El constante y monótono sonido que producen mis botas de cuero al chocar con el frío y seco asfalto, me tranquiliza un poco.
Mis padres están locos al obligarme a trabajar. ¡ni siquiera soy mayor de edad!.
Dicen que soy un bueno para nada y que lo único que hago es jugar videojuegos, ver serie en netflix y dormir.
Bueno, admito que tienen razón, pero se supone que mi única obligación es estudiar, y mis calificaciones no son tan bajas, de hecho, soy sobresaliente en algunas materias como matemáticas y química. Siempre se me dieron bien las fórmulas complicadas y las ecuaciones complejas, la única razón por la cual papá me permite seguir utilizando mi consola de videojuegos.
Aunque sé que soy un poco holgazan con respecto a las labores de la casa y eso, esa no era una razón para que me metieran a trabajar de niñero.
Los niños pequeños me caen mal, en especial cuando se ponen a llorar, no los soporto. ¿y mi mamá espera que trabaje de niñero?, ¡está loca!.
Inconsientemente, ungruñido escapa de mis labios. A pesar de que soy consiente de que debería comenzar a ayudar en algo en la casa...
¡pum!
¿que fué eso?
Mis ojos curioso pero cautelosos se dirigieron a una esquina de la calle. La esquina menos iluminada.
Mi mirada se dirige hacia los contenedores de basura. Dos de ellos se encuentran de pie perfectamente acomodados, pero el otro no, el otro fué el que causó el ruido, lo causó al caer.
Pero un contenedor de basura no cae solo.
Un escalofrío recorrió mi espalda.
Alguien lo había tirado.
Había alguien más allí.
Antes que tuviera la posibilidad de salir corriendo o simplemente voltear hacia atrás, sentí un agarre en mi brazo.
Cuando voltee mi mirada hacia la derecha me quedé estupefacto.
Lo que ví no era una persona.
No era un humano.
Era una sombra. Solo una sombra que, en menos de un segundo, me hizo desaparecer de la faz de la tierra.
Para siempre.