unas bandejas. 

—¡Mami! ¡Llegó Sue! —la mujer se giró con una gran sonrisa y se limpió las manos con un delantal rosado que traía. 

—¡Sue, hola! —me dio un fuerte abrazo y yo le sonreí de vuelta. 

A lo mejor esta familia si se encariña demasiado rápido con las personas. Debe estar en la sangre. Eso explicaría todo. 

—Hola, Tara. Gracias por la invitación. 

—No agradezcas. —hizo un gesto con la mano, restándole importancia—. Madie estaba muy entusiasmada por que vinieras. 




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