26. Bocados amargos
Octubre
"Te echo de menos".
Vuelvo a releer los emails que nos estuvimos enviando hace dos días, pero sigo sin saber qué contestarle tras esa despedida. Básicamente, porque no tengo muy claro qué se supone que debo responder a eso.
—Qué mona tu novia.
La voz de Laia, la compañera de clase que tengo sentada hoy al lado, y que se está tomando todas las confianzas del mundo al espiar mi cadena de correos, me sobresalta, y no puedo evitar sentirme en la obligación de justificarme.
—No es mi novia, es una amiga que está estudiando fuera y, cuando se aburre, me escribe. ¿Y se puede saber qué haces espiando el correo de los demás? Cotilla —la regaño, cambiando rápidamente la pantalla del navegador.
—Ah, ya decía yo... No me sonaba que se llamara Cassie, sino Melina o algo así, ¿no?
—Paulina.
—Eso. Pues sí que tenéis confianza, ¿no? Si yo fuera Paulina, no me gustaría que otra chica le dijera eso a mi novio. Pero yo es que soy un poquito celosa.
—Y un poquito chismosa también... No, por suerte ella sabe que solo somos amigos. No tiene nada de qué preocuparse.
Laia me dedica una mirada cargada de escepticismo y una sonrisa ladina, y, sin mediar más palabra, vuelve a dirigir la vista hacia el profesor, que nos está hablando sobre la importancia de los armónicos en las composiciones.
Su actitud en cierto modo me molesta. Me hace sentir como si estuviera haciendo algo realmente malo, como si estuviera traicionando a mi novia, pero no es así. No estoy mintiendo. Cassie es mi amiga, me lo dejó más que claro y todo eso ya quedó atrás. Pau y yo llevamos diez meses juntos y nos va muy bien, por algo será, ¿no?
«No te lo crees ni tú, majo».
Odio cuando mi conciencia adquiere vida propia y se vuelve contra mí. Es como cuando tienes una picadura de mosquito. Ignoras que está ahí hasta que, de repente, la rozas con la ropa y empieza a picarte como un demonio. Y da igual cómo intentes calmarla. Si empieza a picar, seguirá picando. Pues mi conciencia es un puñetero mosquito que no me deja vivir en paz.
No, supongo que las cosas no van tan bien entre nosotros, para qué engañarnos y sé que es culpa mía. No paro de cagarla.
El sábado de la semana pasada se suponía que teníamos que ir al cine, pero un compañero me pidió que le dejara unos apuntes y se me acabó yendo el santo al cielo, hablando con él. Para cuando me di cuenta de la hora, la peli estaba a punto de empezar y Pau me dijo que no le apetecía entrar si se iba a perder el principio, así que acabamos yendo a tomar algo rápido y cada uno a su casa.
El lunes discutimos por una chorrada relacionada con la banda. Fue tan tonto que ni siquiera recuerdo exactamente el motivo, pero sé que tenía que ver con la afinación de la guitarra.
Pero la peor, con diferencia, fue la de ayer. Anoche tuvimos una bronca monumental. Me quedé en su casa a dormir, en parte para limar asperezas por las discusiones que hemos tenido estas últimas semanas. Mientras preparábamos la cena, Paulina no paraba de quejarse. Parecía que todo le molestaba. O me estaba quedando sosa la pasta o le había echado demasiada sal; el queso que traje del super no era el que a ella le gustaba; se me olvidó enjuagar los platos antes de meterlos en el lavavajillas... Sabía que no sería inteligente empezar una discusión en aquel momento, y realmente quería hacer las paces con ella, así que me mordí la lengua y me disculpé, para evitar el conflicto.
Al acabar de cenar y recoger, nos sentamos a ver un capítulo de Élite. No es una serie que me guste especialmente, pero a ella sí, y como Pau también ve Breaking Bad por mí, creo que es lo justo. Parecía que los ánimos se habían calmado un poco. Ella miraba el capítulo y parecía totalmente absorbida por él; yo acariciaba su cabello con una mano, y con la otra sostenía el móvil para leer los mensajes del grupo de clase. Estaban hablando sobre un ejercicio que teníamos que entregar a final del semestre y bromeando sobre lo que debían estar haciendo la profe de prácticas y el de teoría, porque todos creíamos que estaban liados.
En ese momento me escribió Cassie. Me estaba contando que había quedado con su grupo de intercambio y que iban a salir a tomar algo, para conocerse un poco mejor. Me alegré tanto por ella, que no pude evitar contestarle al momento, y maldita la hora en que lo hice.
—Te estás perdiendo el capítulo —me recriminó Paulina.
—No, no, solo es un segundo. Ya está, estaba revisando unas cosas de clase.
Apagué la pantalla y la dejé a mi lado, sobre el brazo del sofá.
—¿Ha pasado algo?
—Nada, solo estaban metiéndose con el profe de Instrumentación.
—¡Oh! Por cierto, al final hemos quedado el domingo con Marc y Arantxa para ensayar las canciones de los bolos de Navidad.
—Creí que íbamos a hacerlo el sábado —comenté, sorprendido, pues ya me había reservado la tarde para ello.
—A Aran le surgió algo y no podía aplazarlo, pero no te importa, ¿no? ¿Tenías planes?
—El domingo tenía pensado llevar a mi hermana a ver la nueva exposición de peces tropicales del Aquarium. Desde que vio Buscando a Nemo está obsesionada con los peces payaso y la última vez que fuimos, estaban limpiando su tanque, así que no pudimos verlos... pero imagino que no le importará cambiarlo.
—Podemos hablar con ellos y proponerles quedar la semana que viene, si no te va bien. Tú eres nuestro líder, al fin y al cabo, sin ti no podemos ensayar. ¡Oh, gran líder!
Paulina se echó a reír mientras hacía exageradas reverencias con los brazos y me uní a ella de buena gana, acompañándola en sus risas mientras le pellizcaba las costillas, en respuesta a su burla. Me alegré al momento de poder tener un momento así con ella, porque hacía semanas que no teníamos tan buen rollo, y la abracé, tratando de alargar aquella sensación.