The Golden Trio

✔ Capítulo seis, "The Fiend"

In my dark times I'll be going back to the street
Promising everything I do not mean
In my dark times, baby this is all I could be
And only my mother can love me for me

 

 

 

Los sollozos ahogados del deprimido muchacho fueron los que atrajeron la atención de la joven madre que transitaba por el amplio pasillo para llegar hasta su habitación. 

Abrió la puerta suavemente, con la intención de no asustar al más pequeño de sus hijos. La escena la conmovió bastante: su débil  cuerpo se encontraba en el suelo, en un rincón de la habitación, su cabeza escondida entre sus rodillas y la longeva pared. Su ropa se encontraba sucia y rasgada en algunas partes —mostrando heridas punzantes en su espalda y piernas—, en su cuello se apreciaban un par de salpicaduras de sangre y sus llantos eran más sonoros desde su posición. 

—¿Apolo? ¿Qué te ocurrió, mi amor? —preguntó, demasiado alterada para esconder el acento italiano. 

El niño giró asustado, y rompió a llorar aún más fuerte cuando la vio. Ella acortó la distancia que la alejaba de su hijo y se hincó a su lado para abrazarlo y consolarlo. 

—Todo estará bien, amor —afirmó convencida—. Dime qué sucedió, ¿Quién te hizo esto? 

El niño de doce años se dedicó a negar repetidas veces, aún llorando. 

—Apolo, por favor —rogó—. Habla conmigo. 

—Dante y sus amigos —habló finalmente—. Empezaron diciendo cosas acerca de mi familia, y después a empujarme… Quise defenderme, pero ellos eran más —pronunció en un susurro, con la voz ronca de tanto llorar. 

—Pero, Apolo, ¿Cómo es posible que tus hermanos dejaron esto pasar? Por los Dioses, mira cómo estás. 

—No le digas a papá, por favor —suplicó, herido. 

—Apolo…

—Será peor si él se da cuenta. Atenea se está encargando de todo para esconder mis heridas. Y Ares está hablando con papá, para distraerlo. Por favor... 

Los ojos de la mujer se abrieron con sorpresa. Y no entendía porqué, si era propio de sus hijos que se protegieran entre ellos. 

—Sandra, ¿Estás en casa? —Justo en ese instante la voz del patriarca de la familia resonó por el pasillo. 

El niño se puso de pie y rápidamente se deshizo de su ropa para limpiar los rastros de sangre y colocarse prendas limpias. 

—¿Sandra? —pronunció el nombre de su esposa nuevamente, esta vez más cerca de la habitación de Apolo.

Papá, espera —Ares trató de detenerlo, sin embargo no fue lo suficiente rápido para hacerlo. 

—¿Qué es esto? —preguntó, buscando la mirada de Apolo—. ¿Qué te ocurrió en el rostro? —su voz estaba llena de severidad. 

—Javier, no es lo que tú crees. Espera que te explique. 

—¿Y qué es lo que creo, Sandra? —preguntó, caminando hacia él—. ¿Que lo golpearon y no supo como defenderse y ahora nuestro apellido debe ser la burla de esos mocosos insolentes? Como si no le hubiera enseñado mejor…

—¡Detente ahí! —El dedo de Sandra lo apuntaba, advirtiéndole—. No vas a tocar a mi hijo.

Sonó amenazante, sus ojos en llamas violentas lo fulminaban. Estaba siendo clara con su esposo. 

—Tiene que aprender la lección. De otra manera seguirán abusando de él, ¿Es lo qué quieres? Un hijo débil e indefenso, incapaz de pelear sus propias batallas. ¿A dónde nos ha llevado eso, Sandra? —cuestionó con dureza, a la vez que empujaba suavemente a la mujer para llegar hasta su hijo—. No vamos a enseñarle a esconderse cuando los problemas lleguen. Tiene que pelear como el resto, es la única manera de sobrevivir, amor —miró a su mujer, con ojos dóciles. 

—Es solo un niño, Javier, por favor. 

Ares mantenía la mirada en su hermano menor, observando con culpa y pena su pobre cuerpo herido y su alma rota; luchando por sobrevivir en aquel mundo fiero que los amenazaba constantemente. 

—Todos fueron solo niños, Sandra, sin embargo, eso nunca ha detenido a nuestros enemigos…

—He sido yo —Atenea irrumpió en la habitación, con la respiración agitada pero una mirada frívola—. Estábamos entrenando y no he medido mi fuerza, padre. Ares me detuvo a tiempo. 

—¿Me estás diciendo que han faltado a clase por entrenar? —inquirió alzando la voz, devorando con la mirada a su hija. 

—Yo los obligué, padre. Apolo se rehusó al inició, pero después de lo que ocurrió creo necesario un entrenamiento más severo para que podamos llegar a la cúspide de nuestra capacidad —El rostro de la joven giró hacia la izquierda, recibiendo  el golpe de lleno en la mejilla derecha. 

—Javier, por favor…

El hombre la miró estoicamente, forzándole a guardar silencio. Por su lado, Apolo aguantaba el llanto, afligido, mientras que Ares mantenía la cabeza en alto, observando cada uno de los movimientos de su padre. La chica sólo mantuvo la mirada en el suelo. 



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En el texto hay: familia, robos, asesinatos gore

Editado: 20.04.2024

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