—¡Una más! —pide el pintor.
—¡Vale! ¡Wisky! —contesta Boonie.
Ambas realizan poses varoniles como si estuvieran presumiendo sus músculos. La pintura queda lista e inmediatamente el dibujante les pide otra. Esta vez cambiaron de vestuario, una apariencia elegante. Lucy viste como una hermosa princesa que toma apenada la mano de su mayordomo, quien es Boonie. El pincel viaja a increíbles velocidades para ilustrar en tan solo 20 segundos. Su dueño, el dibujante, proporciona la pólvora y realiza muchos movimientos con una mano. De esta manera controla las herramientas.
Lucy se sintió muy penosa por la próxima temática. Así que Boonie hace una pose y ruido de un dinosaurio rex. En la siguiente, ella viste como cantante pop mientras que su amiga lo hace de salsa. De inmediato se cambian al terminar el dibujo. Boonie realiza una presentación de una villana terrorífica y malévola, aunque a muchos les da ternura su intento de risa malvada. Por otra parte, Lucy se puso el traje de una heroína. Solía leer de esa heroína cuando era pequeña, fue su favorita. Finalmente dieron una última sesión de ilustraciones donde ponían caras cómicas, sonrisas, poses de una encima de la otra y jalándose el cabello.
—¡Excelente, chicas! ¡Qué buen ánimo tienen!—expresa el pintor, divertido por las escenas que ellas muestran.
—¡Ya la señora terminó el acto, Lucy! —le informa Boonie, entusiasmada.
Sin esperar más tiempo, corren a ella y tratan de seguirla. Leyla, una especialista en magia mística, ha llamado tanto la atención de ambas que ahora intentarán tener una conversación. La mujer de avanzada edad camina libremente por la calle, sin ningún guardaespaldas ni acompañante. Posiblemente vaya a su casa. Boonie se traslada a un muro, avanza de lado pegada al mismo y luego se esconde detrás de una planta. Al notar que el objetivo ni siquiera volteó, camina rápido hacia la otra punta. De repente la señora voltea, enseguida Boonie entabla conversación con un grupo de jóvenes desconocidos. Mientras tanto, Lucy da un paso tras otro con suma calma y seriedad. Cinco minutos después entró a su casa, una muy pequeña con forma de honguito.
—Eh, shis, shis. —le llama Boonie, pero su amiga no captó el llamado al estar observando algo—. Cacá, cacú. ¡Yui, yui, yu!
—Ve y hazle las preguntas de una vez. —le pide Lucy, cansada—. No quiero ir a dormir tarde.
—Ash, de acuerdo. —acepta Boonie de hombros encogidos y haciendo puchero—. Creí que me seguirías el juego.
En cuestión de segundos, una espuma sale del suelo, justo en la entrada de esa casita. Esta envuelve a Boonie por todo su cuerpo y la alza para que no tenga fácil escapatoria. Lucy, quien está unos metros atrás, abre sus alas de fénix, pero las cierra en ese mismo momento. Leyla apareció en el tejado, realizando movimientos con sus manos, que es muy notoria la relación de esa magia con la acción. Supo al instante que la señora se había dado cuenta de la intención que tenían.
—¡Sabía que vendría alguno de ustedes! ¡Estaba esperando que se acercaran para darles una sorpresa! —exclama la mujer mientras agita a Boonie hacia los lados—. ¡¿Cómo se atreven a intentar cazar a una persona de mi edad?! ¡¿Eso es lo que enseñan hoy día en casa?!
—Disculpe~. —le pide Boonie de cabeza y los brazos colgados—. No era mi intención~.
—¡Ya conozco algunas de las maniobras que usan! ¡¿Dónde escondiste esa tecnología extraña?!
—¿Tecnología? —pregunta Boonie, mareada—. Yo solo quería tener una conversación con usted.
—¿Y cómo podría creerte? —interroga Leyla—. ¡Siempre se están aprovechando de los hechiceros, sucios!
—Somos pasantes de Bextruz. —informa Lucy de brazos cruzados. Leyla pega un brinco del susto. No sabía que estaba allí—. Si desea, le puedo mostrar la tarjeta de identificación.
—¡Muchacha! ¡Casi me das un susto!
—¿Qué? ¿No la había notado? —pregunta Boonie con tono triste.
—¡No me había percatado que eran dos!
—Fue como esperaba. —concluye Lucy—. Realizar todos esos movimientos era muy sospechoso, se daría cuenta bastante rápido de que la observas y seguías.
—Y yo creía que mi plan y técnica eran infalibles~. —confiesa Boonie con ganas de llorar. Su expresión es demasiado tierna e infantil.
La magia cambia de forma, pasa de ser espuma a mostrar el color de energía que tiene la señora. Esta fluye y vuelve a las manos de ella para entrar nuevamente en su cuerpo. Proceso que solo le toma unos segundos. Soltó a Boonie delicadamente y la dejó sentada en el suelo de espaldas. Le quedó un poco de espuma en el cabello. Un regalo de la mujer que la atrapó.
—Bextruz. Allí debe estar dando clase Mercy. ¿No es así? —dice Leyla.
—Ajá, es profesora de la chica que acaba de llenar de espuma. —responde Lucy con algo de gracia en su rostro.
—Bien, entonces pasen un momento. Responderé lo que quieran saber.
Leyla es una mujer de avanzada edad con una buena experiencia y trayectoria de las artes místicas. Viste una bufanda, una camisa muy grande para su talla y un suéter verde que carga encima para cuidarse del frío, a pesar que no hace tanto en el pueblo. También usa zapatillas marrones. Pestañas y labios delgados, ojos azules, piel morena y cabello lacio. Bastante encorvada casi todo el tiempo. Manos delicadas pero con ágiles movimientos que le permiten usar su magia para abrir la puerta a varios metros. El olor de su casa es a velas aromáticas y muy dulce. Tanto la cocina como sala son pequeñas, de una sola habitación y baño. La energía mágica viaja por los alrededores organizando la casa mientras entra la visita.