The Golden Trio

✔ Capítulo cinco, “Bury The Evidence”

'Cause for every lie I tell them
They tell me three
This is how the world works
Now all he thinks about is me

 

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —Jordan preguntó. 

—¿Tienes una mejor idea? —cuestionó Roxana mientras observaba las cámaras de seguridad. 

—Jones estará tan molesto cuando se entere —le hizo notar Zedd en un murmullo viendo a los dos encapuchados.

—Poco me importa lo que él piense o sienta —dijo mientras alisaba su vestido blanco con ambas manos. Entonces añadió—: Además, he firmado nuestro retiro.

—¿Qué? —Jordan alzó su ceja derecha, sorprendido. 

—El Trio Perfecto se retira de W.I.C. —respondió ella con simpleza, a lo que explicó—: De esa manera no puede tomar represalias contra nosotros por esto.

—Están dentro —anunció Zedd, observando a la pareja de enmascarados.  

—Roxana, si  Pirla se entera de esto, o cuando lo haga, nos cazará él mismo —le advirtió Jordan acercándose. 

—¿Listos? —la pelinegra miró a los cuatro chicos, ignorando conscientemente el recelo en las palabras de su hermano, aunque solo tres de ellos asintieron—. Que empiece el show —dijo antes de salir de su oficina.

Las alarmas del edificio comenzaron a sonar con fuerza, inundando el lugar, indicando que alguien había logrado infiltrarse. Los trabajadores salieron de sus oficinas, preocupados; nunca nadie había logrado traspasar la seguridad de aquella empresa. 

Roxana corrió por el largo pasillo,  con las cejas fruncidas y sus facciones en alerta, directo a la sala de seguridad. 

Las puertas se abrieron cuando el  sensor la detectó. Las paredes eran blancas en su totalidad, para permitir proyectar las imágenes de las múltiples cámaras del edificio y los distintos planos que revisaban día con día. Al centro de la habitación se encontraba el control de mando; una mesa redonda blanca —como todo en aquel lugar— que contaba con cinco sillas, para los únicos cinco técnicos que tenían acceso al panel de control. A varios metros de distancia se encontraban diez escritorios que rodeaban la mesa principal. 

La histeria se había adueñado de los presentes: todos tecleaban con rapidez, algunos hacían llamadas, y su jefe de seguridad veía la pantalla, en donde dos personas caminaban hasta las salas de investigación, cada uno con una máscara cubriendo su rostro.  

Su jefe de seguridad era el único que vestía un traje elegante, hecho a la medida, y no uniforme como el resto de los empleados, que vestían de blanco. Por lo que no descubrió de inmediato que se trataba de Roxana hasta que ella habló: 

—Dime que no son quienes creo que son… —lo miró con severidad. 

—El Dúo Imparable acaba de irrumpir en la empresa —confirmó con amargura. 

—¡¿Alguien quiere decirme cómo mierda es que tienen un código de seguridad?! —gritó ella, enfurecida, al ver que uno de el famoso dúo tecleaba el código, dándoles paso al área de investigación. 

—Hay un infiltrado —Hayes murmuró.

Roxana fijó sus grises ojos en el hombre, dejando a todos ver sus pupilas dilatadas.

—Alguien los dejó entrar. Vienen por la vacuna —miró a su jefa con pánico, ella negó. 

 —No van a salir de aquí —respondió. 

Entonces, se acercó a una de las tantas computadoras y tecleó una clave. 

—¿Qué haces? 

—Nadie saldrá de aquí con esa vacuna —afirmó con seriedad—. Aún les faltan al menos tres pisos para llegar hasta la sala 3829, así que avisale a mi equipo que tienen que salir de ahí. ¡¡¡Ahora, joder!!! —ordenó duramente. 

Hayes comenzó a realizar llamadas, mientras tanto, la pelinegra se detuvo a analizar al famoso dúo. 

Algo tenía que hacer, no podían simplemente llevarse la vacuna. No lo pensó mucho cuando tomó el arma de Hayes y caminó fuera de aquella habitación. Fue hasta una de las paredes blancas, empuñó el arma y le disparó cinco veces, logrando que esta se abriera para mostrar un elevador. Subió rápidamente y se sentó en uno de los cinco asientos. Un cinturón apareció de pronto, asegurándola, y el elevador bajó a una velocidad impresionante hasta la sala de investigación; hasta la sala 3829, donde vio a su equipo tratando de esconder todas las pruebas e investigaciones que los llevaron a la vacuna. Roxana hizo un conteo rápido en su cabeza: trece personas —catorce, contándose a sí misma— estaban en aquella sala.

—De cinco en cinco, entren en ese elevador —se dirigió a uno de los químicos—. ¡¡¡Ya!!! 

El reconocido químico asintió, y sin perder tiempo comenzó a pasar la voz al resto de sus compañeros. 

Roxana se acercó a una de las computadoras y comenzó a teclear con una veloz agilidad. Dejó el arma en la mesa de vidrio cuando oyó los pasos. El reloj inteligente que rodeaba su muñeca se encendió y, aunque quiso ignorarlo, Zedd era muchísimo mejor que ella en todo lo tecnológico. 

—Mierda, Roxana, esto no era parte del plan —la regañó desde el otro lado de la línea—. ¿Qué piensas hacer? 

Ella no contestó y colgó la llamada. No obstante, una nueva voz interrumpió sus acciones:



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En el texto hay: familia, robos, asesinatos gore

Editado: 20.04.2024

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