Testigo Criminal

CAPÍTULO 16: Segunda Parte

ELIAS DANKWORTH

Lo primero que me encuentro al llegar al instituto municipal donde trabaja Isabella, es a un grupo de niños jugando a la peonza, corriendo de un lado a otro, riéndose de algún chiste malo...todos ajenos a a la realidad de la vida. Como si su compañera de clase nunca hubiera existido.

Por suerte, aparto esos pensamientos de mi mente en el instante que algo, o mejor dicho, alguien, impacta contra mis piernas. Retrocedo unos pasos para no perder el equilibrio y lo primero que veo al bajar la vista es un pequeño matorral de cabellera rubia. 

—¡Sarah, haz el favor de volver a clase!—oigo el ya familiar grito de mi hermana. ¿Estoy en casa sin saberlo?

La niña me mira con ojos de perrito herido y no duda en esconderse entre mis piernas como si fueran una cortina. De acuerdo, esto es lo más extraño que me ha pasado en la vida y estoy tentado a reír y hablar con la pequeña, pero veo a Isabella echando humo por las orejas, me lo pienso dos veces y opto por quedarme quieto.

—Te pareces a la niñera que tuvimos persiguiéndonos con pelos de loca.—bromeo sonriendo todo inocente alargando la mano con la intención de arreglarle la pelambrera, pero me la aparta de un manotazo.—Sip, y además con el mismo mal genio. ¿Qué te ha podido hacer esta preciosura?—me agacho para cargar a la niña e, inmediatamente, se me engancha al cuello y no me deja ir. Es entonces cuando me percato de lo que lleva puesto.

—Para tu información, no me parezco nada a esa niñera. Yo soy más guapa.—presume acomodándose el cabello sobre los hombros.—Y segundo, este pequeño diablillo no me quiere devolver la bufanda y es mía.—se queja apuntando a la niña con el dedo y esta solo se limita a encogerse más en la prenda.

—Esta bufanda no es...

—Sí, la de mamá.—me interrumpe sin dejarme terminar como si no fuera la gran cosa.

—Bella, no deberías arrastrarla de ese modo.—murmuro con expresión alarmada.—Sabes que ha padre no le gusta.—no sé en qué momento he bajado tanto la voz y he empezado a desenrollarle impaciente el pañuelo del cuello.

—Por favor, a papá le gusta ver que utilizo cosas de mamá.—resopla recogiendo la prenda de mis manos y colocársela pacientemente alrededor del cuello. Me produce nostalgia verlo, se la pone igual que mamá y, por unos segundos, la confundo con ella.—De todos modos, ¿que estás haciendo tu aquí? Se supone que deberías estar comprando la tarta para el día más importante del año.—chasquea la lengua poniendo los brazos en jarras.

—Tampoco exageres, no es más que Jack haciéndose viejo.—arrugo la nariz claramente jocoso ante semejante comentario.—Y para tu información, Bethany se ha ofrecido ha hacerlo por mí mientras te venía a buscar. Dios, ¿no puedes ser un pelín más agradecida?—suspiro elevando la vista al cielo.—Aunque sea un pelín.

—Deja que lo piense...—finge pensar tamborileando un dedo en la barbilla.—Mm, no. Y ahora suelta a la niña de una buena vez y vete a casa a cambiar de ropa. Yo debo pasar por un sitio primero.—debido a mi limitada movilidad, me esquiva y se encamina a la salida recolocándose la bufanda con gracia.

Antes de que desaparezca por la puerta, reacciono y deja a la niña asegurándome que no se va a ninguna parte y alcanzo a Isabella, la cual ya se ha enfundado las manos y recolocado la coleta.

—¿A dónde crees que vas?—la freno deteniéndola por el brazo.—No me has obligado a correr hasta aquí para que ahora me digas que tienes cosas que hacer primero.—no estoy del todo cabreado, aunque sí me siento inútil. 

Es como si todos me quisieran tener a su disposición para lo que les da la gana sin pensar en que yo también tengo una vida y después despacharme como un zapato viejo. No impongo autoridad, lo sé, pero creo que no merezco que se me trate con tanto devaneo.

—Tranquilo, Elias.—me sonríe tomándome por los brazos percibiendo mi inquietud.—Te he pedido que vinieras para que me dejaras en la parada de bus, nada más.—sí, nada más.

Noto como intenta liberarse de mi agarre, pero mi mano libre se mantiene firme en la suya, impidiéndole darse la vuelta.

—Y dónde se supone que vas cuando quedan menos de dos horas para el "evento más importante del año".—río sin una pizca de humor haciendo comillas imitando su tono y viendo como su expresión comprensiva se va endureciendo.

—Eso no es justo.—declara soltándome de golpe y cruzándose de brazos.—Y respondiendo a tu pregunta; lo siento, pero me ha surgido un imprevisto en el trabajo y debo ir.

Nos quedamos mirando fijamente. Es una pelea que no necesita palabras, es mi hermana mayor. Nos conocemos desde que nací del útero de nuestra madre y sé detectar a ciencia cierta cuando me está escondiendo cosas. Y ahora es una de esas veces.

—Definitivamente irás otro día. Ahora vamos a casa, preparamos todo y recemos por que a padre no le dé por aparecer más temprano.—sentencio sin dejar margen de discusión.

Si no quiere hablar ni con su propio hermano, yo tampoco le pondré las cosas fáciles. 

***
Cuando llegamos a casa, Bethany nos está esperando sentada en las escaleras del porche echa un ovillo y me apresuro a aparcar el coche.

—¡¿Que haces aquí fuera?! Te vas a enfermar.—la reprendo saliendo del coche corriendo hasta llegar a su lado y quitándome con prisas la chaqueta para tapar sus temblorosos hombros.

—P-pensé que n-no tardaríais t-tanto.—me sonríe tiernamente sin poder pronunciar palabra sin tiritar. Mi corazón se estruja desasosegado.

—Oh, ¡pero si hacéis linda pareja y todo!—ironiza arisca Isabella antes de pasar por nuestro lado sin prestarnos atención.

Tengo que apretar los dientes y cerrar los puños para no escupirle un mal comentario del que más adelante me pueda arrepentir, aunque de la mirada matadora no se libra.

—C-creo que la he h-hecho en-enfadar.—murmura cómo culpándose y eso me irrita todavía más.




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