Tesoros y Mentiras

Todo es confuso contigo

Confesaría locura, soledad, agonía y dolor. Confesaría todos los crímenes del mundo, exceptuando el amor.

La vida es un cuento lleno de mentiras y más mentiras,

Lleno de colores y más colores,

Felicidad y más felicidad, 

Tragedia y mucha, mucha tragedia,

Pienso que yo solo sé hablar de cosas tristes y estupideces que dan malas impresiones, pero es agradable ser como yo. 

Zuri estaba preocupada por Santiago, pues pasó todo el camino callado. Él generalmente era muy ruidoso, al punto de que era quien siempre le buscaba conversaciones para que el paseo se volviera más ameno, pero en ese momento estaba muy tranquilo. Zuri no era de mucho conversar y no estaba segura de que decirle para hacerlo hablar, por lo que se le ocurrió hacer algo impulsivo, que, si bien no lo hacía hablar de buena gana, lo haría de mal humor. 

Al llegar a la cueva se le escapó corriendo entre los oscuros pasillos del laberinto, haciendo que Santiago corriera tras ella para poder alcanzarla antes de que se perdiera. Sin embargo, Zuri no era lenta y darle alcance no resultaba tan sencillo. Por más que Santiago le pedía que parara, Zuri solo corría más rápido, cruzando por las esquinas y perdiéndose de vista por instantes. 

Hasta que finalmente se detuvo, pero no porque hubiese conseguido lo que quería, sino porque encontró al final de uno de los corredores una cueva hermosa, de techo abierto, dentro de la que estaba un estanque de agua salada, lleno de peces y ostras. Quedó anonadada y antes de notarlo sintió a Santiago abrazarla de la cintura y afincar la frente sobre su espalda un momento después. Estaba jadeando de tanto correr, pero de nuevo se quedó en silencio, sin embargo, no por la razón que Zuri creía. 

Santiago en realidad estaba feliz. Finalmente, pudo abrazarla, la tenía entre sus brazos y eso bastó para que olvidara que estaba enfadado. No quería que se fuera, pero no tenía el valor de pedirle que se quedara. Disfrutó el momento en silencio, mientras esperaba a respirar con calma, antes de soltarla suavemente, levantar la mirada y ponerse a su lado mirando a su alrededor.

—¿Por qué corriste? —interrogó cauteloso—. Ahora estamos perdidos.

—No estoy segura —confesó tomando un respiro—. Estabas actuando tan extraño, que pensé que me asesinarías en un descuido.

—¿Por qué te detuviste entonces? —preguntó confundido.

—Porque si daba un paso más, caería al agua —dijo señalando el estanque.

—Pero no te defendiste.

—Tú tampoco me atacaste —dijo con una sonrisa—. ¿Qué te sucede?

—Es muy confuso de explicar.

—Todo es confuso contigo —resopló girando los ojos—. Aún me debes la respuesta de otra pregunta. ¿Crees acaso que lo he olvidado?

—Esperaba que sí —confesó avergonzado mirando el estanque.

—¿A qué le temes, Santiago? —preguntó tajante—. Aquí solo estamos tú y yo.

—Le temo incluso a lo que tú puedas pensar —contestó lanzando un suspiro.

—Lo que yo opine, no te matará —aseguró indiferente.

—Lo que no me digas lo hará y estoy convencido, de que no me dirás todo lo que hayas considerado —explicó inmóvil—. En cualquier caso, no es significativo en lo absoluto. En este momento tenemos algo más importante en qué ocuparnos.

—¿Qué cosa?

—Cómo salir de aquí —dijo mirando a su alrededor.

—Regresando por el laberinto —concluyó Zuri indiferente—. No creo que exista otro camino.

—No puse atención a la ruta cuando corría tras de ti.

—No debe ser difícil regresar, los piratas también estuvieron aquí.

—¿Cómo lo sabes? —interrogó sorprendido.

—Hay joyas en el estanque —dijo señalando el agua—. Casi un tesoro completo.

Santiago se asomó entonces al borde del agua y se sorprendió de ver, que, de hecho, Zuri tenía razón. Varios tesoros reposaban en el fondo del estanque, pero no entendía por qué razón alguien habría lanzado eso allí. Miró con atención el estanque y creyó ver entre las piedras, por un mísero instante, a una criatura, que solo vio en los dibujos de los libros de historias de la biblioteca, no pudo evitar sonreírse, creyéndose un loco.

—Pero qué rayos —dijo Zuri sorprendida—. ¿Acaso enloquecieron?

—No lo creo, los piratas tenían costumbres extrañas, Zuri —respondió con una sonrisa—. Mi padre decía que a veces pagaban ofrendas a monstruos del mar. Ahora que lo pienso, debemos salir de aquí antes de que la marea suba, porque de seguro ese estanque crece mucho cuando eso pasa.

—Supongo que podemos regresar por el laberinto.

—Hay que intentarlo al menos.

Mientras caminaban entre las sombras, se llevaron la sorpresa, de qué varios de los caminos, llevaban a otras cuevas, algunas vacías y otras, usadas como escondites de los piratas. Marcaban cada vuelta para no repetir dos veces el mismo camino y dejaban señales que le indicarán si la cueva dejada atrás estaba vacía o utilizada. Habían pasado todo el día buscando la salida, y se percataron de que el tiempo se les estaba acabando, cuando el piso del laberinto comenzó a estar mojado y el agua, de a poco, comenzó a llegarles a las rodillas.



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En el texto hay: traicion, romance, muerte

Editado: 28.02.2022

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