Para las personas había diferentes tipos de arte, eso estaba mas que sabido, el arte para algunos tenía diferentes significados, diferentes opiniones, diferentes sabores, pero lo que nunca cambiaba era el nombre que los definía, arte. Esta bien en el baile había variables tipos de danza, en el arte innumerables tipos de pinturas, la escritura, diferentes tipos de contenidos y la música distintos sonidos rítmicos, pero nunca cambiaba lo que eran, pues solo tenían un propósito. A mí, me encantaba la pintura, no sé si lo hacía porque era divertido o porque de alguna manera me hacia sentir fuera de los problemas que revolucionaba mi mente, pero de cualquier manera me hacia sentir viva, pues solo éramos el pincel, la hoja y yo, nadie más, lo que me hacía única en mi familia y eso me encantaba. No solo por el hecho de querer ser única he inigualable, si no de sentir que hacia una cosa propia y era mía, sin que alguien te quitara el mérito de mis acciones.
Pero también era una forma de salida al mundo real, así como en los libros, que nos desconectaban del mundo y nos hacían viajar a nuevas épocas, culturas, dimensiones o también nos dejaban enseñanzas, moralejas y nos entretenían, pero de alguna forma nos alejaban de los problemas de la vida. El arte por su lado es igual, claro en vez nos dejaban imágenes, pero en esa imagen transmitían más que mil palabras.
Mi forma de arte era diferente, lo mío digamos era como frustración ¿alguna vez se han sentido impotentes alguna vez en su vida? ¿nunca? Pues yo sí, varias de hecho y por lo que he visto sé que en algún momento no serás el macho alfa o la guerrera fuerte, si no todo lo contrario, te sentirás tan vulnerable y perdido que en algún momento explotaras y derribaras todo a tu paso, incluso llorarías por la carga de tu mente he insultarías hasta a el ser mas preciado por tu inconciencia de emociones. Normalmente uno se desquitaba desahogando sus penas con el alcohol, por supuesto yo no, mas bien yo hacia algo diferente, pintar, si eso. Creo que era mi forma de desquitarme con el mundo sin derramar lagrima alguna, sin ponerme tan ebria para que me echen de un bar y sin estropear cada mueble de mi casa. Claro cada tenia diferentes formas de liberarse, pero mi forma era relajarme, más bien mi propósito era ese cuando pintaban, no explotar por ningún motivo.
Cuando me sentía frustrada pintaba en la azotea, observando como el sol se ocultaba y los flamantes colores desaparecían poco a poco, convirtiéndose en oscuridad donde la luan estaba en lo mas alto, acompañada con las estrellas, las cuales por más resplandor tuviesen nunca opacaban a la luna. Hoy era diferente, no podía subir, los truenos retumban por toda la casa, los rayos cegaban a cualquiera con su potente luz y el agua inundaba las calles de Daverenux, dejando que las familias se refugiaran en sus casas y otros por inconsciencia se quedaran en las calles, mojados por la fuerte llovizna.
Como no podía subir por la llovizna, decidí quedarme en mi alcoba a mirar la fuerte lluvia que veía desde el viejo sillón bordo de mi abuela, donde cada gota se deslizaba por el vidrio del ventanal. No me quejaba para nada, ni siquiera cuando el trueno era tan potente que le daría miedo hasta a un niño de nueve años, pero a mí, que soy un casi especial, me gustaba. Era atrayente de cierto modo, uno muy singular.
No se en que momento empecé a dibujar, pero cuando vi las hojas de los árboles de un color verde opaco, detuve el pincel que se hallaba en mis manos. Eso es lo que no controlaba de mí, era como una ensoñación el dibujar, muchas veces no me daba cuenta que estaba dibujando, me perdía cuando veía algo que me inspiraba.
Lo vi por primera vez. Todo estaba pintado con colores siniestros y mortecinos. Casi todos por un negro apagado. Se podía apreciar las nubes grisáceas y las gotas oscuras como si fueran una lagrima, las calles inundadas y los múltiples desechos empujados por el agua hacia el puente de la salida del pueblo. Las personas que se refugiaban con lo que traían en mano. El agua caer cual cascada en el techo de las casas inglesas y los vidrios de las tiendas empapados por la humedad, se veía hermoso. Mi obra estaba terminada, pero aun así sentía que algo faltaba en ese cuadro, que algo no encajaba en la pintura. Podía haberlo hecho, pero no se sentía mío, no era yo.
Siempre era si, con mis obras podía desquitarme todo lo que quiera, podía desahogarme, pero no quitaba que lo hiciera, al menos no por completo, porque aun sentía esta opresión en el pecho que me decía que algo faltaba en mi vida, como si una pincelada en ella no fuera correcta, como si la pintura estuviera perfecta, pero vacía. Eso me mataba, me enfurecía.
Aplausos se hicieron resonar en la habitación. No me gire, solo me dedique a observar que faltaba en ella, saber el porqué, pero no llegaba la respuesta.
-Es hermosos, pero ¿no es un poco aterrador? – su dulce voz me envolvió.
- ¿Por qué? ¿te asusta? – me burle.
- Para nada.
Vi su sombra desde el rabillo del ojo. Suspire sosiego, ocultando una risa que se escaparía de mis labios. Sabia que mis pinturas eran así, pero aún se sorprendía con verlas. Algunas personas tienes reacciones diferentes al arte, ella con el mío era como aterrador.
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Editado: 26.07.2018