Capítulo 17: Lucille.
Entorno los ojos mirando al intruso que ha llegado a mi casa, está muy peinado y muy arreglado como para una de sus visitas y hay algo raro en él, lo conozco.
— Entonces... — titubeo.
— Entonces... ¿Qué dijo Damien?
— Hemos hablado por mensajes, aunque solo me responde en las noches. — refunfuño y echo la cabeza hacia atrás.
— ¿Le has preguntado por qué solo te habla en las noches?
— ¡No. Has perdido la cabeza Nate! sería como estar interrogándolo. Demostraría desesperación por hablar con él.
— ¿Y no es así?
— Claro que no. — le lanzo una almohada. — No te pases de listillo conmigo. — El suelta una risotada y yo jalo de su patilla.
— ¿Por qué siempre eres tan agresiva conmigo?
— Te lo mereces por andar tan raro esta semana, ¿Qué traes entre manos? — Nate revolea los ojos y juega con un mechón de su cabello suelto. Lo conozco tan bien que sé cuándo está nervioso y oculta algo.
— ¿Es que siempre debo traer algo entre manos? — frunce el ceño.
— Suéltalo Nathaniel, no me obligues a abrirte la bocota de a poco. — abre y cierra la boca cruzándose de brazos.
— Ayer Deborah fue a mi casa.
— ¡Lo sabía! — grito subiéndome a la cama y le lanzo otro almohadón, sabía que la seguías viendo.
—En mi defensa, no sabía de ella desde hace varios meses. Pero ayer apareció, no seas mal pensada, nada pasó entre nosotros.
— ¿Entonces?
— entonces qué...
— No creo que sea eso lo que tiene tan mortificado. — Nate aprieta los dientes y se levanta de la cama recogiendo sus cosas.
— Ya es tarde Lulle y no hay nadie en casa. — Se acerca a mí y besa mi sien. — Que todo salga bien mañana, y si el tal Damien no queda enloquecido por ti es porque es un verdadero idiota.
— ¿En serio debes irte? Eres consciente que mis padres han hecho una habitación para ti.
— Es algo raro que aunque no seamos de la misma sangre, siempre me haya sentido parte de tu familia. Y por eso adoro a tus padres. Me dieron una hermana genial.
Sin poder evitarlo le doy un fuerte abrazo. — Te quiero troglodita.
— Y yo a ti musaraña. Nos vemos y ponte guapa, si tienen sexo me lo haces saber.
— ¡Nate! — él ríe fuerte y desaparece por la puerta.
Me dejo caer sobre el suave colchón de mi cama, mi cabello alborotado golpetea ligeramente mi rostro mientras pienso en Damien. ¿Qué está haciendo conmigo? Yo era más cuerda que esto.
(***)
Es un poco extraño afrontar lo que ha sucedido conmigo en esta última semana. ¿No les pasa que se les mete algo en la cabeza y no pueden dejar de pensar en ello? Bueno en mi caso no es un algo, es un alguien.
Tan raro como fue nuestro primer encuentro, así de rara me siento en estos momentos, no soy una niña, ni tampoco una adolescente, soy una mujer adulta que ha vivido muchas cosas y que sabe cómo actuar.
Entonces mírenme, parezco esta chiquilla hormonal y ansiosa porque lleguen las seis de la tarde para salir de casa y encontrarme con él. Por mi cabeza han pasado un millón de posibilidades, desde la más buena hasta la peor, en donde me deja plantada y regreso a casa con una gran desilusión. Supongo que nuestros mensajes recurrentes en la semana no fueron en vano, o al menos eso creo yo, Damien dijo que no volvería a desaparecer y hasta el momento lo está cumpliendo.
Teniendo en cuenta que no sé a dónde iremos tengo dudas de cómo debo ir vestida, la pantalla de mi móvil parpadea notificándome un mensaje. Lo abro y el estómago se me revuelca.
<Desconocido:
Te prometo un lugar único, que nunca antes has conocido. >
Sonrío y le respondo.
<Lucille:
No hablas de tu habitación ¿verdad? > me rio de mi propio chiste y espero su respuesta.
<Desconocido:
No, aunque no tengo problemas porque conozcas otros lugares desconocidos.
<Lucille:
Lo tendré en cuenta ahora que busco que ponerme.
<Desconocido:
Estoy seguro que así uses una bolsa de papas te verás hermosa. >
<Lucille:
Justo estaba alistando mi bolsa de papas. >
<Desconocido:
Jajaja, perfecta, te verás perfecta. >
Bloqueo el móvil y lo llevo al pecho, es un tonto, uno que está haciendo de mí un manojo de nervios. Me apresuro a llegar a mi habitación y busco algo en el guardarropa que pueda usar.
Después de horas vistiéndome y desvistiéndome, opté por unos jeans ajustados y un suéter color rojo con cuello tortuga. Hay algo de frizz en mi cabello que peino con un poquito de gel, me coloco mis botines negros y arremango los puños de mi suéter, el taxi ya espera por mí, coloco todo lo necesario en mi pequeño morral y bajo las escaleras a velocidad media.
Me cruzo con los chukis y me despido de ellos con un beso, mamá entorna los ojos hacia mí pero no dice nada. Salgo de casa en trompicones y corro hacia el auto abriendo la puerta trasera, mamá tenía razón, no hace tanto frio como otras noches, han limpiado las calles y no hay nieve que moleste. Lo único que no me gusta del invierno es que anochece muy rápido, a partir de las 4:30 de la tarde el cielo se vuelve oscuro aunque haya estrellas que iluminan mi camino, apego mí frente al vidrio de la ventana y dejo que la canción de la emisora suene.
La letra habla de un hilo rojo, de que dos personas están unidas por este, y que en algún momento de sus vidas van a encontrarse. Es extraño, más no imposible, supongo que es algo así como las almas gemelas, que cada ser sobrenatural está unido a un humano con quien compartir su vida. Nunca he pensado en la posibilidad de encontrar a mi otra alma, puede que la conozco como puede que no.
Aproximadamente veinte minutos más tarde he llegado, con cinco minutos de adelanto antes de la hora indicada, entro a un café y pido un chocolate caliente mientras le escribo un mensaje.