Risas y burlas provenían del aula de clases, Harry comenzaba a preguntarse qué era lo que estaba sucediendo. Para su sorpresa, al entrar se encontró a su padre leyendo a sus compañeros de clase todos sus escritos. El viejo había logrado conseguir su libreta, era lo que pasaba por su mente.
Sintió como su corazón rugió con deseo de expulsar aquella ira y desprecio que se iba construyendo día con día hacia su padre, siempre buscaba la manera más mínima de humillarlo, pero esta vez había pasado los límites. ¿Cómo puede hacerme esto? Se preguntó Harry, con sus manos hechas puños a cada costado.
—¿Qué crees que haces, padre? —Se acercó el chico frenéticamente hacia aquel hombre despreciable.
—Te enseño una lección, hijo mío. Te advertí que no podías seguir escribiendo estas bobadas para maricas. —Dijo su padre con una sonrisa de suficiencia, sentía que así podría llevar a su hijo por buen camino.
—¿¡Una lección!? ¡Ja! Esto está lejos de serlo, ¿acaso estás enfermo? ¿Qué mierda pasa por tu mente? —Expulsó Harry después de tanto callarse lo que pensaba. Todas esas emociones comenzaban a pesarle.
Su padre dejó de mostrar la libreta y agarró duramente del brazo a su hijo, para llevarlo a un lugar más privado y discutir mejor. Le pareció una grave falta de respeto, y por supuesto que Fidel Scott no permitiría esos comportamientos infantiles.
—¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera, Harry? ¿Acaso se te olvidó quién soy? ¡Soy tu padre, y no permitiré que te expreses de esa forma! Mucho menos conmigo. —Exclamó su padre con mucha ira y señalando a su hijo con el dedo índice.
—¿Crees que por ser mi padre tienes el derecho a pisotearme y humillarme cada vez que se te antoje? ¡En ese caso, tienes un pésimo concepto de lo que es ser un padre! —Cuestionó el chico, al mismo que la vena en su cuello se tensaba, al igual que su mandíbula. No permitiría que más nunca nadie lo hiciera sentir de esa manera.
—Eres patético. El menor de los Scott es la vergüenza de mi familia. Ya te veré en unos años trayendo un novio a la cena familiar, —dijo en un tono de voz que solo él y su hijo pudiesen escuchar. Se sentía decepcionado de su hijo, quería perderlo de vista.
Harry, con toda su ira, se dio vuelta para dejar el instituto e ir a su casa, ya sabía lo que debía hacer. Por suerte, solo quedaba a unas escasas cuadras, y sus largas piernas le permitían acelerar el paso mucho más.
Ya estaba harto de todas las burlas y menosprecio de su padre. Sus días en el instituto eran un infierno, nadie quería acercarse más de lo necesario. Siempre se burlaban y dejaban cosas y tarjetas en su casillero, la palabra que más usaban para humillarlo es la que su padre siempre empleaba para dirigirse a él: marica.
Abrió la puerta de entrada con cólera, haciendo que su madre quedase exaltada.
—¿Qué pasa, hijo? ¿Por qué tanta ira? —Preguntó su madre con preocupación, viendo cómo el pecho de Harry subía y bajaba.
—¿¡Sabes qué pasa!? —Se giró en medio camino para responder a su madre, —¡Pasa que estoy harto de toda esta mierda! ¡Cansado de que ese señor que se hace llamar mi padre nunca me tome en serio!
Verónica, su madre, se preocupó aún más, nunca antes había visto a su hijo así de alterado. Pero sabía que tenía razón de estar así, suficiente había soportado estos años. Su hijo tenía talento y ella lo sabía, pues a escondidas leía los escritos que Harry tanto esfuerzo y amor le ponía. Su esposo era un idiota.
El chico al ver el silencio de su madre, siguió su camino hasta la habitación. Subió las escaleras de a dos escalones y con fuertes pisadas. Entró bruscamente y comenzó a abrir las gavetas donde se encontraban sus pertenencias.
Buscó una maleta que estaba guardada en el clóset y la tendió en la cama. Empezó a guardar prendas de ropas y cosas necesarias para un futuro.
Una vez terminado, cerró la maleta ejerciendo un poco de fuerza y dio un último vistazo a su habitación. Un poco de arrepentimiento cruzó por sus facciones, pero sabía que era lo mejor que podía hacer por todos.
Bajó las escaleras y al final de estas se encontraban sus padres discutiendo, quienes callaron de inmediato al ver a su hijo.
—¿Y a dónde se supone que piensas ir? Solo te humillarás más a ti mismo, eres un marica. —Dijo asqueado examinándolo de pies a cabeza. No podía creer que su hijo se fuera. Parecía en serio, y eso sumado a su actitud nunca antes vista.
—Cualquier lugar es perfecto si no estás, así que deja de molestar que ya me voy. —Dejó de verlo para dirigirse a su madre. —Te amo, mamá, gracias por siempre aceptar que no quiero ser lo que mi padre quiere que sea. Espero que algún día cercano te des cuenta de que vales mucho y que este hombre no te merece, —Harry se compadecía de su madre, le causaba tristeza dejarla con el monstruo, pero no era capaz de soportar más. —No se preocupen, yo estaré bien.
Dejó de verlos y dirigió su vista hacia la salida, dispuesto a irse y sin marcha atrás. Dio el primer paso y emprendió el camino.
Le pediría ayuda a su único amigo, quien vivía solo en un departamento y no se negaría ni aunque quisiera a darle refugio. Por supuesto que Harry le ayudaría a pagar la renta, pues debía buscar algún trabajo de medio tiempo para ayudar con los gastos.
Harry solo deseaba que todo saliera bien. Aspiraba a que la vida le sonriera por una vez en su existencia.