Capítulo 9. Luces artificiales y memorias reales
Viajar de un lado a otro de la ciudad les costó mucho más de lo que esperaban, normalmente pasar por los bulevares principales o cruzar las avenidas y calles les tomaba menos de diez minutos, pero ahora, casi una hora y cuarenta minutos después de salir de Valles Blancos, seguían atascados en el tránsito. Aun cuando Aura y Marian habían tomado rutas menos concurridas ―lo más lejos posible de los comercios que milagrosamente seguían abiertos―, amabas militares se comunicaban por lo que para Tet seguía siendo una novedad: los vidrios de las puertas que se volvían pantallas traslucidas. Y el sonido dentro del auto que hacia parecer que la otra mujer e incluso los demás chicos se encontraban en el mismo auto. Por supuesto, Odori, Luis y Mili no estaban para nada sorprendidos por los milagros de la tecnología, y por eso mismo Tet prefirió ahorrarse cualquier comentario.
— Son casi las nueve ―decía Mili con tristeza, observando la hora en su teléfono celular que más parecía un pedazo de plástico rosa y amarillo―. Nos perderemos todo. No debieron cambiar el festival a Delta, ¡está muy lejos!
Odori palmeaba la espalda de su amiga, mientras que Luis rodaba los ojos ante los chillidos de su hermana. De última hora ―varios días atrás―, el lugar del Festival que por tradición se llevaba a cabo en el parque central de Namida —debido a los atentados a zonas neutrales en plena «Tregua»— había sido movido a los Cuarteles. Y en el caso de Namida al cuartel secundario de Delta que se encontraba en el actual centro de la ciudad. Aquello en un principio alzo mucho revuelo, pero tras aclararse que esa fue la única alternativa a la cancelación del evento, los reclamos de los ciudadanos se desvanecieron.
Tet no encontraba el problema, pero de nuevo se ahorró cualquier comentario que pudiera hacer con respecto al descontento colectivo.
— No te preocupes ―escuchó que le decía Aura una vez terminó la llamada con un toque en el vidrio, dejando éste nueva y completamente cristalino―. Lo repetirán mañana a las nueve de la mañana.
— Pero no es lo mismo ―chilló la chica con un tono tan agudo que Tet sintió taladrados sus odios y cerebro―. Lo bonito es ver las burbujas, los animales de papel y los juegos de sombras por la noche. En el día no es lo mismo.
Tet no tenía nada que argumentar; como él jamás asistió a un Festival de las Luces no entendía qué era aquello que Mili anhelaba tanto. En teoría lo sabía: por tradición en Las Nueve, el último día del año a las 9 de la noche se realizaba una especia de desfile ―mismo que no se explicaba cómo realizarían en un Cuartel por muy grande que fuera pues debería requería calles enteras―. En fin, por lo que sabía el desfile se constituía de juegos de luces (era obvio), animales hechos de papel como papalotes tan grandes que requerían varios hombres para mantenerlo a flote, y una pantalla gigante que representaba historias por medio de sombras. Tenía curiosidad por cómo se vería. No obstante, a diferencia de Mili; de día o de noche le era indiferente.
Finalmente llegaron al lugar de Delta, que al igual que Omega y Alfa poseía la misma estructura, con la diferencia de los toques en tonos dorados que hacían destacar el símbolo «D».
Les permitieron la entrada después de verificar la identidad de los militares y entregarle un pase a cada uno, con la indicación de que cada quien mantuviera el suyo. La gran explanada que usualmente era usada como zona de tránsito entre el edifico principal, los hangares y el resto de las áreas de entrenamiento ahora estaba dividida de modo que una parte fungía como estacionamiento, y la otra parecía una versión ampliada de lo que vio en el parque meses atrás: grandes juegos mecánicos, muchas tiendas y lo que desde donde estaban alcanzaban visualizar como un escenario iluminado por muchas luces de colores con personas bajando y otras subiendo de este. Un poco retirado de ese lugar estaba el área de comidas tan grande como todo en ese lugar, rodeado de puestos con mucha variedad. Se acercaron con lentitud pues Xelha tenía algunas dificultades para caminar, y aunque la familia les sugirió que se adelantaran, ir a paso lento les dio una vista excepcional del lugar en pleno.
El esfuerzo realizado por las Secciones de la Zona para ofrecer a los ciudadanos la oportunidad de disfrutar plenamente esa noche tan esperada era indiscutible, teniendo en cuenta que la primera opción fue la inminente cancelación considerando los eventos recientes que habían llegado a ensombrecer el júbilo en Namida. La labor era de admirarse.