Parque O'Higgins se veía agradable gracias al tiempo soleado que había. Había centenares de gente hacia las cuatro de la tarde. Hacían picnics o parrilladas en los sectores destinados. Otros iban solamente a jugar con los niños. En cambio, otros se quedaban a pleno sol a esperar la noche; de los que eran muchos también.
Mateo conversaba con Pablo detrás del escenario sobre el show, el vocalista traía mucha confianza y se proponía a asegurar que les irá excelente. Mateo en cambio, tal como en todos los conciertos: Tenía nervios. Hoy su frente ya no le palpitaba ni botaba gotitas de sudor, aun así, traía un paño en el bolsillo derecho de sus shorts. El sol comenzaba a martillearle las cabezas. Pablo subió al escenario y se quedó charlando prolongadamente con el guitarrista de la banda telonera. Los Black Cards eran los segundos en presentarse, y para el cierre habría una batucada donde Felipe también participará.
Mateo se encontró solo allí, la sensación era extraña. Subió al escenario y se unió a la conversación con Pablo junto al guitarrista de la otra banda. El chico traía el pelo teñido en color plateado y se lo peinaba hacia el lado derecho, a su izquierda lo traía rapado. Llevaba puesto lentes de sol color purpura. Y vestía con una camisa color azul marino y pescadores color café claro. Le hablaba a Pablo acerca del Frente, y al saludar al recién unido no se molestó en reiterar la conversación. Los chicos no le entendieron nada sobre lo que dijo.
Mateo logró divisar una figura delgada y alta, de igual estatura que él; llevaba el pelo ondulado y algunas tiras le tapaban parte de la camisa en donde iban sus pechos. Era Camila, le sonreía y saludaba con la mano. Quedó atónito, no recordó nuca haberle dicho acerca de este día. Pero qué más da, dijo este. Bajó del escenario y fue a saludarla.
—¡Hey! —botó un suspiro acercársele.
—¡Hey! Estaba un poco más allá —apuntó hacia lo lejos, había una chica recostada en lo que parecía ser una manta—. Cuando te vi el escenario dije qué demonios hacías allí. Nunca me contaste que darías un concierto aquí.
—Sí. Hoy terminamos la Gira —soltó una carcajada llena de ironía. Ambos rieron.
—A qué hora tocas
—Diez en punto.
—Esperaré entonces.
—No te arrepentirás —y ambos se regalaron una sonrisa.
Lo que pasó hasta las nueve en punto de la noche no fue relevante, si quiera gracioso; solo rutina y terminación al escenario. Se veía magnífico y resplandeciente mientras se le veía alargado casi hasta los tres metros.
De las nueve en adelante comenzó la acción. Tocaba la banda del chico de cabello plateado que hablaba acerca del Frente, se llamaba Garden el grupo. Los cuatro esperaban detrás del escenario. Estaban sentados en el pasto y bebían de cervezas sin alcohol. Menuda mierda, repitió varias veces Pablo. Agustín dejó la lata en el pasto y empezó a afinar su bajo —darle cuerda, le gustaba decir—. Olvidé darle cuerda, mierda; dijo y los tres rieron. La voz de un tipo desconcertó a los cuatro, se había asomado desde el escenario. Era un negro bien robusto que de no haber sido por los focos que iluminaban gran parte del lugar hubieran sido atacados por un buen susto. Siguen ustedes, les dijo para largarse de inmediato. Se levantaron y dieron pequeños brincos hasta quedar junto al escalón de la parte trasera del escenario. ¿Estaban preparados? ¡Mierda, sí!
Diez en punto de la noche. Había tres mil personas presentes. Los focos que tendrían del techo bajan toda la potencia haciendo una vez más el acto del resplandor en todos ellos. La introducción de Start Me Up suena de improviso, los focos aun no encendían. ¿Parte del show? Sí. Vuelve Mateo a hacer sonar las cuerdas de su Les Paul y las luces se encienden de fugaces, dando giros en círculo, unas al escenario, otras al público. con movimientos frenéticos el público empieza a saltar. La ruda voz de Pablo los enloquece mucho más; Mateo tocaba como su estuviese poseído, postularía al próximo doble de Keith Richards solo por sus atléticos movimientos. El show seguía, tocaron Communication Breakdown; Tie Your Mother Down; Young Lust; y Voodoo Child. Llegó la parte definitiva para Felipe; había nada de ruido, a excepción de las agitadas respiraciones de los muchachos en el escenario. sólo susurros leves en el público. Todo se interrumpe con un golpe de tambores, sonaba Moby Dick, primero era Felipe con Mateo y Agustín, aunque solo los tendría menos de dos minutos allí, luego el show era todo suyo. Ocho minutos haciendo sonar la batería; la adrenalina y el placer le cubrían en un estado total. No miraba los tambores, sabía perfectamente en qué lado se encontraba cada uno, solo enfocaba al público. Recordaba cuando era niño, su padre le compró una batería para niños, le pareció extraño en ese entonces ya que él había pedido una bicicleta, pero no se enojó, para nada. Le pareció interesante y a la vez excitante descubrir lo que escondían esos tambores. Tocó por primera vez un instrumento, y desde ese momento nunca lo dejó de lado. En el paso del tiempo trabajó en una librería y con el dinero que ganó compró una batería de su tamaño. Se convirtió en un excelente baterista, tanto que siempre era invitado a eventos y en la escuela ayudaba a los alumnos que daban prueba en el ramo de música. Allí fue donde conoció a Pablo, era el que cantaba. Se hicieron amigos, él iba en tercero medio y Felipe en primero. Cuando salió de la escuela, al mes después fue invitado a casa de Mateo a demostrar que tan bueno era. Y era buenísimo. Llevó la batería y la dejó junto al cuarto de estar de su amigo, desde entonces nunca más se fue de ese lugar. Su papel estelar estaba a punto de terminar, de las sombras vuelven a aparecer Mateo junto a Agustín para darle fin a la canción. Al terminar, Felipe hace improvisar los tambores en un ritmo de cinco; Mateo magistralmente comienza a tocar Whole Lotta Love y el público enloquece, comienza a gritar y a saltar. El sonido de la Les Paul era grave y bajado de tonos, un sonido melancólico, pero contrariamente electrizante; la voz de Pablo le daba el tono perfecto del Hard Rock. Ya llevaban pasados de cuarenta minutos. Los focos bajaron la potencia de la luz que alumbraba el escenario y al público; se habían tomado una pausa. Mateo tomaba agua de botella; Pablo hacía igual de su propia botella. Agustín se sacó la polera ya que estaba completamente transpirada y se quedó a pecho desnudo. El público los alentaba a seguir tocando.