Tentando al ángel

Capítulo 3: Día 1: Lunes

Mi noche fue tan terrible como siempre, aunque lo positivo es que no me levanté gritando, así que puedo fingir que no pasó nada y así mi madre me dejará tranquila. No recuerdo nada de lo que soñé, pero sí sé que estaba asustada, confundida y demasiado triste. Lo peor es que cuando abría mis ojos sentía que había alguien en mi habitación, así que no sabía si era peor soñar o estar despierta.

Estoy volviéndome loca y paranoica, genial Emma.

Entro al baño, me desnudo y me meto a la ducha, no tengo tiempo para la bañera, si me meto quizás me quede dormida. Cuando el agua fría hace contacto con mi piel me estremezco, pero a los segundos me relajo. Me baño con rapidez y salgo de la ducha con una toalla enrollada en mi cuerpo.

Le paso la secadora a mi cabello, lo recojo, lo ajusto, le pongo una mantilla y termino colocándome hábilmente la peluca. Después me coloco un vestido azul grisáceo y complemento con unas sandalias que combinan con mi atuendo; para finalizar, con delicadeza introduzco los lentes de contacto en mis ojos mientras me miro en el espejo del baño.

—Genial Emma, ahora eres normal —le digo a mi reflejo.

Cuando luzco perfecta salgo del baño y le doy nuevamente un vistazo a mi vacía habitación, siento que hay algo o alguien aquí, observándome; pero niego con la cabeza para mí misma. No puedo iniciar con esto otra vez, nada de lo que vea o sienta es real.

Salgo de la habitación con rapidez; camino por el largo pasillo y bajo las escaleras para dirigirme al gran comedor. Mi madre está en su habitual puesto en la mesa y me dirijo a ella para darle un beso en la cabeza antes de sentarme a su lado.

Ella alza su rostro y me mira detenidamente de arriba a abajo.

—Un poco de maquillaje no te caería mal, tienes ojeras que se notan de aquí a marte —la miro sin ninguna expresión en mi rostro—, ok, haz lo que desees.

La verdad es que no, no puedo hacer lo que desee, pero gracias.

Una de las sirvientas me trae mi desayuno lleno de frutas y le doy una tímida sonrisa de agradecimiento, ella ni me mira, solo pone el plato en frente de mí y se marcha. Todas las sirvientas de la casa tienen prohibido tener cualquier tipo de relación conmigo.

— ¿Leonard no nos acompañará hoy? —pregunto con la boca llena de melón.

—Traga y luego habla —me regaña—. No gasté tanto dinero en tus clases de comportamiento para que no las pongas en práctica —enfatiza como si no me hubiese quedado claro ya.

Asiento y cierro mi boca concentrándome en masticar.

—Mandé a Leonard a hacerme unos favores, debe estar esperándote afuera para llevarte a clases —trago el bocado de fruta picada que tengo en mi boca, mi huida está lista.

—No lo haré esperar —me levanto con rapidez y salgo corriendo.

— ¡Emma Clare, no has terminado el desayuno! —la escucho gritar a mi espalda—. ¡Espero que hayas tomado tus medicinas!

Salgo de la casa y encuentro el auto negro blindado al frente de ella, con una sonrisa me subo en él.

—Hola —digo al entrar y mirar a Leonard. Mi bolso del instituto ya se encuentra en el auto como siempre.

—Hola Emma —Leonard sonríe al verme y empieza a conducir directo a mi instituto.

— ¿Por qué no nos acompañaste hoy? —le pregunto curiosa, ya se ha vuelto una costumbre verlo en la mesa todos los días y cuando no está me siento extraña, él es la única persona que me entiende y me hace sentir como alguien normal.

—Tenía trabajo —responde secamente y con profesionalidad.

A veces me cuesta sacarle palabras a Leonard; lo considero como parte de mi familia porque mi padre así lo hacía; él y Leonard eran mejores amigos de toda la vida. Mi padre le dio empleo como hombre de confianza de la familia, desde entonces él hace prácticamente todo, controla el servicio de la casa, ayuda a mi madre, y siempre se encarga de conducir.

Desde que murió mi padre, Leonard se convirtió en una persona muy importante para mí, siempre me ha cuidado y varias veces me ha defendido con mi madre cuando esta se pone demasiado estricta, y aunque mi madre lo odia a veces, nunca se atreve a correrlo, para ella él también es parte de la familia; aunque claro, Leonard nunca abusa de la confianza que le tenemos y la mayoría del tiempo es serio y me trata como a una jefa.

— ¿Cambiaron de personal otra vez? —ya sé la respuesta, pero quiero llenar el silencio abrumador, necesito conversar con alguien de cualquier cosa que me distraiga.

—A pedido de tu madre —responde—, sabes que es peligroso tener al mismo personal por mucho tiempo…

—Sí, sí —interrumpo, claro que lo sé, todo es por mí—, pueden descubrir mi aspecto vampirezco y quizás les chupe la sangre —bromeo.

Leonard suelta una risita, pero inmediatamente se pone serio; otra cosa que me une a Leonard es que él es la única persona sin contar a mí madre que me conoce tal como soy. Llegamos al aparcamiento del instituto y miro por la ventana a todos los estudiantes; logro observar a lo lejos las figuras de mis dos amigas en la entrada, esperándome como siempre.

Pego mi frente a la ventana oscura y suspiro, llegó la hora de actuar como la chica normal que nunca seré.

—Muchas gracias, Leonard —digo gentilmente, pero me rehúso a bajar del auto.

—Hay cosas peores que un día en el instituto —él siempre intenta hacerme sentir mejor, a veces no lo logra.

—Lo sé —cojo mi bolso y la cuelgo en mi hombro—, pero... cuando acabe el instituto vendrá la universidad, luego el trabajo y luego el resto de mi vida fingiendo ser la hija perfecta de Clarissa Clare.

—Vive un día a la vez y no te abrumes por el futuro, Emma.

—Vivir un día a la vez... —pienso en esas palabras ¿Acaso estoy viviendo? Me siento sola, miento sobre lo que soy, no puedo salir sola, no puedo hablar con personas que mi madre no apruebe, no puedo hacer nada...




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