Capítulo 9 [Parte 2]

Capítulo 9 [Parte 2]: Remi

Terminé de alistarme y tomé un bolso pequeño para guardar lo necesario, le dejé una nota a mamá sobre el mesón para hacerle saber que iría a la casa de Pierre, al revisar la ubicación en mi teléfono, agradecí que quedara relativamente cerca. Al salir, dejé la puerta asegurada e informé a los oficiales a donde iría, me pidieron la dirección por si llegaba a pasar algo y a regañadientes se las di.

En el camino procuré no estar tan paranoica revisando que nadie me siguiera o me estuviese espiando por alguna esquina, quería al menos un respiro y pasar una agradable tarde con mi amigo.

Cuando en mi GPS observé que se suponía que había llegado a mi destino, no oculte la sorpresa porque… Wow, mi amigo estaba cagado en plata. La imponente casa estilo victoriana se cernía sobre mí, aún me encontraba un poco descolocada por la gigantesca estructura, pero me recompuse rápidamente y toqué el timbre.

Una mujer que al parecer cruzaba los cincuenta me recibió.

—Usted debe ser la señorita Teresa, mucho gusto, soy la nana del joven Pierre —no me dio tiempo ni a responderle cuando ya se había acercado a darme un abrazado y un beso en la mejilla.

—El gusto es mío —respondí un poco tímida por el efusivo saludo.

—Pase, la estábamos esperando —asentí y me abrí paso dentro de la gran casa.

Por dentro tenía un aire más moderno, una gran sala con un gigantesco televisor de pantalla plana te hacía suspirar por lo cómodo que se sentiría pasar una noche allí viendo un montón de películas. Una escalera de caracol que daba a la segunda planta se llevaba la atención de todo el lugar, no podía quedarme a admirar cada cosa de la casa así que me incité a caminar mientras seguía a la nana de Pierre por un pequeño pasillo de paredes blancas con varias pinturas que de seguro eran igual de costosas que todo lo que se hallaba en esta casa. Cuando pasamos por los portarretratos familiares, sentí un nudo instalarse en mi garganta.

Una hermosa familia compuesta por una mujer castaña y de ojos miel, junto a un hombre de rasgos finos, cabello negro y profundos ojos verdes. La mujer cargaba en sus brazos a un niño de unos cinco años con el cabello castaño rizado, este tenía los ojos cerrados y una sonrisa bellísima. El hombre cargaba a una niña de la misma edad, pero su cabello era castaño lacio, sus ojos verdes resaltaban de su blanca piel y estaba sacando la lengua para la foto.

Su familia.

La nana de Pierre carraspeó y entonces salí de mi ensimismamiento, no me di cuenta que me había quedado viendo la foto como estúpida. Seguimos avanzando hasta que llegamos a un gran comedor con una mesa larguísima, del otro lado se encontraba la cocina, esta no era tan amplia como todo lo de la casa, pero me causó gracia encontrar a un Pierre con un delantal puesto y buscando yo que sé.

—Así que comeré de tus manos, espero no me envenenes —comenté y él se volteó asustado.

—Pequeña Sherlock Holmes, me asustaste —suspiró y colocó una mano en su pecho con dramatismo.

—Te dije que vendría —le dijo su nana y este se sonrojó.

Pierre se acercó y dejó un beso en mi mejilla, nos quedamos viendo durante unos segundos que luego resultaron un tanto incómodos.

Un olor a quemado y harina invadieron mis fosas nasales.

—¿Qué se quema? —pregunté y la cara de Pierre se convirtió en una mueca de horror.

—¡Las galletas! —gritó corriendo hacia el horno para apagarlo. Solté una sonora carcajada, sin duda alguna era un gran anfitrión.

La nana negó con la cabeza y me pidió que tomara asiento para poder ayudar a Pierre con el desastre que tenía en la cocina.

No tuve que esperar mucho ya que al instante aparecieron con la lasagna y las galletas tostadas. Me ofrecí para ayudar a traer los platos, pero me lo negaron alegando que era la invitada, ya cuando todos nos encontrábamos instalados en la mesa, comenzamos a degustar de la exquisita comida.

—Así que Pierre y tú son compañeros —se dirigía hacia mí la nana.

—Si, me hace mucha conversa, pero es una buena compañía —Pierre rodó los ojos y la señora soltó una risita.

—Siempre parlanchín, nunca cambia.

—Disculpe, ¿Cuál es su nombre? —le pregunté a la señora, ya que llevaba como media hora en esa casa y aún no sabía su nombre.

—Claudia.

—Bonito nombre.

—Y dime Teresa, ¿Este feo y tú están saliendo? —Pierre se atragantó con la comida y miró horrorizado a su nana. Me sonrojé.

—No, solo somos amigos —respondí por los dos y ella dibujó una mueca triste.

—Que pena, se ven tan tiernos juntos —me reí un poco y cambié el tema de conversación para evitar más momentos vergonzosos.

El almuerzo transcurrió de manera tranquila y divertida por los ocurrentes comentarios de Claudia, cuando acabamos me ofrecí a lavar los trastes y esta vez se me permitió, ya que lo rogué mucho. Mientras yo fregaba, Pierre enjuagaba y nos reímos mucho en ese rato, momentos así eran los que debíamos apreciar dentro de aquel tormento.

Claudia anunció que debía retirarse y Pierre me invitó a tomar asiento en uno de los blancos muebles de su gran sala. No quedamos en silencio un buen rato, ninguno de los dos sabía cómo iniciar la conversación.

—¿Y tus padres? —me atreví a preguntar y la expresión calmada de Pierre cambió por una de disgusto.

—Trabajando —espetó.

—Lo siento, no quería incomodarte —negó con la cabeza.

—Solo no me apetece hablar de eso… cuéntame ¿Cómo estás? —bufé.

—Esa es una pregunta muy difícil la verdad, estoy asustada, preocupada, angustiada, cansada y todo lo que termine en ada.

—No será… ¿Enamorada, tal vez? —solté una carcajada.

—No seas ridículo —él también sonrió, pero se le notaba un poco tenso.

—Teresa yo he querido preguntarte algo… el primer día que te conocí… yo vi algo.