Su vista viajaba por las palabras párrafo por párrafo. El bullicio que inundaba el tren era ignorado por su mente automáticamente. Tan centrado estaba en la novela de fantasía que no notó que habría tenido que bajarse hace unos nueve minutos.
Tuvo que forzar su agarre al tubo cuando el tren se detuvo. A esa hora el vagón estaba lleno, por lo que Sasha iba de pie. Una mujer comunicó por los altavoces que la llegada a la siguiente estación se retrasaría por unos minutos.
Sacha siguió leyendo hasta que su mente reaccionó en el nombre de la estación.
—Maldición.
Se había saltado su parada. Suspiró pesadamente y casi que dejo caer el libro. Trato de relajarse, no quería estresarse más de lo que ya había hecho en el transcurso del día. Pensó en que por más que habían dicho "unos minutos" tardaría una hora más o menos en finalmente llegar a su departamento.
A su mente llegó el recuerdo de Dessa, una dolorosa imagen de ella que no lograba sacar de su corazón, aunque ni siquiera lo había intentado ni tenía intenciones de hacerlo. Se la imagino sonriendo y diciéndole que se tranquilizará pues no tenía ningún apuro por terminar alguna tarea o un trabajo.
A Sacha le hubiera gustado aclararle que la falta de eso último era lo que lo tenía así, le hubiera encantado hablarle por horas de todo lo que había pasado en su vida desde la última vez que se habían visto.
Tal como solían hacer cuando aún estaban juntos.
No tenía que pensar en ella.
Volvió la vuelta a su libro. Una sonrisa amarga pintó su rostro. El protagonista era un imbécil, pero no podía negar que las acciones que aquel personaje estaba realizando llevaría a unos giros argumentales que...
No podía ocultarlo, amaba los libros.
Un hombre a su lado comenzó a tararear de manera molesta la canción que sonaba en sus audífonos. Sacha cambio de página. Una mujer tuvo un repentino ataque de tos y Sacha casi que pudo sentir la saliva en su piel. Releyó el mismo párrafo. Un niño al fondo del vagón comenzó a llorar mientras que su joven madre lo sacudía levemente mirando por la ventana desinteresada.
Sacha cerró el libro. Llegaba un momento en que su mente no lograba ignorar el molesto exterior y no se centraba en la historia.
Una ventaja de no estar trabajando. Podía tomarse el tiempo que él deseara en cada libro, disfrutarlo y no concentrarse en notar cada error o incoherencia de escritores amateours que por una u otra razón habían logrado atraer la atención de la editorial y pronto serían publicados.
No quería pensar en las desventajas.
Para cuando la voz de la mujer volvió a resonar en todo el vagón ya había transcurrido una media hora. Sacha esperó con fingida calma que el metro se detuviera en la siguiente estación, bajo en silencio y se dispuso a salir de la estación.
Caminaría hasta su departamento, supuso que tardaría unas dos horas si se apresuraba. No le molestó, no tenía nada que hacer realmente. Se puso sus audífonos y apresuró la marcha. Las personas y edificios cambiaban al ritmo de su paso y los cláxones de los autos eran apagados por la voz de Mat Kearney.
Llegó al edificio cuando el sol ya se había ocultado y la luz artificial era la que alumbraba el camino, entro antes de que iniciará una tormenta y observó a su alrededor.
Su apartamento se encontraba diferente a meses atrás, más vacío para ser específico. Shasha se había dado la tarea de vender algunas cosas en cuanto el dinero se había acabado, y aún lo seguía haciendo. También había cambiado la mayoría de cosas, vendió su televisor anterior para comprar uno más pequeño, aunque aún no veía el por qué tenía el aparato, si ya no tenía servicio de cable. Su internet también había sufrido de su irremediable recorte de presupuesto, teniendo ahora uno más lento. También había vendido algunos libros que él había editado y tenían una que otra dedicatoria de parte de los autores.
Sus paredes, pintadas de blanco y un naranja oscuro, habían perdido toda decoración.
Sacha colocó el libro que estaba leyendo actualmente sobre una pequeña repisa de libros que estaba a un lado de la puerta.
Su apartamento era pequeño, con un espacio medianamente grande donde dividía sala comedor y cocina, un baño y una habitación, por lo que se dirigió a la última con nada más que ánimos para dormir.
Sobre la cabecera de su cama, la cual estaba desordenada, se encontraban decenas de fotos instantáneas ordenadas de una manera impropia de él. Todas eran de él, distraído, leyendo algún libro, sonriendo o haciendo cualquier cosa.
No es que él fuer fanático a la fotografía ni mucho menos, ni siquiera tenía una cámara. Desa había sido quien profesaba su amor a la fotografía disparando su cámara instantánea en cualquier momento.
En el pequeño collage de la pared habían varios espacios vacíos. Ahí habían estado las fotos donde aparecía Desa.
Se lanzó sobre la cama. Ni siquiera eran las nueve de la noche, pero no tenía ánimos de nada más. Ya había abandonado la costumbre de cenar. Perdió la noción del tiempo desde que cerró sus ojos, sin embargo no conseguía consolidar el sueño.
Cuando estaba considerando la idea de retomar su lectura, el teléfono sonó. Hastiado, pero sin perder la esperanza de que su jefe hubiera reconsiderando la idea de recontratar lo y lo estuviese llamando, tomo su móvil, movió su dedo a través de la pantalla y lo llevó a su oído.
Tardo unos segundos en reaccionar que el timbre de llamada aún seguía sonando, y que no era el de su celular.
Alguien estaba llamando a la línea fija del departamento.
Sacha se levanto inmediatamente, una pequeña cantidad de adrenalina comenzó a recorrer su cuerpo.
Solo cuatro personas conocían ese número.
Casi corrió hasta estar frente al teléfono, pero a último momento dudo y la llamada se finalizó sin que él pudiera contestar.