Era la medianoche, cuando un trío de jóvenes: Álvaro, Gabriela y José, estudiantes de medicina, por voluntad propia y con permiso del decano de la facultad, se quedaron dentro de la universidad, para ser más exactos, en el aula de anatomía donde llevan a cabo sus prácticas con cuerpos reales, humedecidos en formol para evitar su deterioro. Sin embargo, no tendrán ni idea, del horror que estarán por experimentar…
—tuvimos suerte de que el decano nos diera el permiso—expresó Gabriela, mientras entraban al aula de anatomía.
—sí, pero preferiría estar en mi cama, y no aquí, todo por culpa tuya José—replicó Álvaro haciendo una mueca de enojo.
—ya tranquilos, además, pague tu almuerzo así que no te quejes—dijo José, mientras sacaba un cuaderno pequeño y un lapicero del bolsillo de su guardapolvo.
—Álvaro, cualquiera puede olvidar traer el USB con la exposición, ya la profesora nos dio la oportunidad de presentarlo la próxima semana—dijo Gabriela.
—pero igual nos botó de la clase—renegó Álvaro.
—pues por eso pedimos el permiso, ¿no?, ya deja de joder—replicó José.
—ya ya, está bien, voy al baño—dijo Álvaro, mientras Gabriela y José se quedaron estudiando un brazo, que se encontraba en una de las muchas mesas del aula.
Aquella aula de anatomía se encontraba al final de un pasillo, mientras que el baño estaba al principio de este. Al llegar Álvaro al baño, se acercó a uno de los urinarios, se bajó el cierre de su pantalón y empezó a orinar, antes de que terminara, las luces empezaron a parpadear, provocando en él cierta intranquilidad.
—putas luces—maldijo Álvaro, subiendo el cierre de su pantalón.
Se acercó al lavadero, tomó un poco de jabón y se lavó las manos, pero de nuevo empezaron a parpadear las luces, al subir la mirada, viéndose en el espejo, observo detrás suyo una figura aterradora, quiso gritar, pero, su rostro fue impactado contra el espejo con fuerza, dejándolo tumbado sobre la losa fría.
—José, Álvaro está demorando, ¿no crees? —preguntó Gabriela.
—estará cagando, déjalo, ya vendrá—respondió José.
—¡qué asqueroso eres! —dijo Gabriela, haciendo un gesto de desagrado.
Las luces empezaron a parpadear en el aula, asustando a los jóvenes estudiantes, hasta que se apagaron por completo.
—¿Qué paso? —cuestionó Gabriela
—no lo sé, quizá está fallando el interruptor, iré a revisar—con la linterna de su celular José se acercó al interruptor del aula, ubicado cerca de la entrada.
Al prender las luces, quedó en shock, al observar como un cuerpo en estado de descomposición mordía con fuerza el cuello de Gabriela, logrando arrancársela de un tirón.
José quedó paralizado al ser testigo de tan salvaje escena, luego de unos segundos, de recuperar la razón, intentó salir, pero la puerta no se abría, solo le quedó observar como esa criatura, se comía por completo el cuerpo de su amiga, sin dejar rastros de sangre.
—me gusta tu cuerpo—dijo el ser, observando detenidamente a José
Las luces parpadearon por última vez, ocultando los pasos del ente, que llegó hasta José en escasos segundos, quién completamente aterrado, no podía hablar, ni moverse. Éste, con sus manos sin piel alguna, pudiéndose ver, los músculos y venas de la mano, lo tomó con fuerza del rostro, y comenzó a aspirar, desprendiendo del cuerpo de José su alma, en seguida un humillo negro, como la boca de una cueva al anochecer, salió del cuerpo en descomposición y se metió en el cuerpo de José.
Al amanecer, el encargado de limpieza, encontró a José desmayado en el centro del aula de anatomía, fue llevado de inmediato al tópico de la universidad. Al despertar, le preguntaron por sus amigos, Gabriela y Álvaro, a lo que él contestó, no recordar nada.
A día de hoy, sus amigos se encuentran desaparecidos, la única pista, era el vidrio roto del baño y un cuerpo en descomposición encontrado, pero no había sangre, ni algo que indicará algún atentado. José se retiró de la universidad, según su reporte, decía que no podía soportar estar sin sus amigos. Sin embargo, aquel cuerpo descompuesto hallado, era ahora usado para el estudio de los alumnos de medicina, pero siempre los estudiantes se quejaban de que, por momentos pareciera que podía mover sus ojos. Lo más probable, es que el alma de José quedara atrapada en ese cuerpo humedecido en formol, sin poder hacer nada, solo podía observar como otros alumnos y profesores usan su nuevo cuerpo, para el estudio de la anatomía humana.