Era Lunes y el día comenzaba de nuevo. Emely se levantó, se ducho, arreglo, pero al ver su brazo seguía la herida hecha por aquella bestia.
Bajo y desayuno muy feliz (era como si la hubieran cambiando). Comió los más rápido, como siempre y salió rumbo a la estación.
El día iba súper bien para Emely después de regresar a clases. Estaba más cerca de Hanabi y Yuko y sus amigas no la habían molestado en horas, todo parecía perfecto.
A la hora del descanso Emely se encontraba sola comiendo en una de las mesas cuando alguien se puso frente a ella.
— ¿Puedo sentarme? — Dijo el chico.
— S-sí — Respondió tartamudeando.
Hanabi se sentó frente a una Emely que aún sentía esos nervios a pesar de estar más tiempo con él.
— ¿Por qué te encuentras sola? — Pregunto.
— No soy muy buena para hacer amigos — Respondió en un tono dulce.
— ¡Wow! Creí que éramos amigos — Dijo fingiendo tristeza.
— No, digo sí — Nerviosa.
— Tranquila estoy jugando — Respondió.
Emely se sonrojó y oculto su rostro en un libro. Hanabi sentía algo que lo hacia querer estar siempre con aquella chica y no dejarla nunca, pero creí que era muy precipitado decir esas cosas.
Desde la azotea Yuko miraba con odio aquella escena, era un odio que le hacía sacar fuego por sus ojos.
— No entiendo porqué te pones así si tú y él terminaron — Menciono una de las chicas.
— Él es mío Iriko. ¡Mío! — Respondió con un poco de agresividad.
— Entonces... ¡Yuko está celosa! ¡Yuko está celosa! — Dijo cantando la peliroja.
— ¡Cállate Nahomi! — Grito Yuko mientras golpeaba la cabeza de Nahomi.
Iriko sólo reía sin parar. Acto seguido Nahomi e Iriko empezaron a pelear entre ellas.
— Se comportan como niñas pequeñas — Susurro para si misma la rubia.
Casi acaba el descanso y Yuko no soportaba más los celos así que bajo de la azotea y se dirigió a donde estaba Hanabi y Emely.
— Hola perrita — Dijo la rubia.
— ¿Qué quieres Yuko? — Respondió rápido Hanabi mientras se ponía delante de Emely.
— Contigo nada pequeño, pero con ella — Dijo con furia.
— No dejaré que le hagas daño — Exclamó Hanabi.
— Sólo porque tú la estás defendiendo — Dijo mientras enrollaba su cabello entre sus dedos — Pero en la noche nos vemos de nuevo en el mismo lugar a las 11 — Agregó sonriente.
Yuko junto a su amigas dejaron a la pequeña Emely que su día azul se había vuelto gris y triste.
— ¿Te encuentras bien? — Dijo Hanabi mientras la tomaba del hombro.
— Sí — Mintiendo para que Hanabi no se preocupara más — Debo ir a clases — Agrego.
— E-Emely — Murmuró Hanabi.
Al llegar la noche Emely espero a que su abuela se durmiera para poder escaparse. Salió por la ventana y corrió hasta la estación del tren, después tomo el metro hasta la estación de Shibuya.
Al llegar al distrito de Shibuya Emely se espero en el cruce que todavía era muy transitado hasta que recibió un mensaje.
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Yuko: Camina hasta el primer callejón.
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Emely hizo caso a la instrucción. Al llegar al callejón no había señales de las tres, es más, no había señales de nadie. Pero de repente dos hombres salieron de la nada y la sujetaron con fuerza.
— ¡Déjenme! — Grito.
Desde el fondo del callejón, de la oscuridad salieron Yuko y sus amigas riéndose.
— ¿Qué es esto Yuko? — Pregunto Emely.
— Dije que nos ibas a conseguir dinero — Respondió Yuko con esa sonrisa llena de maldad.
— ¡Estás loca! — Grito Emely.
— Gracias por el halago — Respondió con sarcasmo.
— ¿Y cómo piensas obtener dinero? — Cuestionó.
— ¡Ay, ay! ¿Qué aún no lo entiendes? Ya hiciste que lo consiguiera — Respondió mientras mostraba varios billetes.
— Eres una maldita — Dijo con dificultad.
La fatiga en Emely ya era evidente, pero aún así intentaba forcejear para poder escapar de esos dos tipos.
— Dime algo. ¿Eres virgen Emely? — Hizo una pausa — ¡Qué pregunta! Claro que lo eres — Respondió con malicia.
— ¿Qué tienes pensado hacer? — Pregunta asustada.
— No es obvio, estos dos hombres te ayudarán a dejar de serlo y a cambio tú les darás placer — Le respondió la rubia.
— ¡Tú no puedes hacer esto! — Grito con todas sus fuerzas.
— Claro que puedo. Tú eres mí títere y te manejo como quiera así que... señores es toda suya — Dijo Yuko.
El tiempo se detuvo y fue cuando todo desapareció y volvió a estar sola. Entonces lo miro, era aquel monstruo que se encontraba frente a ella, mirando a sus ojos.
— ¡Qué es lo que quieres! ¡Qué! — Gritaba.
Todo volvió a la normalidad, pero Emely seguía en un pequeño shock.
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Editado: 25.06.2020