ELIAS DANKWORTH
—Shh...si haces tanto ruido nos van a descubrir.—río en un murmullo aferrándome a sus hombros.
—No es mi culpa que este cuarto sea tan pequeño.—se queja Wade intentando no darle otra patada al cubo de la limpieza.
Debería estar trabajando, lo sé. Pero Wade se ha presentado en la empresa sin previo aviso y no nos hemos podido resistir.
Hace ya unos días que estamos intentando empezar una relación lo más normal posible, pero aún me cuesta dejarme llevar por miedo de lo que puedan pensar si nos ven juntos en público. Gracias a dios, Wade está teniendo mucha paciencia conmigo.
—Aún no me has dicho a qué se debe tu inesperada aunque agradable visita.—sonrío a escasos milímetros de su boca, conteniendo mis ganas de seguir besándolo.
—¿Acaso no puedo ver a mi novio?—cuestiona elevando una ceja a la vez que agarra mi cintura pegándome hacia él y haciéndome soltar un jadeo contenido.
Mi novio...se me hace tan raro escucharlo decir esa palabra, pero tremendamente bien. Creo que jamás me he sentido tan a gusto conmigo mismo y con mis emociones. Wade me hace sentir seguro, amado.
—Claro que puedes,—ronroneo depositándole un fugaz beso.—y más si me vas a alegrar el día de este modo.—lo vuelvo a besar, pero esta vez, cuando trata de volver a apartarme, una de sus manos se engancha en mi nuca y me devora los labios.
Suelto un pequeño gemido y no dudo ni un segundo en corresponderle. Nuestros labios se mueven frenéticos y nuestras lenguas se enroscan creando una combinación explosiva.
No dejamos nada dentro. Después de tanto tiempo reprimiéndonos y conformarnos con tan solo vernos de lejos, por fin hemos podido liberarnos de todas esas mascaras y ser nosotros mismos. Sentirnos como siempre hemos anhelado.
Mis manos se mueven instintivamente por todo su cuerpo y me falta tiempo para desabrocharle los botones de su gruesa camisa y acariciarle sus tersos pectorales. Debido a la impresión de mi tacto, jadea sobresaltado y me mira con las pupilas dilatadas.
—Si seguimos así, no seré capaz de contenerme.—tiembla atrapando los rizos de mi nuca entre sus dedos.
—¿Y quien ha dicho que quiero que te contengas?—lo provoco retándolo y dejándolo boquiabierto.
Muy lentamente y deleitándome con su cuerpo, paso mis ávidas manos por todo su abdomen hasta llegar a la cinturilla de sus pantalones, insinuantes. Lo que no me espero es que en un abrir y cerrar de ojos, me encuentre contra la pared con Wade abriéndome la camisa de un solo tirón y devorarme ferozmente el cuello.
Me muerdo con fuerza los labios y con la respiración desbocada, abro más las piernas para dejarlo explorarme y me siento a morir cuando, de forma seductora y sin detenerse, va descendiendo dejando húmedos besos por mi abdomen hasta llegar al límite del pantalón.
Pienso que se va a detener y sigo acariciando, drogado, sus rizos alborotados, sin embargo, esta vez no es su boca la que me hacer ver las estrellas, sino su nariz rozando mi miembro por encima la tela.
Ante la inesperada y delirante caricia, siento una abrumadora descarga por todo mi cuerpo y mis piernas reaccionan antes de que mi cerebro registre el gesto.
Me pierdo por completo en el mar de sensaciones y terminaciones nerviosas que nos dominan y, sin miramientos ni vergüenza, meto la mano dentro de su pantalón y le agarro con fuerza su miembro, provocando que Wade suelte un sonoro gemido y deje caer la cabeza hacia atrás.
—Joder...me vas a matar...—gimotea en mi oído estrechándome agitado.
—¡Hay que limpiarlo con una fregona o se quedará la marca!—se filtra una estruendosa voz a través de la puerta cerrada y tanto Wade como yo nos quedamos estáticos.
No hay cerrojo, por lo que en cualquier momento alguien puede entrar y como seamos descubiertos, estoy acabado. Mi respiración vuelve a alterarse y está vez no es de deseo, mis ojos empiezan a ir de un lado a otro, desesperado por encontrar una vía de escape y de inmediato retiro mis manos de su bóxer.
—Eh, eh, tranquilo.—me detiene Wade por el brazo al verme tan azorado.
No puedo evitarlo. Mis palabras se han quedado atoradas en medio la garganta y percibo las gotas de sudor bajándome por la frente. No, sabía que esto era mala idea. Puede que no haya sido buena elección dejar de tomar pastillas
—Nos va a descubrir y se lo dirá a todos sus compañeros.—balbuceo espantado mirando la puerta.—Se lo dirá a mi padre.—cada vez se oyen los pasas más claros y como padre se entere, estoy acabado.
Cuando escucho el picaporte girar y empiezo a ver el destello de luz filtrándose entre la puerta, cierro ls ojos inmediatamente y me hago cada vez más pequeño. Quiero desaparecer de aquí y acurrucarme contra la pared me parece la mejor opción, al menos en ese momento
—¡Lo siento mucho, señor!—exclama Wade adoptando un tono de voz completamente diferente al suyo.—Iba despistado intentando encontrar la tercera planta y no lo vi.—suelta una risita torpe.
Aún con el corazón acelerado, me lo quedo viendo con el ceño fruncido y este, haciendo caso omiso a mi desconcierto, saca un rollo de papel de entre los estantes y comienza a limpiar mi camisa ya limpia de por sí.
—Em...¿está todo en orden?—curiosea la voz desconocida desde la entrada viéndonos indeciso.
Intento hablar, pero estoy tan nervioso que si digo algo me va a salir alguna tontería o voy a empezar a ladrar excusas sin sentido que nos van a terminar delatando.
—¡Sí, sí!—sigue Wade centrado en su guión y sin apartar la vista de mi ropa, como si de verdad estuviera concentrado en quitar la mancha.—Es solo que sin querer he derramado mi café en la camisa del señor Dankworth y se ha quemado, pero está todo bajo control.
Agita la mano para restarle importancia ofreciéndole una fugaz sonrisa al hombre que estoy tentado a despedir, sin embargo, no parece captar la indirecta ya que vuelve su mirada insegura hacia mí a la espera de aprobación. Yo me limito a asentir, todavía aturdido.