4. Random guy
Junio
Me asomo a la calle a través del cristal de la puerta principal para asegurarme de que no pasa nadie conocido antes de salir y al confirmar que así es, me aventuro hacia el exterior.
—Why on Earth do I keep doing that? —murmuro en voz alta.
San Sebastián es una ciudad grande, ya sería casualidad que alguien me viera saliendo de aquí, estando además en un barrio tan alejado del mío y del de nuestro instituto. En cualquier caso, supongo que simplemente me tranquiliza hacerlo.
Miro la hora. Las siete y diez. He terminado bastante antes de lo que esperaba, así que una idea loca comienza a formarse en mi cabeza. He quedado con mis amigas a las ocho menos cuarto en la Plaza de la Constitución para ir a ver una nueva película de terror que acaban de sacar. A Lucía le va a dar algo, me río para mí misma. Se asusta de su propia sombra así que no le hemos dicho qué película tenemos intención de ver. Sí, somos horribles.
Llego a la calle que me llevaría hacia la plaza donde he quedado, pero en lugar de torcer a la izquierda, giro a la derecha, a paso rápido. Si me apresuro puede que llegue a tiempo. Camino un poco más rápido y llego por fin a mi destino. Miro el reloj: 19.25h, no está mal, tengo algo de margen, así que sonrío y entro en la librería. Me muevo entre las estanterías, tratando de identificar algún cartel o algo que me indique si voy por buen camino y entonces lo veo:
"Buceando entre galaxias. Firma de libros a cargo de la autora: Sofía Parra. Horario: 18.00 – 19.30".
Me emociono como toda una fangirl al saber que estoy tan cerca de uno de mis ídolos. Esta mujer ha sido una de las responsables de mi amor por la astrofísica y de mi insaciable sed de conocimiento desde hace por lo menos cinco años, cuando vi en la televisión un documental de divulgación para jóvenes que despertó mi más profunda admiración por ella y por el tipo de trabajo que llevaba a cabo. Su investigación se centra sobre todo en la búsqueda de trazas de carbono, silicio y otros elementos compatibles con la vida en exoplanetas relativamente cercanos, a través de análisis por espectrometría. Recuerdo claramente que la primera vez que escuché hablar de todo esto, el día del documental, me la imaginaba con unos cascos lanzando mensajes a la nada en busca de hombrecitos verdes o morados que le respondieran y al principio me pareció tan gracioso como ridículo, pero a medida que fui escuchándola con más atención y que empezó a mostrar imágenes de los sistemas y galaxias que estaba explorando, supe que mi vida ya no volvería a ser la misma. No sé por qué me impactaron tanto sus palabras y sus imágenes, pero lo cierto es que desde ese momento lo único en lo que he podido pensar es en que quiero ser como ella e incluso, si dejo volar mi imaginación, llegar a trabajar con su equipo en algún momento. Eso sí que sería un sueño hecho realidad.
Echo un vistazo alrededor de la tienda, pues no puede estar muy lejos, y dando la vuelta a uno de los pasillos laterales encuentro un pequeño grupo de gente hablando entre sí, todos sujetando el mismo libro azul moteado de estrellas. Me apresuro a ponerme a la cola, pues sé que la firma está a punto de terminar, pero ya que estoy aquí no quiero quedarme sin la oportunidad de estrecharle la mano. Me revuelvo impaciente en mi sitio mientras las personas que esperan van pasando hacia la mesa en la que mi ídolo está sentado. Mientras espero, observo al resto de asistentes que esperan al encuentro con la autora y me sorprendo al darme cuenta de que muy probablemente soy la persona más joven de la sala. Y no solo eso, imagino que no doy el perfil de una persona que pueda estar interesada en estos temas, seguramente todo lo que ven es una chica esmirriada, con una camiseta de Dream Theater, unas botas negras y un móvil con una carcasa del Sin Rostro del Viaje de Chihiro. Me río para mis adentros al darme cuenta de que algunos de los asistentes me están mirando y conjeturo que eso debe de ser justo lo que están pensando. ¿Me verá de la misma manera la autora? Ya se dice... nunca conozcas a tus ídolos, por si acaso. Qué nervios.
Cuando empiezo a temer que vayan a cerrar la firma de libros sin haber tenido la oportunidad de hablar con la Dra. Parra, un amable dependiente me hace un gesto con la mano para indicarme que ya puedo adelantarme. Respiro hondo, pues de verdad siento como si el corazón se me fuera a salir por la boca, y me acerco a la mesa. Sofía Parra es relativamente joven, tiene unos cuarenta y tantos años y una expresión juvenil y afable. Es rubia, con el cabello liso cortado al estilo bob y lleva unas bonitas gafas en color azul eléctrico. A juego con el libro, supongo.
—¿Qué tenemos aquí? ¿Seguro que no te has equivocado de firma? —comenta, socarronamente. Al principio me siento avergonzada, pues pienso que se está burlando de mí, pero después leo la sonrisa amable en sus ojos y me relajo.
—Estoy justo donde quiero estar —sonrío a mi vez y le tiendo el libro que ya llevaba en la mochila por si acaso pues, aunque no esperaba salir a tiempo, una nunca pierde la esperanza.
—Ya lo veo —contesta animada—. ¿Cómo te llamas?
—Cassie... Si quiere puedo deletreárselo... —respondo, tímida.
—Es un nombre precioso, una buena amiga mía se llama así —veo que abre el libro por la primera página para poder firmarlo.
—You're such a- —me interrumpo, carraspeo y vuelvo a empezar, esta vez en castellano—. Quiero decir... Soy una gran admiradora suya. Siempre ha sido una gran inspiración para mí —siento como mis mejillas adquieren rubor poco a poco tras mi confesión.
Una gran sonrisa se dibuja en su juvenil rostro mientras apoya el bolígrafo sobre el libro, sin llegar a mancharlo.
—¿De verdad? ¿Eso quiere decir que te interesa este mundo tan enrevesado? —ríe—. ¿Cuántos años tienes, Cassie?