Teach me to love (libro #1)

Capitulo 16

Cerró las palmas de las manos en puños cuando la llamada de repente terminó. Siempre esa chica lo llevaba a sus límites. Por mucho que trataba de contener la ira que se expulsaba, era imposible. Puso el celular en el bolsillo de su pantalón y luego clavó la mirada hacia el cansado Christian. Sonrió disfrutando el dolor que las cuerdas estaban causando en las muñecas de su víctima. Una víctima que sin duda le sería de gran ayuda, porque su pequeña ya no podría evitar el destino que estaba escrito. De ahora en adelante Lizbeth se vería obligada a encontrarse por primera vez con su señor, después de catorce años. Aunque la chica no quería hacerlo, cumpliría el trato si no quería ver a su ex escolta muerto en el sótano de la casa abandonada.

 

 

“Ya debería estar aquí, ¿Dónde demonios esta?” Murmuró dando tres pasos hacia delante de modo que quedo muy cerca de Christian.

 

 

Christian estaba herido ya que tras de haberlo secuestrado y llegar a casa antes que Liz, Mariano ordenó a sus dos guardaespaldas azotar al hombre, quien no podía defenderse.

 

El joven mafioso había conseguido engañarlos a todos. Lizbeth creía, al igual que Christian, que lograron esconderse de Mariano por el hecho de que se mudaron a otro país. Pero eso no fue exactamente lo que pasó. El mafioso, después de la huida de la pequeña cuando tenía seis años, había perdido su rastro, pero logró encontrarla nuevamente con la ayuda de sus hombres.

 

Sus guardaespaldas encontraron evidencias de que Lizbeth, de quince años, se había mudado y, sin pensarlo dos veces, entró en su jet privado y viajó a Grecia.

 

Sabía desde el principio donde la chica quedaba, pero decidió no reunirse con ella. Aunque necesitaba verla, aun no era el momento. E incluso cuando cumplió los dieciocho no fue a verla en la mansión Heat.

 

Tenía un plan y en sus planes no estaba agarrar a Liz por la fuerza, al menos no en ese momento. La observaba desde los quince años hasta ahora. Conocía cada paso, cada encuentro que tenía, cada uno de sus amigos, incluso la cercana relación con Nicholas Freezer.

 

Nicholas no debía aparecer, porque probablemente arruinaría sus planes. Podía controlar a Christian, pero a él no. Freezer sabia muchas cosas del mafioso y si confesaba, Liz lo odiaría.

 

 

“Voy a ver qué está pasando. Ustedes dos vigilen a nuestro visitante.” Ordenó a sus hombres.

 

 

Asintieron y después de que Mariano sacó el arma del bolsillo, subió las escaleras para llegar al segundo piso. Un grito salió de su garganta cuando encontró a su pequeña Liz desmayada en el suelo de madera. Guardó el arma de nuevo y a continuación, corrió hacia ella. Se arrodilló a su lado y la tomó en brazos. Había perdido el equilibrio a causa de él, seguramente sus palabras y acciones la han hecho perder la calma.

 

 

“Mi alma, abre los ojos.” Dijo acariciando su cabello. “Por favor, no me hagas esto, si te pasó algo por mi culpa, no me lo perdonaré.”

 

 

Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras buscaban persistentemente los suyos. Pero no se despertaba y él comenzó a ponerse ansioso. Inclinó la cabeza hacia adelante y ahí donde sus labios estaban lo suficientemente cerca para unirse con los de ella, permaneció inmóvil. No quería hacerlo mientras ella no tenía ni idea de lo que sucedería. Y era mejor no pensar en despertarla de esta manera. Lizbeth abrió lentamente los párpados, y cuando lo primero que vio fue a Mariano, comenzó a gritar y a golpear frenéticamente a su pecho. Él agarró las muñecas de sus manos y subiendo sobre su cuerpo, la inmovilizó.

 

 

“¡Aléjate de mí!” Subió el tono de su voz permaneciendo inmóvil, encarcelada bajo su cuerpo musculoso.

 

“Primero cálmate y luego veremos.” Durante unos segundos sus miradas lanzaban chispas, luchando entre sí.

 

“Déjame, no voy a escapar.” Susurró, sintiendo su aliento golpear su cara. Solamente sentía asco por él.

 

“Además, si tratas de hacerlo, no dudaré en lanzar un bala en la cabeza de Christian.” Dijo entre dientes e inmediatamente Liz asintió.

 

 

Mariano dejó sus manos libres y se puso de pie, alejando su cálido cuerpo que causo su toque. Tragó con dificultad teniendo constantemente su mirada conectada con la de ella, que le estaba diciendo que lo mataría en cualquier momento.

 

 

“¿Puedo ayudarte?” Preguntó, estirando su mano, pero Lizbeth negó con la cabeza.

 

 

Se dio cuenta de que su pequeña todavía lo odiaba.

 

¿Cómo no odiarme? La compre como si fuera un objeto sin alma. Pensó.



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En el texto hay: peligro, mafia, secretos

Editado: 28.09.2019

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