David
No me lo podía creer. Terry es bisexual.
—Me lo juras.
—No bromearía con algo así.
Sofía se quedó muda del otro lado de la línea.
—Así me quedé yo—dije en un torno burlesco para aligerar el shock.
—Me estás diciendo que al final de todo si tenías un chance, pero no terminó enamorándose de ti.
—Así es.
—¡¿Cómo diablos no?! —exclamó Sofía—Eres lindo, dulce, inteligente, su mejor amigo.
—Pero no soy su tipo.
—¿Entonces ninguno ganó? Ni contigo, ni conmigo, ni con Candy.
—Y gracias al cielo que tampoco con Trent.
—Me niego a aceptarlo.
Sonreí.
—Tontita.
No podía verla la cara, pero conociéndola estaba sonriendo del otro lado de la línea.
—¿Tú cómo has estado? —preguntó cambiando de tema.
Por un momento quise decirle la verdad, que cada día estaba doliendo respirar, que abrir los ojos y despertar en mi realidad me hacía querer seguir durmiendo, que andaba por la vida caminando en pena sin alma, que la muerte de mi tía me ha pegado fuerte, que no hay noche que no llore pensando en por qué ella y no yo, pensando en por qué las personas maravillosas se iban y las crueles se quedaban aquí. Pude decirle muchas cosas, pero no quería preocuparla.
—Estoy mejor.
—¿Seguro?
—Sí.
—Me alegro.
Seguimos hablando de cómo le iba con sus nuevas amigas, que aún le costaba un poco el idioma, pero que ha sabido adaptarse. Extrañaba su compañía y nuestro juego absurdo de quién conocía mejor a Terry, pero ahora que estamos lejos y Terry tiene un nuevo amor, sentía que esa etapa se cerraba.
—Cuídate mucho, ojitos, hablamos luego.
—Tu igual, Sofía, hasta luego.
Al cerrar volvía de nuevo el silencio, ese que dejó de ser cómodo y se volvió perturbador, aquel que me sumergía a lo profundo de mi mente y me dejaba a solas conmigo.
Respiré profundo y fui a la cocina a prepararme algo de comer, opté por unos macarrones con queso, ya que no tenía ganas de preparar algo muy elaborado.
Al rato llegó mamá.
—Hola, mamá —dije cuando la oí entrar a la cocina mientras lavaba el plato que había utilizado.
—David —respondió ella con un tono seco, apenas mirándome mientras se servía un vaso de agua.
—¿Cómo te fue en el trabajo? —pregunté intentando ser amable.
—Bien… ¿Y a ti en la escuela?
—Bien—me sequé las manos para salir de la cocina cuando su voz me detuvo.
—David.
—¿Sí?
—Estoy cansada… Esta no era la vida que yo quería—No entendía a que se debía su repentino desahogo, pero la dejé continuar— Yo quería tener una familia unida, tener más hijo, ser exitosa junto a tu padre y simplemente tuve que renunciar a todo eso por ti.
Ahí vamos otra vez.
—Cuando cumplas 18 quiero que te vayas de la casa.
Eso era nuevo.
—¿Me estás echando de la casa? —pregunté para confirmar.
—Tómalo como un aviso.
—¿Y a qué se debe esa decisión? ¿Te lo pidió Papá?
—Estoy cansada de ser responsable de ti, con el asuntito tuyo siempre dices “yo no lo decidí”, bueno pues yo tampoco decidí que fueras así, por lo que quiero alejarme—simple y cortante, queriendo deshacerse de mí como siempre.
Volví a respirar profundo, este tipo de conversaciones me tenían cansado.
—¿Así que todo es mi culpa? Tu infelicidad es mi culpa.
—¿Sabes la vida que hubiéramos tenido si no hubieras besado a ese niño? ¿Si te hubieras arrepentido?
—Arrepentido—su palabra favorita, la rabia subía por mi cuerpo y quería impactar mi cabeza con el umbral de la puerta, pero decidí hablar—¿Arrepentirme de qué? ¿De amar? ¿Qué clase de madre eres?
—Eso no es amor.
—Ni lo tuyo con mi padre tampoco.
—No metas a tu padre en eso—dijo como si fuera una amenaza.
—¿Por qué no? Él te convirtió en esto, una mujer sin sentimientos con odio en su corazón—respondí irritado.
—Eres un exagerado, tienes un techo donde vivir, una cama donde dormir, comida.
—Pero no tengo a mi mamá —sentí como mis ojos se llenaban de lágrimas y se me formaba un nudo en la garganta.
Mamá hizo una pausa larga—No quiero seguir viviendo con alguien que me recuerda constantemente cuánto he fallado como madre.
Me tragué como pude el nudo, no se merecía mis lágrimas.
—No puedes culparme por ser quien soy. No es algo que pueda cambiar —respondí, sintiendo la frustración arder en mi interior.
—Y ahí vas con que no puedes, no quieres que es diferente, y si sigues aquí tendrás que ser quien quiere ser lejos de aquí.
No tenía ganas de seguir discutiendo, no tenías fuerzas para hacerlo.
—Bien, así será.
Terry
El nuevo descubrimiento de mis sentimientos por Marcos me estaba haciendo ver las cosas de una forma diferente; aún estaba tratando de entender cómo ocurrió. No me sentía mal, al contrario: pensar en él y sentir el cosquilleo en el estómago, el rubor en mis mejillas y el palpitar de mi corazón me causaba mucha alegría. Me gusta un chico. ¡ME GUSTA UN CHICO!
Sonreí. Que loca es la vida, que lindo es estar vivo.
Los ladridos de chispitas me sacaron de mis pensamientos, así que decidí salir de la habitación y asomé mi cabeza por el umbral de las escaleras. Aquí no se acaban las sorpresas.
—Saludos, hermanito.
—Jessica.
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Editado: 16.11.2024