Cada día uno intenta encontrarse, sin darse cuenta que en esa ardua búsqueda se pierde, su antigua versión, en el limbo de preguntas sin respuestas que el tiempo aún no se decide en responderte.
Tanto ha llegado a ser mis ansias que me ocupe en recolectar esa información de la boca y ojos que no eran los míos ... Si no de alguien más.
Como los tuyos.
¿Será posible que me conozcas un poco más de lo que yo misma pude hacerlo?
Las luces se encontraban completamente apagadas, la llave que abría la puerta del gran despacho yacía en los bolsillos del anciano quien abandonaba el lugar dejándolo completamente seguro.
O eso es lo que él pensaba, sin esperarse que me haya abierto paso entre los guardias.
Mientras recorría con agilidad las estrechas cavidades de los pasadizos que yacían escondidos en la gran estructuración , podía escuchar las voces de estos teniendo una conversación amena;por el otro lado de la pared.
— Mi deber es protegerla, no enredarme con ella —
— No puedes controlar lo que te sucede con la princesa Búlgara, es más no puedes controlar tus sentimientos Roy —
Me hubiera gustado indagar un poco más en ese litigio amoroso, pero el tiempo estaba en contra mío; Debia encontrar ese maldito sello de una buena vez.
Así que, adentrándome a la oficina, a la vez, que me quitaba el polvillo y alguna que otra tela de araña pegajosa. ¡Qué asco!.
Me dispuse a empezar mi búsqueda; Una búsqueda a ciegas.
El lugar se encontraba bastante oscuro y con cierta torpeza caminaba utilizando mi tacto para guiarme.
Se podía escuchar de trasfondo ,con bastante notoriedad, el ruido de la tormenta que había hecho acto de presencia esa noche.
— ¿Sabes lo que te harían si se enteran de lo que planeas?— escuche aquella voz serena atrás mio.
En ese momento, me gire y la luz de los relámpagos se proyectó. Provocando, de esa manera, que pudiese apreciar el rostro de aquella silueta que se encontraba recargada a un costado de la entrada del túnel.
¡Diablos!
Rodee los ojos, al ver aquella sonrisa de autosuficiencia.
— Quita esa cara, linda — se encaminó con pasos seguros hacia el escritorio, para así encender las luces —Apuesto que creías que esto seria fácil . . . —dijo mientras jugueteaba con el maldito sello entre sus manos; recargado en la silla y con los pies arriba del escritorio.
Que he hecho para merecer esto... Ah, si ya me acordé.
— Porque será que ya no me sorprende ... — solté un suspiro y coloque mis manos en la mesa— Que siempre estés tú — me incline hacia él.
— Y eso te encanta — me guiño un ojo.
¡Maldito engreído!
Solté una risa tras escuchar aquello.
— Sabes, no tengo que preocuparme de sí se van a enterar ... — me dispuse a ignorar aquel comentario y quite sus piernas del escritorio — Porque tú no abrirás la boca, no me importaría cosértela cariño — sonreí inocente y lleve mi mano en busca del objeto.
Sin embargo, él fue más rápido que yo.
— Cerca, pero que lenta — soltó una pequeña risa.
— ¡Sois un terrible grano en el culo, Conner! —dije y tiré mi cabello levemente hacia atrás. — ¡¿Primero lo del muerto y ahora esto?! —
Si las miradas mataran te aseguro que él no seguiría gastando oxígeno.
— Fue demasiado sencillo convencer a aquellos idiotas sobre anatomía — levanto levemente la comisura de sus labios de forma ladina —Estuve a un paso que te pateen el trasero fuera del consejo —desvío su mirada de mis ojos hacia la zona mencionada.
Conner, era el claro ejemplo de que no importa lo que digas sino la manera en que lo hagas, con conocimiento o no, lo importante realmente era la forma. Se había burlado de medio Congreso y no había duda de eso.
O al menos para mi , que sabia de lo que era capaz.
— Y Ahora, ¿Qué oficio tenés? ¿De forense a amas de llaves? — enarqué una ceja y me erguí siguiendo con la mirada los movimientos de este que se levantaba del asiento.
— Eventualmente, aunque prefiero el término funcionario ejemplar, futuro Directivo y Jefe de Consejo Real — se encogió de hombros — Y como todo diplomático debería informar sobre tu desobediencia, linda ... — dio unos pasos hasta quedar frente mío — Al menos que quieras llegar a un acuerdo —
En ese momento, me quede viendo aquellas penetrantes pupilas, tenía frente mío a la persona más detestable que se había cruzado en mi camino. ¡Y vaya que había conocido, gente insoportable!, pero él le ganaba a todas ... Fue así, como aproveche eso y levante mi pierna pateándole las bolas.
— Tal vez, no — dije y me agache para agarrar el sello.
Di unos pasos hacia adelante, aunque, no llegue a mucho cuando este me tomo del tobillo provocando que pierda el equilibrio y cayera de bruces al suelo.
Razones por las que nunca debes darle la espalda a tu enemigo.
Instintivamente me gire y patee su rostro en su vil intento de acercamiento. Este por su parte, no se quedó atrás y me tomo con fuerza del brazo levantándome de un tirón.
¡Imbécil!
Antes de que pueda propinarle un codazo, con el brazo libre, me tomo del cabello y me apoyo en el escritorio.
— ¿Qué quieres? — suspire con pesadez.