Hace muchos años, en una noche oscura y tormentosa en Montevideo, una joven llamada Carolina caminaba sola por las calles desiertas de la ciudad. Había salido tarde de trabajar y estaba ansiosa por llegar a casa. Sin embargo, a medida que avanzaba por las solitarias calles, comenzó a sentir una extraña presencia que le helaba la sangre.
Carolina apretó el paso, intentando ignorar el escalofrío que recorría su espalda. Pero cuanto más caminaba, más fuerte se volvía la sensación de que alguien la seguía de cerca. De repente, escuchó un débil susurro que resonaba en sus oídos. Del miedo, decidió mirar atrás y allí, en medio de la niebla, divisó la figura de un hombre vestido de negro, con los ojos vacíos y un sombrero que cubría su rostro.
Sin pensarlo dos veces, Carolina comenzó a correr desesperadamente, intentando escapar de su perseguidor. Pero sin importar lo rápido que se moviera, el hombre de negro siempre estaba un paso detrás de ella. Cambió de dirección varias veces, guiada por el puro instinto de supervivencia, pero el desconocido parecía saber exactamente a dónde iba.
Finalmente, Carolina llegó a un callejón sin salida. El miedo la invadió por completo, con el corazón latiendo tan fuerte que pensó que le saldría del pecho. Miró angustiada alrededor, buscando una posible salida, cuando notó un pequeño nicho en la pared cerca de ella. Instintivamente, se metió en él, tratando de ocultarse.
En la soledad y la oscuridad de aquel estrecho refugio, Carolina respiraba con dificultad, tratando de no hacer ningún ruido que alertara al hombre de negro. El silencio era opresivo, pero el miedo le impedía moverse. Pasaron minutos interminables y finalmente, el sonido de pasos se alejó poco a poco.
Carolina salió cautelosamente de su escondite y se quedó inmóvil. Estaba segura de que ya no había nadie en la calle. Con el corazón en la mano, caminó rápidamente hasta su hogar. Durante días y noches siguientes, la imagen del hombre de negro se repetía en sus pesadillas, haciéndole cuestionar si realmente había escapado de él o si simplemente descansaba entre las sombras, esperando el momento adecuado para volver a su cacería.
El suceso se mantuvo en el olvido durante años, hasta que una noche se encontró en una reunión con amigos y comenzaron a contar historias de terror. Uno de ellos mencionó al hombre de negro, relatando experiencias similares a las de Carolina vividas en distintas partes de Montevideo. Inmediatamente, el rostro de Carolina empalideció y el terror volvió a apoderarse de su ser.
Desde aquel día, Carolina nunca volvió a caminar sola por la noche en Montevideo. Siempre mira por encima del hombro, asustada de que el hombre de negro regrese para completar lo que empezó. El misterio de su identidad y su verdadero propósito permanecen sin resolver en las calles de Montevideo, recordándole a todos que en las sombras siempre puede acechar el más oscuro de los horrores.
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Editado: 28.12.2023