Más tarde, esa noche, Eva llamó a su papá
— ¡Hola princesa! ¿Cómo estás?
— Muy bien papi. ¿Y ustedes?
— Extrañándote mucho.
— Yo también ¿Mami cómo está?
— Está aquí junto a mí, deja pongo el altavoz.
— ¡Hola Evita, hija!
— ¡Mami hola! Les tengo noticias.
— ¡Cuéntanos!
— Lolis dice que ya estoy lista para trabajar por mi cuenta. Así que creo que ya es hora de que regrese… Si es que me aceptan de nuevo en su casa.
— ¡Eso es maravilloso! — Dijo Mayra. — ¿Cuánto regresarías?
— En unos cuántos días más, antes quiero comprar material y enviarlo por mensajería, acá se consigue mucho más económico.
— ¿Necesitas dinero, cariño? — Preguntó Alberto.
— No papi, gracias, he estado ahorrando y creo que tengo suficiente, incluso para mi boleto de avión.
— Perfecto cariño, avísanos cuando llegas para irte a recoger al aeropuerto.
— Lo haré. Los quiero.
Una vez que terminó la llamada revisó su correo.
Cada día que pasa me siento más y más desesperado, ansío verte, escucharte, poder tocarte. El recuerdo de tus labios me persigue, tus dulces y suaves labios, y los pocos besos que pude robarte. Cada día muero un poco más al imaginar que es otro quien disfruta de tus besos. Y es algo en lo que odio pensar, porque me daña. Quisiera gritar, quisiera golpear algo, quisiera poder ir hasta donde estás y traerte de nuevo a mi lado. Pero te prometí que no lo haría. Incluso evito preguntar por ti. Porque, aunque deseo inmensamente que seas feliz en donde quiera que estés, me mataría saber que estás con alguien más y que es otro quien disfruta de tu boca. Esa boca que siempre pensé que sólo sería mía.
Te extraño mi amada Evi, siento que me estoy volviendo loco. Hoy es uno de esos días en que la desesperación me parte el alma y sólo me queda hundirme en el trabajo y arrastrarme a través de las horas. Mi vida no tiene sentido sin ti.
Llevo en el cuello el anillo que me devolviste. Todos los días lo miro y deseo volverlo a poner en tu mano. Mi Evi, mi dulce Evi. ¿Algún día terminará este dolor? ¿Algún día dejarás de castigarme? ¿Algún día podrás perdonarme? Te confieso que a veces quisiera olvidarte para poder salir de esta miseria, pero no puedo. Tu recuerdo está presente en cada instante de mi vida.
Te amo. Sé que nunca amaré a nadie más.
Eva se sorprendió mucho con la intensidad de este último correo y no pudo evitar sentirse un poco culpable ¿Lo estaba castigando? Quizá si lo había hecho al principio. Pero había necesitado ese espacio sin él. Había necesitado probarse a sí misma que podía llevar una vida sin él… y había fracasado miserablemente.
Había salido con Julián, había convivido con él e incluso había permitido que la besara un par de veces, pero nunca logró superar a Fernando. Las comparaciones eran odiosas, lo sabía, pero no podía evitarlas.
Julián era agradable, divertido y cariñoso, pero nunca la hizo sentir nada más que un cariño casi fraternal.
¿Amaba a Fernando? Si, ahora estaba segura. Él era su complemento, su ancla. Pero no quería una relación basada en el pasado. Quería un nuevo inicio, algo que les permitiera conocerse como adultos y no ese cariño impuesto cuando ella sólo había sido una niña.
Meditando en eso, apagó la computadora y se dispuso a dormir.
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Editado: 20.08.2020