—¿Mikkel? —Abro los ojos al verlo del brazo de su madre.
—¿Teresia? ¿Qué...? —La confusión se le marca en el rostro.
—¡Oh genial ya se conocen! —Sonia avanza y abraza a su cuñada con afectividad.
—¿Teresia eres la princesa noruega?—Mikkel se me acerca y me mira de cerca.
—¿Eres mi primo?—Alzo las cejas incrédula.
—¿Eres Teresia Stemberg? ¿Tú? —En su boca comienza a formarse una gran sonrisa.
—¿Eres... Eres un Veltem?
La sonrisa que se me forma debe ser la más grande desde hace días, me tiro a abrazarlo ignorando el dolor de mi cuerpo. Me fundo en el calor de su ropa, huele a dulces y colonia de hombre, huele a familia. Las lágrimas salen de mis ojos, lo presiono más fuerte. ¡Lo vi dos veces y no supe que era mi familia!
—No llores Tessia...—Se me separa y limpia mis lágrimas.
—Perdón, me emocioné yo... Yo nunca pensé tener...—Me largo a llorar y lo abrazo de nuevo.
Unos brazos se nos unen y me acomodo a abrazar a la tercera persona.
—Tía—Susurro.
—Sobrina—Tiene la voz suave pero suena algo... Triste.
Observo su mirada, es melancólica, sin vida. El oscuro cabello le cae delicadamente en los hombros, es mas pálida que su hijo y enormes ojeras enmarcan sus ojos.
—Qué hermoso encuentro.
Mi abuela y tía Sonia se secan las lágrimas, la reina nos invita a que tomemos asiento. Mi primo se sienta a mi lado, tomo su mano y la aprieto feliz.
—Sabía que conocía esos ojos—Me mira a los ojos y luego sube a mi frente—Sassa se pasó, después hablaré con ella, a veces...
—No importa, no duele.
—Mentirosa...—Murmura.
—Bueno duele poco—Sonrío—¿Ganaron?
Niega—No, ganó el equipo de Sten, como era de esperarse. Tu partido quedó inconcluso, así que no van a tener premio.
—Me pegó porque tenía miedo de que la deje en ridículo—Digo moviendo mi mano como si saludara con elegancia a una multitud.
—Yo digo que te ahorró la humillación, pero si tú quieres creer eso...
Le pego con suavidad en el brazo y ambos reímos a carcajadas. La confianza que tomamos con rapidez me hace sentir cómoda.
Traen la comida y me dedico a hablar con todos, la tía Marna me suelta muchos halagos, mi abuela le da advertencias a Mikkel sobre cuidarme en el colegio y Sonia charla de todo lo que puede.
—Mañana saldremos a las cuatro, hay entrenamiento de Eksepsjonell.
—No sé si soy uno aún.
—Tardan en darse sin entrenamiento, los míos vinieron a los tres años.
—¿Cuál es?—Llevo la comida a mi boca.
—Este—Comienza a mover los dedos mientras sopla aire y en su palma se va formando una especie de remolino. Me atraganto al verlo, Sonia se levanta y rápidamente la tengo a un lado dándome golpes en la espalda para calmarme.
—¡¿Eso es aire?!—Chillo cuando logro calmarme.
—Viento, puntualmente—Sonríe con orgullo.
—¡Abuela yo también quiero hacerlo!—Me quejo.
—Entrena y veremos Tessia, yo creo que serás poderosa.
Le saco la lengua a mi primo, siento que estoy recuperando el tiempo que perdí junto a ellos.
La cena transcurre entre risas, anécdotas y peleas con el rubio. El sentimiento de paz se instaló tanto que me relajo completamente. Para cuando sirven el té a las diez, estoy muy cansada y noto que los demás también.
—Fue muy agradable la noche, estoy feliz de haberte conocido al fin sobrina—Los dos invitados se levantan.
—Los acompañaremos—Dice mi abuela pero es interrumpida por su nieto.
No es su familia como tal, pero me dijeron que ellos frecuentan bastante, y mi abuela lo trató como un nieto desde que lo conoció.
—No abuela, hay periodistas fuera, no pueden ver a Tessia.
—Mickey tiene razón.
Con que Mickey. Suelto una risa y el rubio se pone colorado.
—Está bien, buenas noches tía Marna—Le doy un abrazo—Buenas noches Mickey—El tonto me niega el abrazo enojado.
—Vale...—Dice el diminutivo de mi segundo nombre.
—Rubio hueco.
Abre la boca—También eres rubia.
Niego—Pero yo soy inteligente.
—¡Yo también!—Se cruza de brazos en modo de berrinche—¡Tía!
—Basta Tessa—Me regañan.
Suspiro y esta vez nos abrazamos, se despide alegando que nos veremos en la escuela y todos se marchan.
Saludo a mi abuela y a Sonia antes de irme a mi habitación arrastrando los pies. Esta noche logré dormir en paz, casi sin despertarme por pesadillas.
(...)
Miro las calles a través del auto que me lleva al instituto. Ya no es como ayer, reconozco al menos dos rostros pálidos que llevan el uniforme escolar. Me acerco al destino y miro el espejo del conductor chequeando que la curita que me puse en la frente no se note mucho. Aprieto los labios enojada al ver que no es así, se ve horrible y aún no ha terminado de sanar.
—Tranquila Alteza, no opaca su belleza una simple bandita—El hombrecito sonríe.
Un escalofrío me recorre ante su cumplido, siempre que salía a pasear sola pasaban hombres en autos y me gritaban cosas que no eran de mi agrado, por un momento me quedo quieta sin reaccionar.
—Disculpe si la ofendí o incomodé Alteza...—El murmuro del señor me trae a la realidad.
—No se preocupe, gracias—Intento sonreír y olvido el tema.
Entramos en el terreno del colegio, hay muchos más estudiantes que hace calles atrás.
—Aquí está bien.
Bajo a metros de la entrada, varios autos van entrando y otros sólo dejan a los alumnos en las aceras. Aún no reconozco a nadie, camino entre medio de las personas y atravieso la enorme verja que nos recibe.Esta vez camino más tranquila, llegué al menos diez minutos antes por la emoción de ver a mi primo. Veo que pocos entran a los edificios, la mayoría se junta en un grupo y charla. ¿Sonará un timbre que avisa la hora de entrar? ¿O es también predicen cuándo tocará la campana? ¿¡Habrá una!? Elijo seguir mi camino directamente hacia la estructura amarilla antes de entrar en pánico.