Terrence (capítulos finales)

Capítulo 39 : Alguien más

Terry

Un nuevo día comenzaba y no cualquier día, el día. Trent y yo habíamos preparado todo para nuestra pequeña trampa amorosa para Ted y David.

—Entonces te toca cuidar a Teresa.

— Así es.

—Y quieres que te acompañe. 

—Sí, para no aburrirme.

Lo dudó un segundo—Está bien, iré, no tengo mucho que hacer—bingo.

—Perfecto, nos vamos a eso de las 4:00 pm. 

—¿Por qué tan tarde?

—La vamos a cuidar de noche, Joshuad tiene una cena importante.

—Bueno, está bien—dijo David cayendo en la trampa.

Le escribí a Trent para ver cómo iba. 

Lo convencí, en un rato salimos. ¿Tú qué tal?

Igual, cuando esté en el lugar te mando la dirección. 

Sonreí, me siento como cupido. 

 

David 

—Mamá voy a salir con Terry.

—Yo también voy a salir hoy, vuelvo en unos días. 

—Te vas otra vez.

—Sí, tengo trabajo.

—¿Te estás viendo con Papá? 

—Eso no te incumbe, hijo.

—Bueno.

—Por cierto, ¿cuándo le presentarás tu novia a tu padre? 

—No voy a involucrar a Sofía con un maltratador. 

—No hables así de tu padre.

—Siempre me dejas solo.

—Madura David, no es algo que no puedas soportar. 

—Hasta luego, madre—tomé las llaves y salí de mi casa.

Supongo que ya me había acostumbrado a no tener ningún soporte de las personas que me dieron la vida. 

Terry sonrió al verme, pero luego frunció el ceño.

—¿Qué pasa Bro? 

—Mamá se va otra vez.

—Pero acaba de llegar.

—Lo sé. 

—Bueno, no la necesitas, me tienes a mí—sonreí a boca cerrada—Pedí el Uber, Teresa nos está esperando. 

—Vamos. 

******

---Terry, ¿a dónde vamos? Este no es el camino a casa de Joshuad. 

—Es antojo.

—Terry—me miró.

Conocía esa cara, la impaciencia, el toqueteo de sus dedos, y la pequeña sonrisa que se asomaba en su rostro.

—¿Qué hiciste? 

—Es una sorpresa.

—Terry—reproché. 

—Te va a gustar, o al menos eso espero. 

 Me resigné, Terry siempre quiere buscar la manera de hacerme pasar un buen rato.

 

Terry

Llegamos, le pagué al uber y miré el carro de Ted estacionado, ya estaban aquí. Me volteé hacia David.

—Necesito que te vendes lo ojos—dije sacando la venda de mi bolsillo.

—Terry, ¿a dónde nos trajiste? 

Era un campo verde con una pequeña casa de madera muy colorida y un gran árbol al lado. 

—Te va a gustar, confía en mí. 

David me quitó la venda de la mano.

—Ese es el problema Terry, confío en ti más que en mí mismo—se puso la vendas en los ojos y suspiró---Por favor dime que no me hiciste una cita con un desconocido. 

Me puse detrás para guiarlo en el camino.

—No, con un desconocido no.

—Terry. 

—Solo quiero que seas feliz...con alguien. 

—Soy feliz contigo.

—Yo soy tu amigo, quiero que seas feliz de otra manera.

—Sí, mi amigo. 

Abrí la puerta de la casa y me encontré con Trent, le hice un signo de silencio y él me indicó por dónde seguir. 

—Terry hay alguien más aquí.

—Tranquilo, ¿cómo sabes?

—Lo siento. 

Llegué a la biblioteca y vi que Ted se encontraba viendo por la ventana.

—Disfruta la tarde bro. Te puedes quitar la venda—Cerré la puerta.

—Hola Turrón—me sobresalté.

—Dios Trent.

Cerró la puerta con llave—Listo 

—¿Ahora qué?

—Esperar, ¿quieres ir al patio? Traje una pelota. 

 

David

Me quité la venda de los ojos. Escuché la puerta cerrarse y miré a mi alrededor.

¿A dónde me ha traído este niño? 

—David—volteé hacia esa voz tan familiar que me mencionaba mi nombre.

—Ted, ¿qué hacemos aquí? 

—Nos han encerrado.

—¿Dónde estamos? 

—La casa abandona de mi abuela.

—Que miedo. 

—Tranquilo, mamá viene de vez en cuando. 

—¿Por qué estoy aquí?

—Quieren que hablemos.

—Supongo que tu eres mi cita, voy a matar a Terry.

—Tremenda cita más rara, ¿no?

—Lo voy a llamar.

—Espera—dijo Ted haciendo una ademan—Yo si quiero tener una cita contigo, quiero hablar. 

Lo miré —Hablar, ya hablamos Ted, todo está bien entre nosotros. 

—¿Alguna vez existió un nosotros? 

—¿A qué te refieres? 

—¿Qué fuimos David? 

—Éramos muy pequeños.

—Obviando eso. Nos quisimos. ¿Me querías?

—Sí, mucho Ted. Lo que sentía por ti no era amistad, lo sé.

—Pero nos arrebataron la oportunidad de entender mejor ese sentimiento. 

—Sí...Pero ya pasó, ya no somos esos niños.

—Me está diciendo que en tu corazón no hay una pizca de amor por mí. 

—Ted, fuiste mi primer amor en mi corazón siempre habrá amor por tí, solo que de una manera diferente. 

—Bueno... ¿te quieres sentar? Estaremos aquí un largo rato. 

Accedí y pude observar un poco mejor el lugar. 

Era una habitación estilo biblioteca, con dos grandes libreros uno al lado del otro y un piano al fondo, a mi derecha había un escritorio donde descansaba un mantel con un jarrón verde traslucido donde se podía notar el polvo acumulado, y a mi izquierda un juego de tres muebles en forma ovalada. La habitación era de manera y Ted hojeaba un libro al lado de la diminuta ventana que servía como foco de luz. 

Me acerqué a él —¿Qué estás leyendo? —pregunté.

—Realmente, no lo sé, es un libro de frases solo lo estoy hojeando para hacer la situación menos incómoda. 

—A ver—Ted me pasó el libro, leí la primera página que vi—. Eres las ganas más bonitas que tengo de no estar con nadie más. Sí, buena frase.




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