Ophie
Cinco años más tarde
Todavía recuerdo como si hubiera sido ayer todo aquel dolor y la agonía por la que tuve que pasar. Primero con la pérdida de mis padre y todo la situación familiar, luego con la deslealtad y rompiendo de mi novio y mi mejor amiga. Y tiempo después cuando creí haber perdido a Mason para siempre. Jamás voy a olvidar el pánico, dolor y la repulsión de verlo con las manos de otra chica en él y sus brazos envueltos en la cintura de alguien más. Sin embargo, fue todo un malentendido. Algo que se arregló tan rápido como se ocasionó. Esas dos semanas separados me destruyeron lo suficiente para llevarme a cometer un grave error que hubiera terminado en tragedia si no fuera porque, nuevamente, Mason me salvo. Las semanas después de salir del hospital me sirvieron para recapacitar en lo que hice y para fortalecer nuestra relación. Nunca nos volvimos a pelear o separar desde entonces. Con toda la situación de la muerte de Marco esas semanas fueron caóticas, pero dejaron de ser sobre mis malas decisiones o nuestra pequeña pelea. Todo parecía haber ocurrido centenares atrás mientras entramos a la oficina en Mindigo donde el abogado leería el testamento.
La enfermedad de Marco fue algo sorpresivo, pero aún más sorpresivo por alguna razón, para mi, fue el hecho que ninguno de las dos personas presentes parecían afectadas por la noticia. Supongo que esperaba algo de dolor o malestar de parte de Mason o su madre, pero luego de todo lo que escuche sobre la relación de ambos con el hombre realmente no se porque esperaba algo diferente.
La pelea de Mason y su madre fue dolorosa de presenciar. Cuando Mason tomó la decisión de dejarle todo a su madre excepto Mindigo un gran orgullo y amor me lleno el interior hacia él. Después de eso su relación con su madre, sorpresivamente, mejoró lo suficiente para que en la actualidad una vez al mes su madre nos visite para cenar todos juntos.
Soy enviada nuevamente a la realidad cuando Russell abre la puerta de mi auto.
“Los vallet parking en realidad funcionan mucho mejor cuando bajas del auto y dejas que lo estacionen…”
Rodando mis ojos bajó del auto y golpeó su hombro con el mío al pasar en modo de broma. Lo escucho reírse mientras hago mi camino hacia las puertas de Mindigo.
Una vez a dentro todos los empleados que paso me saludan y me frenan para intercambiar unas palabras. Cuando finalmente llegó a la oficina, la que alguna vez perteneció a Marco, pero ahora pertenece a mi esposo. Si, esposo. Dos años después de la muerte de su padrastro, ambos obtuvimos nuestros respectivos diplomas en la universidad, su trabajo encargándose de Mindigo fue tan bueno que el restaurante subió dos estrellas desde entonces. Una noche mientras Mason se despedía del último empleado presente se acerco a mi lentamente y cuando estaba a solo medio metro de mi, se arrodillo y saco de su bolsillo una pequeña cajita. Dentro de ella estaba el anillo más hermoso y especial del mundo.
“Desde el primer día que te vi llamaste mi atención. Sabía que había algo distinto en vos, algo que me llamaba y que no me dejaba escapar sin importar cuánto quería hacerlo. Superaste todas mis barreras, derribaste todos mis muros, y te hiciste la dueña de mi corazón. Un corazón que hasta ese momento no sabía qué existencia, ya que nunca le di mucho uso. Y desde ese primer beso que te vi supe que nunca iba a encontrar a otra persona que me haga sentir como vos. No hay duda en mi alma de que lo nuestro es para siempre. Por eso, te pregunto… Me harías el honor de pasar el resto de tu vida conmigo?”
Para cuando terminó su discurso las lágrimas corrían incontrolablemente por mis ojos. Entre llantos le respondí que sí, y cinco meses más tarde en una pequeña ceremonia con solo nosotros y Russell como testigo, lo hicimos oficial.
En el presente, entró a su oficina y lo encuentro sentado en su silla con Anton, nuestro hijo de dos años en brazos, ambos se ríen de algo que estaban hablando antes de que entre, cuando Mason me ve señala con su dedo que guarde el secreto. Anton simula cerrar con un cierre su boca, y luego me mira con inocencia.
“Qué está pasando?”
“Nada” Dicen ambos al mismo tiempo.
Me acerco a ellos y tomó a Anton en brazos, luego de llenar su mejilla de besos, Mason me sienta en sus piernas y le doy un beso en los labios.
Anton comienza a contarme con su vocabulario de bebé todas las aventuras que hizo con su padre hoy mientras yo trabajaba en mi estudio personal de psicología con mis pacientes. Media hora más tarde mi hijo duerme en mis brazos y mi marido se acerca a mi oído y susurra
“Te amo.”
Con la más honesta sonrisa, llena de toda la alegría que siento en mi vida desde que lo conocí, le respondo. “Te amo.”