Tristán:
Los tritones, una raza combinada de humanidad y peces. Capaces de vivir tanto en mar como tierra. Fuerza de, al menos, diez personas. Son muy buenos para habitar zonas terrestres, pero es indudable que sus fortalezas se encuentran en el agua. Excelentes nadadores, respiran por escamas o, fuera del mar, por la nariz. Poseen habilidades de caza.
Sin embargo, esta especie ha tenido que pasar por momentos bastante duros. Durante siglos, el racismo y discriminación azotaron fuertemente a los tritones. Han sido considerados bestias, criaturas y hasta demonios del mar, arraigados de la especie humana. Por lo que estuvieron obligados a vivir en los océanos para evitar mayores conflictos. A diferencia de los vampiros, estos dieron guerra por incontables décadas, reclamando la tierra como el bien para todos. Tres especies, con culturas y maneras de vivir diferentes, pero no dejan de formar parte de la naturaleza. Lo que nunca pusieron de acuerdo.
Nací a casi comienzos del reino Titus. Debo admitir que era gordito y muy cachetón. Según mis tías: estaba lleno de amor. En fin. Crecí en la isla Crystal Sea. Mi padre, Brandon Aquarium, nos cuidaba a mi hermano, Aiden, y a mí. Nuestra madre era quien trabajaba mucho para acrecentar el éxito de su restaurante. Le encanta la cocina, al igual que hacer negocios.
—Huele a patatas. —dijo Aiden, somñoliento, acercándose a la cocina.
—Oh, sin duda alguna es tu platillo favorito, hijo. —asegura papá mientras sirve la comida en el plato—. ¡Por esa razón lo cociné hoy. ¡Sorpresa!
—Pero hoy no es un día especial para sorpresas.
—Sí lo es. Hace un buen sol, los niños van a la escuela, los papás van a trabajar y seguimos siendo una familia. ¿Podría pedir algo más que eso? —Le dejó el plato en la mesa y continuó con una gran sonrisa—: Por supuesto que sí, pero estoy a gusto con lo que tengo.
Así era nuestro padre en la mayoría de los días. Divertido, amable, carismático y de buena vibra. Mide 1,94, delgado pero algo robusto, con una barbilla de superhéroe, muy cuadrada. Ojos verdes claritos, lunares en la espalda, agregando la sonrisa que varias veces mantenía. Ah, sí, y su voz es bastante agradable. Un poco gruesa pero suena cordial y amigable. Cabello azul claro, liso y largo hasta los hombros. Su nariz es punteaguda y larga, característica que a mi hermano y mí nos daba gracia.
—Brandon, necesito que cuides a los niños el sábado. —informa mamá mientras baja las escaleras, apresurada—. Ese día será especial para el rey, por lo que muchos ciudadanos querrán celebrar. Prestaré el restaurante para el festín.
—El nacimiento de su hija, la princesa. —recuerda papá—. No te preocupes, es genial poder compartir más con nuestros niños. ¡Suerte con el festín!
—¿Nacerá la princesa? —pregunto, llegando a la sala—. ¿Puedo ir al castillo?
—¡Eso sería increíble! ¡El castillo es enorme, con un montón de guardias y mayordomos! —comenta Aiden, super entusiasmado—. ¡¿Podemos ir?!
—No, deben quedarse. Habrá demasiada gente. El centro del reino se encontrará llenísimo.
—Oh, vamos, Ryu. Deja que los chicos se diviertan. —le dijo papá, de buena onda—. ¿Verdad que quieren aventurarse por el reino y conocer más allá de lo que hay en sus mentes? —Asentimos varias veces para seguirle la corriente.
—¡Dije que no! Está decidido.
Nuestra madre, Ryu, siempre ha sido sobreprotectora y de carácter fuerte. Se preocupa mucho por su familia, cuidarla, mantenerla y siempre estar al tanto de todo. A papá no le gustaba lo dura que era en las ocasiones que nos nacía experimentar; ya sea a correr, jugar o visitar sitios nuevos. Pero sí nos permitía recibir cualquier curso que deseáramos. De hecho, buscaba la manera de pagarlos y acompañarnos en momentos especiales y algunas prácticas. Jamás olvidaría las veces en que ella estuvo apoyándome junto a papá en esos momentos.
Estudié navegación en un curso de dos años. Aprendí mucho de ahí, aunque estoy conciente de que toma más tiempo. Aiden estuvo más centrado en el fútbol. Se suele jugar en un campo lleno de agua, sumergidos y con un balón de acero. Fue bastante bueno en el nivel juvenil. Papá nos acompañaba a todas las prácticas, clases y eventos.
—¡Eso es! ¡Admiro el cómo juegas fútbol! —solía decir papá.
—Pero no ganamos. Fue un completo desastre. —refutaba Aiden.
—Me gusta la forma en que juegas fútbol, no si ganas o pierdes. Para mí, puedes ser tan habilidoso como cualquiera de ellos. ¡Solo ve y practica! —Palabras que siempre lo conmovían.
Un día Aiden y yo huimos de casa. Insistimos en conocer otras partes de Crystal Sea. ¡Es una isla enorme! No podíamos perder ni un solo día más sin experimentar. Aprovechamos de irnos una mañana que papá estaba ocupado con los deberes del hogar. Visitamos la entrada del castillo solamente, ya que los guardias estuvieron a punto de alcanzarnos. Claro, éramos niños de 11 y 8 años rondando por las calles. Yo era el menor. También visitamos tiendas en espacios abiertos, algunos parques al aire libre y vimos el final de la isla. Es cierto, vivimos dentro de una esfera. El transporte de mantarayas no suele prestar mucha atención a los pasajeros. Además, es público. Nos ayudó para darnos esta grandiosa aventura.
—La isla es bastante grande. Pero no conocemos lo que hay más allá. —comentó Aiden. Ambos mirábamos el final de la esfera.