Thalyss; El Ojo Del Abismo

Capítulo 9: La Luz y la Herida

El aire en el salón del palacio era espeso, como si las sombras del jardín hubieran seguido al grupo incluso allí.

Lyara yacía en una cama cubierta por sábanas de lino blanco, con el rostro pálido y gotas de sudor perlándole la frente. Su cabello castaño oscuro caía desordenado sobre la almohada, los reflejos cobrizos apagados por la penumbra.

Ashar estaba sentado junto a ella, con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza inclinada hacia el suelo. Sus dagas descansaban en la mesa cercana, pero su mirada no se apartaba de ella.

—Vamos, princesa —murmuró, apenas audible—. No te atrevas a dejarnos justo ahora… No me atrevas a dejarme.

En la esquina del cuarto, Gareth permanecía de pie, con los brazos cruzados y la mandíbula tensa. Erynn, sentada en una silla junto a la ventana, hojeaba un grimorio con las cejas fruncidas.

—Su cuerpo se está recuperando —dijo finalmente, sin levantar la vista—. Pero su mente… no sé dónde está ahora.

Los Sueños

En su inconsciencia, Lyara caminaba por las ruinas de su pueblo natal.

Las casas estaban reducidas a cenizas. Las calles, cubiertas de cuerpos conocidos. Los rostros de niños, ancianos, amigos… todos quemados, mirándola con ojos apagados.

—Esto es lo que soy —murmuró, con un nudo en la garganta—. Destrucción. Muerte.

El cielo se partió en dos y una figura familiar emergió: su madre, envuelta en luz tenue, caminando hacia ella con la misma dulzura de siempre.

Junto a ella, su padre, firme como una montaña, con los brazos cruzados pero los ojos llenos de amor.

—No —dijo su madre, colocando una mano sobre su mejilla—. Tú no eres destrucción.

—Eres la luz que quema lo que ya estaba podrido —añadió su padre—. El fuego que limpia.

—Pero… todos murieron —replicó ella, temblando—. Yo… los maté.

—No, hija —susurró su madre—. Los salvaste de algo peor.

—Y ahora —continuó su padre—, debes salvarte a ti misma.

Las figuras de sus padres se desvanecieron, dejando solo un resplandor cálido que se extendió a su alrededor. Cuando miró sus manos, ya no eran negras de ceniza, sino doradas.

Y por primera vez… respiró.

El Despertar

Ashar se sobresaltó cuando escuchó un susurro apenas perceptible.

—…Ashar…

Su nombre.

Levantó la vista y vio los párpados de Lyara temblar, sus labios formando una débil sonrisa.

—Estás aquí —murmuró ella, con la voz ronca.

Él se inclinó hacia ella, sin poder evitar que la vulnerabilidad se le escapara por la mirada. Sus manos se apoyaron en los bordes de la cama, como si temiera tocarla.

—Siempre —contestó, casi sin voz.

Ella intentó incorporarse, pero él puso una mano firme sobre su hombro.

—No tan rápido, princesa. Todavía no estás lista para pelear contra el mundo.

Ella dejó escapar una risa suave, cargada de cansancio.

—Y sin embargo, aquí estás tú… tan dispuesto a pelear por mí.

Él bajó la mirada, incapaz de sostener la intensidad de sus ojos, y sonrió con tristeza.

—Alguien tiene que hacerlo.

Hubo un silencio entre ellos, cargado de cosas no dichas. Por primera vez, Ashar dejó caer la máscara de sarcasmo y dureza; sus dedos rozaron suavemente la mano de Lyara, apenas un instante antes de apartarse.

Gareth observaba desde la puerta, con los labios apretados y los ojos clavados en el suelo.

Nuevos Aliados

Erynn se levantó al sentir un cosquilleo en el aire. Al abrir las puertas del salón, dos figuras se detuvieron en el umbral.

Uno era un joven de cabello plateado y ojos azules como el hielo, vestido con una armadura brillante. Su nombre era Cyras, un emisario del reino vecino, enviado para ayudar en la lucha contra el Ojo.

A su lado, una muchacha de piel oscura y ojos ámbar, llamada Nahlia, con una capa bordada de símbolos desconocidos y una vara que parecía tallada de hueso.

—Nos enviaron para proteger a la portadora —dijo Cyras, con voz grave.

—Y para asegurar que no… caiga en las manos equivocadas —añadió Nahlia, con una sonrisa misteriosa.

Ashar arqueó una ceja.

—Oh, estupendo. Más héroes.

Pero Lyara los miró con gratitud, aunque su cuerpo seguía débil.

—Bienvenidos —susurró—. Toda ayuda es bienvenida.

El Suspenso

Esa noche, mientras todos dormían o montaban guardia, Lyara se quedó despierta en la cama, mirando el techo. Su pecho ardía con la sensación del poder que había liberado, y aún no estaba segura si debía temerlo… o aceptarlo.

Se levantó y salió al balcón, envuelta en una capa. Ashar estaba allí, recostado contra la barandilla, con la mirada en el horizonte.

—No puedes dormir —dijo él, sin mirarla.

—No quiero soñar —respondió ella.

Ashar giró apenas la cabeza, y por primera vez ella vio algo vulnerable en sus ojos. No el carisma peligroso al que estaba acostumbrada… sino una herida abierta, como si la sola idea de perderla lo desarmara.

—Prométeme que, si alguna vez vuelves a… perderte —murmuró él—, me dejarás traerte de vuelta. Aunque tenga que arrastrarte.

Ella lo miró, con una mezcla de tristeza y ternura.

—No necesito promesas —dijo suavemente—. Solo que no me sueltes.

Él sonrió, pero su sonrisa fue triste, y cuando ella se apoyó un instante en su hombro, él no se movió, ni dijo nada. Solo cerró los ojos y dejó que ella se quedara allí.

El Final del Capítulo

De pronto, un cuerno sonó desde las murallas del palacio.

Erynn entró corriendo al salón.

—¡Algo se acerca! —gritó—. ¡El Ojo no ha terminado con nosotros!

Las luces del cielo se tornaron rojas, y un temblor recorrió la tierra. Desde las colinas cercanas, figuras gigantescas, de sombra y fuego, comenzaron a avanzar hacia el reino.

Ashar y Gareth intercambiaron una mirada, y ambos se pusieron en pie al instante.




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