Tentando al ángel

Capítulo 1: La ruleta

Gira, gira y vuelve a girar. 

Una ruleta gigante e imponente se encuentra en el centro de toda la oscuridad. Es dorada, no tiene nada escrito en ella, tiene una flecha roja en uno de los extremos, cómo si hubiera algo que elegir cuando se detuviera. 

Es algo siniestra y no puedo evitar sentir un poco de miedo; me desconcentro y dejo de ver la ruleta para intentar verme a mí, no lo logro, me he convertido en nada

Me concentro y poco a poco mis extremidades van apareciendo de forma fantasmagórica, giro las palmas de mis manos varias veces hasta que me conformo con la claridad en la que me vislumbro, no puedo esforzarme mucho. 

De repente siento que giro en la oscuridad, la sensación es extraña y me mareo, algunas imágenes aparecen en forma de humo y corro hacía ellas. Fuego, tierra seca. No hay más. 

Escucho voces acercándose y giro con brusquedad, dos figuras de humo aparecen y me atraviesan dejándome sin aire, parecen dos hombres conversando, no identifico ni sus rostros ni sus voces, se escuchan con demasiado eco en mi cabeza.

—Estoy pensando que Lucifer se equivocó contigo y que tienes el coeficiente intelectual más bajo de toda la eternidad. ¿Te das cuenta de lo ridículo de esta situación? —le dice uno de ellos al otro. 

—Obsérvalos —escucho su voz en mi cabeza. 

Otra vez no, no por favor. Me suplico mentalmente que despierte. Esto es un sueño y los sueños deben acabarse, no puedo dejarme controlar por ellos, no más. 

Obsérvalos —repite, esta vez la voz se vuelve más demandante, tanto que me empieza a palpitar la cabeza, me la agarro con ambas manos y aprieto con fuerza, el dolor me está matando. 

— ¿Qué observo? —gruño desesperada, quiero que esto acabe pronto. 

—Es tu destino... 

—No te entiendo. 

Ambos chicos desaparecen y vuelvo a observar a lo lejos la ruleta. Me estoy asfixiando. 

—Evita tu destino. Evita tu destino. Evita tu destino —su voz empieza a subir de volumen en mi cabeza, tanto que se vuelven gritos desgarradores—. Evita tu destino. ¡Evítalo! 

— ¡Basta! —grito y me levanto de la cama. 

Mi pecho está agitado mientras todo mi cuerpo tiembla, miro a mi alrededor y me relajo un poco al encontrarme en mi habitación, alzo mis manos y mis ojos las detallan. Ya no soy nada. 

Miro la puerta y temo que mi grito haya despertado a alguien, cuando nadie entra en mi habitación me relajo y siento que al fin puedo respirar. Nadie puede enterarse de mis sueños, no después de todo lo que ha sucedido gracias a ellos. 

Mi madre ha intentado detenerlos de todas las formas posibles, y aunque a veces tengo varios periodos de tiempo en que puedo dejar de soñar y escuchar voces en mi cabeza, siempre regresan. 

Imágenes vagas y confusas azotan mi cabeza nuevamente, caigo de espaldas en mi cama y empiezo a retorcerme mientras el sudor empapa mis sabanas. Agarro una almohada y la coloco en mi cabeza, apretándola con fuerza para que acalle mis quejidos. 

—Adonis, debes cuidar tus palabras y mucho más tus pensamientos, no vaya a ser que Lucifer quiera entrar en tu cabeza —otra vez esa voz. 

—Tú sabes tan bien que yo que nuestras mentes están fuera del alcance de Lucifer, además, pase lo que pase no me uniré a ti Amón, deja de intentar reclutarme para tus retorcidos planes —dice la voz del otro chico, o eso pienso. 

—Esta es la séptima y última reunión de la ruleta infernal, el último reto para el último hijo —vuelve ella. 

— ¡Sal de mí cabeza! —lanzo un grito ahogado que me deja sin fuerzas—, por favor, no nos hagas esto de nuevo... 

—Emma —dice mi nombre—. Solo quiero protegerte... 

— ¡Saaaaalllll! —esta vez no me importa que me escuchen, grito con toda la energía que me queda, el dolor es insoportable y la carga pesada que siento en mi cuerpo me está matando. 

Veo una ráfaga de imágenes en mi cabeza y empiezo a gritar cada vez más fuerte, necesito que alguien me ayude, no puedo hacer esto sola. Generalmente olvido a los minutos todo lo que sueño, solo me deja un vago recuerdo que me enloquece siempre que intento acceder a él. 

—Emma —alguien me agarra del rostro y al abrir mis ojos veo el rostro de mi madre. 

Todo desaparece. Me concentro en ella y la paz me inunda, las imágenes cesan y empiezo a olvidar, empiezo a llorar de la frustración mientras mi madre me abraza con fuerza. 

—Emma, solo fue un sueño, un mal sueño, no te dejes controlar por ellos —su voz no suena a consuelo, más bien parece un regaño, pero no le presto atención—. ¿Hace cuánto? 

Sé a qué se refiere y hacerme la boba solo empeorará todo, puedo ocultarle algunos sucesos, pero otra cosa muy diferente es mentirle en la cara. Jamás podré hacerlo, ella tiene un imán de mentiras, con solo ver mi rostro sabe que las cosas no están bien. 

Soy un libro abierto. Desgraciadamente

—Mamá —susurro somnolienta, ni siquiera soy consciente de lo que diré, el cansancio me vence—. Ella... creo que ella me quiere advertir de algo... 




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