—¿Quieres esperar un poco? —exclamó algo irritado, llevaba más de media hora pidiendo que parasen, pero su compañero no hacía caso.
—Sabes que no podemos retrasarnos, además, no es para tanto, solo nos queda la mitad del camino. —Aceleró el trote intencionadamente mientras dibujaba una sonrisa en su rostro. En el fondo disfrutaba viendo cómo su compañero enfurecía.
—¡Claaaaro!, solo la mitad, teniendo en cuenta que llevamos una semana de viaje, eso no me ayuda mucho. —Divisó cómo su compañero aceleraba el trote — ¡Qué te esperes he dicho!
—¡Joder Marcus! —Paró en seco algo irritado. Dio media vuelta, quedando frente a su compañero. Resultaba cómico el hecho de que le sacara dos cabezas, incluso sobre sus caballos se veía la notable diferencia.
—He oído algo. —Puso la mano sobre su oído, como si en serio hubiera sentido algún ruido; aunque en el fondo lo hizo para poder descansar de aquella cabalgata en la que llevaban varios días.
—¡Marcus! —gritó mientras señalaba sus alrededores intentando mantener quieto su caballo—. Es un puto desierto. ¡Por supuesto que tienes que haber escuchado algo; están el viento, los animales o incluso los bandidos! —Eso último lo había dicho con mala intención, sabía perfectamente lo que pasaría al nombrarlos.
—¡Eso! Tú relájame, como si hiciera falta que hablaras de ellos para que me siga asustando. —Su habitual nerviosismo comenzaba a invadirlo. Rascaba sus manos y su nuca, incluso su caballo parecía haberse contagiado de aquella sensación—. Quieto caballo, Kran solo bromeaba.
Su compañero observó la posición del sol, según la ubicación de este les quedaban unas pocas horas de luz. No la necesitaban para avanzar, por lo que propuso un nuevo plan.
—Hacemos una cosa, descansamos ahora, y de noche seguimos. ¿Te parece bien?
Marcus dudó por unos segundos, pero rápidamente se dio cuenta de la falta de opciones que tenía, por lo que solo pudo aceptar la propuesta de su amigo:
—¡Me parece estupendo! —Examinó su entorno con aquella vista tan privilegiada que tenía, Kran solo pudo esperar a que este buscara un buen lugar—. ¡Ahí tenemos un buen sitio! —Sonrió ampliamente al ver que había podido encontrar una roca relativamente grande, la cual estaba rodeada por pequeños árboles que brindaban una acogedora sombra.
Al llegar a la zona señalada lo primero que hizo Marcus fue soltar el equipaje y salir corriendo hacia uno de los arbustos mientras se desabrochaba la bragueta. Su rostro dio un cambio notable cuando este sintió cómo su vejiga se vaciaba; por un segundo se sintió en el cielo.
Kran saltó del caballo con algo de trabajo, pues la bolsa que llevaba colgada de sus hombros lo desestabilizaba a cada rato. Dio un recorrido por el perímetro de aquella área, sorprendiendo a su compañero en plena labor.
—Así que por eso era que querías que paráramos —Se burló mientras apartaba la mirada y se dirigía hacia donde estaban los caballos.
—No imbécil, es solo que prefiero aprovechar el tiempo —dijo mientras disfrutaba de aquellos últimos segundos de gloria.
—Ten cuidado, todavía quedan serpientes, y no creo que les haga gracia que orines sobre ellas; a lo mejor una se enfada y terminas eunuco. —En el fondo solo quería reírse de los pantalones de su compañero, cuando este, preocupado por las serpientes, no pudiese sacudirse bien y terminara mojado.
—¿No te cansas de bromear todo el día?
—Ojalá fuera una broma —murmuró comenzando a sacar las cosas que necesitarían para pasar la noche: sacos de dormir, comida y algún arma; la cual esperaba no tener que usar.
—¿Terminas o qué?
—¡Ya voy joder! —dijo mientras se sacudía su parte noble—. Estaba viendo que todo estuviera despejado.
—¿Y cómo lo ves?
—Todo bien, no veo nada sospechoso —respondió calmadamente.
Kran terminó de colocar los sacos y le lanzó a su compañero un paquete pequeño que contenía un trozo de carne seca. Este era el único alimento que solían traer los mensajeros, pues en los largos trayectos que recorrían necesitaban de algún alimento que resistiese.
Marcus abrió el paquete como si la vida se le fuera en ello. Al ver lo que contenía no pudo reprimir su decepción. Le encantaba la carne, pero comerla preparada de la misma forma día tras día lo desanimaba.
—No la mires así —comentó su compañero como si le leyera la mente—, no cambiará de forma ni se transformará en otra cosa.
Kran picó la carne por la mitad y la metió en su boca, primero una parte, luego otra; casi sin masticar. Su compañero dudó por unos segundos, pero lo terminó imitando, lo mejor era salir de aquel momento lo más rápido posible.
Una vez terminaron de comer ambos se quedaron observando aquel lugar donde se hallaban: el desierto de Kor era un lugar muy solitario, a plena luz del día solo se veían cactus y arena; mucha arena. A pesar de no estar solos, ambos sentían una extraña sensación de soledad; el lugar provocaba eso.
—¡Hasta más tarde Marcus! —Se despidió Kran, haciendo que su compañero lo mirara extrañado.
—¿Vas a dormir?
—Mañana será un día largo, y muy duro.
—No me lo recuerdes. —Caminó hacia el otro saco y se acostó sobre este con cierta cautela, todavía le quedaba el temor de que hubiera serpientes; o quizás algo más—. Odio venir a este lugar, me siento observado.
—No seas gallina, no te pasará nada.
—Lo dices muy fácil, mides casi dos metros, tienes cuerpo de armario, y por si fuera poco con esa barba y esas pintas nadie se metería contigo; ¿Pero yo?... ¿Qué tengo? —Se paró con pose de niño sin hogar mientras observaba a un Kran que le estaba dando la espalda.
—Eso solo te lo puedes responder tú. —Contestó cortante, a ver si con suerte su compañero se dormía de una vez.
Cerró los ojos, aunque no dormía, solo quería un poco de tranquilidad. Su amigo lo observó por unos segundos, todavía algo deprimido decidió acostarse.
—Mejor nos dormimos antes de que me deprima —murmuró entre dientes maldiciendo su suerte por lo bajito.