Te regalo la luna y las estrellas

Capítulo 1

Era un lunes dos de febrero de 1983. Rosa, llena de nervios se dirigía a la universidad para comenzar a estudiar la carrera de sus sueños. La hermosa y tímida joven de origen letón, se preparaba para dar inicio a una nueva etapa en su vida: estudiar idiomas, para algún día cumplir su deseo de recorrer el mundo como sus padres alguna vez lo hicieron. La única diferencia es que ellos abordaron un barco para huir de Letonia, ya que las familias no estaban de acuerdo a su romance. Los señores Vasiljeva se establecieron en Colombia, allí poco a poco cambió su calidad de vida; se casaron, tuvieron hijos y vivieron plenamente.

Ese lunes, ese maravilloso lunes, Rosa buscaba el salón. Con el corazón latiendo a mil y frotando sus manos, caminaba hasta que pudo hallarlo. Automáticamente, un joven ancló su mirada en ella. Aquella jovencita castaña de diecinueve años había encantado a Rafael, quien sin pensarlo llegó hasta el lugar de Rosa y se presentó.

—Mucho gusto, mi nombre es Rafael Santamaría. ¿Y tú?

Rosa, tenía un cierto problema para socializar en aquel entonces. Llena de timidez, respondió a la pregunta de su compañero —Rosa. Me llamo Rosa Vasiljeva.

—Extraño apellido, pero muy elegante y exótico, ¿De dónde es?

—Letonia.

Rafael no ubicaba el país en el mapa, así que le pidió a Rosa que le explicara en donde estaba.

—Letonia está bañado por el mar báltico, entre Lituania y Estonia. Europa oriental para ser exacta.

—Debe ser duro dejar tu país, ¿No? — preguntó Rafael

—Soy colombiana, nací en Barranquilla.

—Pero, ¿Has visitado Letonia? Dime algo en el idioma que hablan allá — Rafael no paraba de preguntar sobre la cultura del país europeo.

—Mani sauc Rosa, prieks tevi redzēt — dijo Rosa sonriendo al ver la cara de asombro de su compañero.

Varios jóvenes no pudieron evitar escucharla, así que decidieron acercarse llenos de curiosidad. Luego de unos minutos, el profesor ingresó al salón y allí comenzó la odisea de presentarse en frente de los demás, cosa que Rosa odiaba. Así, minuto a minuto Rosa planeaba evitar hablar de su origen, pero, era evidente que su cara la delataría. Una de sus compañeras le preguntó si era de familia extranjera. Rafael intervino intempestivamente diciendo que eran letones.

—¿De dónde viene tu familia exactamente, Rosa? — preguntó el profesor.

—Mi familia paterna es de Riga, capital de Letonia, y mi familia materna viene de Rusia, una ciudad llamada Volgogrado.

—¡Wow! Entonces eres colombo-ruso-letona o algo así. ¡Interesante! ¿Cuál es tu segundo apellido? — volvió a preguntar el profesor.

—Karpova.

Rosa se sentía incómoda por las preguntas que hacían sus compañeros. Le decían que hablara en letón o ruso, y ella, sin peros, lo hacía, sabiendo que absolutamente nadie entendería una sola palabra en esos idiomas. Luego de permanecer por casi diez minutos de pie en frente de todos, aquella chica finalmente pudo tomar asiento. Rafael la miraba y sonreía tiernamente como muestra de amabilidad. Al terminar la jornada, varios jóvenes, tanto hombres como mujeres se acercaban a ella con el fin de buscar amistad. Rosa, no acostumbraba a estar tanto tiempo con la gente, pero ese día hizo un esfuerzo enorme ya que en el transcurso de su carrera tenía que lidiar con ello.

Los días pasaban y la agenda de Rosa comenzaba a llenarse. Debía cambiar su horario de dormir, incluso su hábito alimenticio con tal de no perder un solo minuto de estudio. Sus padres la veían con orgullo, ver que su última hija seguía el ejemplo de uno de sus hermanos, el joven Adrián, quien había estudiado ingeniería química en la misma universidad en la que estaba su hermana. El otro hijo de los Vasiljeva, Alfred, no quiso estudiar más después del bachillerato. Se dedicaba a hacer cosas poco productivas y le gustaba el trabajo fácil.

A mediados del semestre, Rosa podía expresarse con más confianza. Cuando conversaba con sus compañeros se sentía tranquila pues, sin haberlo notado, estaba superando su timidez.

Una mañana, la joven se encontraba en la biblioteca repasando con unos compañeros para el examen parcial. Fernanda y Patricia no comprendían muy bien la gramática francesa, así que le pidieron a Rosa que les explicara.

—Está bien, pero vamos a otro lugar. Busquemos un salón vacío para no hacer ruido aquí. — decía Rosa mientras lentamente se levantaba y recogía sus libros.  

Al salir de la biblioteca, las tres chicas se separaron del resto y buscaron un salón desocupado para estudiar. En ese momento llegó Rafael, quien se comportaba un poco extraño en presencia de Rosa. Eso era algo que la muchacha no notaba, pero los demás en la clase lo habían notado desde el primer día.

—Hola Rosa, ¿Tienes un minuto para hablar? — Preguntó Rafael

—Nos va a explicar un tema de gramática que no entendemos, no tardaremos mucho, si quieres espera por ella en el primer piso o en el pasillo. — Intervino Patricia un poco molesta ya que comenzaba a sentirse fastidiada por la persistencia de su compañero.

Rosa sintió algo de pena y le pidió a Rafael amablemente que la esperara en el pasillo. Éste se retiró y Rosa cerró la puerta mientras dirigía la mirada hacia su compañera. Luego de un corto silencio le dijo —Patty, me parece que fuiste un poco ruda con Rafa. ¿Te hizo algo? ¿Por qué le hablaste así?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.