En lo más escondido del mundo se encontraba un enorme castillo lleno de oscuridad, rodeado por un mar de lava. Dentro se encontraba un ser con la forma de un humano que llevaba una túnica y una capucha para ocultar su rostro sentado en un trono hecho de husos, frente a él se encontraba un hombre de cabello plateado y piel pálida con el cual entablaba una conversación.
— ¿Me mandó a llamar? — Dijo el subordinado.
— Sí. Quiero que me digas que noticias tienes acerca de la princesa Ilum — Respondió el misterioso rey.
— Señor ya la hemos encontrado, se encuentra en el mundo terrenal — Dijo.
— ¿Con qué está con esos mortales? — Susurro el Dios.
— También hay un problema — Dijo el hombre.
— ¿Cuál es? — Cuestionó.
— El bastardo de Dell la ha encontrado — Respondió de mala gana.
— Eso no es un problema porque lo vas a matar — Respondió — Pero aún debemos esperar a que la entrene y así capturarla con todo su poder y tú me la vas a traer —
— Sí, señor — Respondió a regañadientes.
El día daba inicio y el capitán Dell despertaba a una Emely totalmente cansada, sin fuerzas.
— ¿Estás lista? — Preguntaba el capitán.
— ¿Para qué? — Respondía aún adormecida.
— Hoy iniciamos con tu entrenamiento — Respondió.
Ambos bajaron hasta lo más profundo de la casa y llegaron a un sótano que era más grande que una tienda departamental.
— Lo primero que te voy a enseñar es a utilizar tu fuerza, velocidad y reflejos en una pelea — Dijo el capitán. — ¿Estás lista? —.
— Sí — Afirmó la pequeña.
Dell dió el primer golpe que fue directo al rostro de la pequeña y logro impactar ya que no lo esquivó.
— Necesito que te enojes — Dijo el capitán.
De nuevo dió un golpe directo a la cara de la pequeña la cual ya comenzaba a enojarse. Siguieron los golpes dando en el blanco. Emely aún no podía sacar la furia que llevaba dentro.
— Vamos basura. ¡Pelea! — Gritó.
Emely cerró los ojos y recordó lo que le hizo Yuko, recordó aquella noche donde la vendió, recordó aquella pelea en el colegio y la ira iba apareciendo.
— ¡Cállate maldito! — Grito.
Dell comenzó a dar una serie de golpes que Emely esquivaba con gran agilidad y de pronto un golpe se coló en la defensa de su maestro e impacto en la boca del estómago haciendo que escupiera sangre.
— Bien hecho, pero aún falta más — Digo el maestro adolorido.
La serie de golpes volvieron, pero Emely los esquivaba con gran velocidad. Los golpes iban aumentando su velocidad, pero aún así le era sencillo a la pequeña en esquivarlos hasta encontrar otro hueco en la defensa de su agresor. Una patada impacto en el rostro que hizo volar al capitán y estrellarse contra una columna de concreto.
— Bien ya estás enojado, ahora controla tu demonio y no dejes que te controle — Le dijo el capitán.
Emely no emitía palabra alguna, al contrario, sólo se concentraba en golpear al capitán Dell. Emely corrio hacia su mentor y golpeo con su rodilla el rostro del capitán Dell.
Los golpes por parte de ella seguían, no daba tregua alguna. El capitán Dell no podía meter las manos para detener aquellos golpes ya que su aprendiz era más veloz que le era imposible ver los golpes.
Los golpes siguieron al igual que las horas. El entrenamiento siguió hasta el anochecer que por fin lo detuvieron para descansar un rato.
La pequeña subió a su habitación para descansar un momento, pero se quedó dormida. En sus sueños se mostró una “aparición”. La aparición de dos personas en un lugar lleno de oscuridad.
— Llegó la hora —
— Sí, señor —
— Y mata a quien se interponga —
Se despertó de golpe con un sudor frío que recorría hasta su espalda. Miro fijamente al pie de la cama y suspirando dijo: — Ya vienen por mí —
Al día siguiente Emely salió temprano a caminar y pensar en sus sueños, y en todo lo nuevo que ya sabía.
— ¿Por qué tengo esos sueños? ¿Por qué me querrá el Dios Akuma — Se decía para sus adentros.
La pequeña empezó a caminar por las calles muy pensativa hasta que se detuvo en una cafetería. Entro en ella y una voz femenina le dió los buenos días.
— Eh? Buenos días — Respondió la pequeña.
Emely se sentó frente a la venta y rápido llegó una mesera para tomar su orden.
— ¡Hola! ¿Qué desea tomar? — Preguntó cordialmente la señorita.
— Un capuchino — Respondió la pequeña.
La mesera se fue y la pequeña miro hacía fuera pensando. El tiempo pasó y la mesera regreso con el café, Emely lo tomo y con cada sorbo miles de preguntas entraban a su cabeza. La campana de la entrada sonó de pronto y una voz conocida la sacó de su pensamientos.
— Hola, Emely —. Dijo la voz.
Emely miro fijamente a quien le hablaba y por un momento la felicidad invadió su interior.
— Hanabi — Dijo en voz baja.
— ¿Puedo sentarme? — Dijo con una sonrisa.
— Sí — Respondió rápidamente.
— ¿Por qué te fuiste del apartamento? — Pregunto el jóven.
— ¿Para qué querías estar con una asesina como yo? — Respondió seria.
— Quiero ayudarte — Dijo.
— No necesito ayuda de nadie — Respondió de mala manera.
— Aunque no la quieras lo voy hacer — Replicó.
Emely se levantó de la mesa y antes de marcharse le dijo a Hanabi: — Haz lo que quieras —
Salió de la cafetería y siguió caminando sin rumbo, pero en una esquina vio a alguien que le resultaba familiar aunque no sabía quién era. De repente el sujeto la miro fijamente y se notaron sus intenciones. El semáforo se puso en siga y la gente empezó a avanzar al igual que aquel hombre; la pequeña estaba inmóvil, pero de la nada una mano la tomo por sorpresa.
— Vámonos — Dijo el hombre.
El hombre se detuvo a media calle y sólo miro a la pequeña alejándose con su protector y una sonrisa se dibujó en el rostro del hombre. Emely confundida empezó a cuestionar lo sucedido.
— ¿Quién era él? — Dijo.
— El general Rid — Respondió con seriedad.
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Editado: 25.06.2020