La sangre mancha mi rostro y ropa, el olor a muerte se mezcla con el olor a lluvia, casi provocando mi vomito... nunca me agradaron estos dos olores en particular. Sentado en una roca, limpiaba la hoja de mi espada, intentando ignorar la carnicería que tenía por delante, y de la cual, fui uno de sus protagonistas.
—¡¡Gracias!!— grito un niño —¡Nos salvaron la vida!— el niño sonreía, y de igual forma, aunque en silencio, su madre o eso creo, nos agradecía con una sonrisa.
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué... tengo que defenderlos?
“""Dime chico, ¿No crees que es una contradicción que el fuerte proteja al débil? Tu estas aquí, a punto de morir y aquellos a los que intentas proteger, te se aseguró, no merecen ser protegidos... """
... esas malditas pablaras, no puedo sacármelas de la maldita cabeza.
—Una victoria mas— dijo mi compañera —¿Cuántas van? ¿Veinte siente?
—Si— conteste para luego ponerme de pie.
La espada en mi mano brilla con un fulgor macabro, como si la carnicería de hace unos instantes jamás hubiera existido. Con un suspiro que aun guarda el calor de la batalla observo con desolación los cadáveres que se apilan frente a mí, testigos mudos de la brutalidad que acabamos de presenciar y provocar. Sus ojos sin vida parecen clavarse en los míos, sus manos inertes aún aferran con fuerza las armas que hace unos momentos apuntaban hacia a mí.
¿Por qué tengo que hacer esto?¿Que sentido tiene?¿Por que...? Las preguntas se enroscan en mi mente como serpientes venenosas y sus colmillos llenos de dudas venenosas se calvan en mi cabeza con fuerza.
—Setenta y cinco... setenta y cinco cuerpos yacen en esa montaña de muertos —murmuro en voz alta, mis palabras se pierden en la brisa cargada de lamentos, esperando que mi compañera perciba mi dilema.
—Sí —responde con voz fría, su mirada se encuentra perdida en el horizonte bañado en sangre—. Y ni siquiera lograron rozarnos.
—Al final...
—Somos los más fuertes —interrumpe con orgullo, pero su orgullo se desvanece ante la sombra de nuestras reflexiones— No hay Dios que pueda igualarnos.
Cierto, juntos somos invulnerables, una tempestad impenetrable de acero y magia en medio del caos...
—¡¡Aléjate o lo mato!!— grita un soldado enemigo que surge de la nada, amenazando con su espada al niño que hace unos minutos me agradeció.
Puedo acabar con él con facilidad, un movimiento rápido de mi arma podría atravesar su corazón sin problemas. Puedo cortar sus latidos antes de que lo note, puedo arrancarle la vida antes de que pestañee...
Pero ¿por qué debería hacerlo? Su muerte o su vida no parecen tener ningún valor en este mundo donde la fuerza es la moneda corriente. Mis ojos, especiales como los de mi maestra, como los de Ria, me permiten ver la debilidad en él. Este niño no llegará lejos en el gobierno, ni siquiera pasará de ser considerado "Carne de cañón" si ingresa al ejército real. Entonces, ¿por qué, si pienso así de él, lo protejo?
Mi <Differ> atraviesa la cabeza del soldado que lo amenaza, y con un movimiento veloz, tapo los ojos del niño para que no vea la brutalidad de la escena.
—Gracias...— me vuelve a agradecer entre sollozos.
—Nada mal— dice mi compañera.
—Hago lo que nos ordenaron...— dijo.
Me río para mí mismo, pero en mi mente, la pregunta persiste: simplemente no lo entiendo.
¿Por qué he de protegerlo?
¿Por que he de.... protegerlos?
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Editado: 07.02.2024