Entramos al departamento que por cierto no es muy grande ni tan pequeño tiene el tamaño ideal para alguien que vive solo.
—Pediré pizza ¿Cuál prefieres? pepperoni, o doble queso.
—Pepperoni siempre, eso no se pregunta.
—Tenía mis dudas, si quieres puedes buscar alguna película. —Le pase el control remoto.
—Esta bien.
Entre a la cocina, tomé dos vasos y servilletas, agradezco que eligió la de pepperoni era mi favorita, veo que compartimos algunos gustos. Prepare la mesa del pequeño living improvisado y se siente junto a él.
—Es raro. —Dije observando la pantalla del televisor.
—¿Qué es raro? Que un desconocido esté en tu casa compartiendo contigo. —Me miró.
—Si, pero ahora te conozco un poco más.
—Te diré algo, lo raro es vida, me gusta lo extraño porque me hace sentir cosas que nunca experimente. —Dijo y siguió buscando alguna película.
A él le gusta lo raro y a mí me gusta él, pensé.
—¿Quieres ver Annabelle?, La están dando.
—¡NO! por si no te das cuenta vivo sola y duermo sola ¿entiendes? Me da miedo esas cosas luego no podré dormir en paz.
—Miedosa. —Rio
—Miedosa pero con orgullo. —Le dije elevando mi pecho. —¿Podemos ver alguna de Disney?.
—Lo que la dama desee.
Abrí mi boca para hablar pero el sonido del teléfono que comunica los departamentos me interrumpió.
—Debe ser la pizza. —Me levanté y cuando estaba por abrir la puerta para salir me detuve. —No robes nada, mira que se tu nombre. —Lo señale.
—Y yo que pensaba que ya me tenías confianza, me desilucionas. —Dijo tocándose su pecho dolido.
—JA-JA, es en serio. —Cerré la puerta antes de que pudiera decir algo y baje.
—¿Cuanto es?. —Pregunte al repartidor.
—3 dólares. —Se los entregué y tome la pizza.
Subí corriendo por las escaleras con cuidado de no tirarla, eso sí que sería una pena.
—Listo. —Tendi la pizza en la mesa y me dispuse a devorarla, estaba hambrienta.
—Hace cuanto no comes, pareces que no comiste en un año. —Sus ojos se achinaron y su hoyuelo apareció al sonreír. —Pense que ibas a ser toda una dama delicada, parece que me equivoqué. —Rio más fuerte siendo música para mis oídos.
—Al diablo la delicadeza, tengo hambre. —Tome otra porción y fue directo a mi boca.
Después de una excelente cena y película que por cierto pusimos la bella y la bestia, elección mía, levanté los vasos y los puse en el fregadero, después los limpiaria, arroje la caja al cesto de basura y tire las servilletas usadas.
Raimond se levantó del sofá y se estiró tiro su cuello hacia atrás y pude escuchar como sus huesos sonaron.
—No sabes mi apellido. —Hablo.
—¿Qué?.
—Dijiste que no robara nada porque sabes mi nombre pero no mi apellido.
—Y ¿cómo es?. —Pregunte curiosa.
—Larsson. —Raimond Larsson, me gusta no es muy común.
—El mío es Kempis. —Aunque no haya preguntado lo mismo le dije.
—Ya lo sabía. —Abrí mis ojos sorprendida cómo es que ya lo sabía si nunca se lo dije. —Ya es hora de irme. —Camino hasta la puerta pero lo detuve.
—¡Espera! ¿Que significa la nota que dejaste en la cafetería? Ya sabes, lo del infierno más grande. —Realmente esa nota daba vueltas en mi cabeza intentando saber a qué se refería pero me era imposible entenderlo.
Raimond sonrió de una manera que me puso los vellos de punta y se acercó de tal manera que ponía sentir su respiración, mi corazón se descontroló, mordí mi labio inferior ante los nervios, grave error, sus ojos estaban fijos en mis labios, pasó su lengua por los suyos para luego soltar un suspiro y tomar un mechón de mi cabello colocándolo detrás de mí oreja, posicionó su mano en mi mejilla levantando un poco más mi cabeza para mirar sus ojos mieles más de frente, acerco su rostro al mío que pensé iba a besarme pero solo dejo un cálido beso en mi cachete seguramente este todo roja, acarició con su dedo mi mejilla y habló.
—Ya pronto lo entenderás. —Dijo dejandl otro beso en mi mejilla alejándose, tomo el pomo de la puerta y la abrió, me miró por última vez y salió llevándose mis suspiros por detrás, todo lo que soñé alguna vez se está volviendo de alguna u otra manera realidad y eso me asusta, no sé cómo reaccionar ante tal chico de doble personalidad así como puede ser un encanto puede ser mi mayor perdición. Y no sé si estoy preparada para caer.
Mierda.
Este chico está sacando todo de mí y me da terror quedarme con un corazón roto en mis manos, no estoy lista para lidiar con eso, no esta vez.
Apague el televisor y lave los vasos.