Deleite. Ese sentimiento se prolongaba de la punta de sus dedos a su sedoso cabello que se ponía de punta a escuchar los gritos y a agonía que de joven de cabellos rubios emitía colgado en una barra de metal. Ver como la sangre se deslizaba por su magullada piel lentamente, arrastrándose por ella como una gota de lluvia en un cristal, resbalándose hasta quedar en el escaso pulido piso de sementó, permaneciendo a unos pocos pasos de su sombra era solemne, incluso para él.
Lo miro, diferentes secciones de su rostro he cuerpo desnudo estaban marcados por colores rojizos, morados he amarillentos que se podían ver por la luz de la antorcha. Parte de su cara estaba abierta por cortes profundos por la daga que el espectador tenía en su mano. Al igual que el resto de cuerpo del joven, ella estaba manchada de un rojo intenso, casi bordo, resaltando el filo al ver como las gotas caían una por una, poco más o menos con la del cuerpo. El la trajo así, admirándola al igual que su creación – como el lo llamo- era tan filosa y brillante- si le quitaban la sangre- con un mango pulido he decorado con oro, tan desgarradora para mucho, pero poco honradas para otros. Lo cierto es que para él era igual, no importaba si era a mas simple o la mas cara, la cualidad que ella tenia al “decorar” era puramente seductor he profundamente demandante que no solo cualquiera podía demandar.
-¿sabes? Mi abuelo me contaba una historia antes de dormir que era fuertemente interesante para un niño de doce años de edad. Espera, deja que me prepare- aclaro de tono de su voz- cuenta una antigua leyenda que un viejo mendigo viajaba por las rutas del bosque, buscando a un joven caballero que desposara a su hija por quitar en honor de su familia al ser una golfa y acostarse con el santo sacerdote. Pero no fue fácil los días pasaban y el no encontraba en los pueblos cercanos que estaban cerca de su comarca.
El paseaba alrededor suyo, sonriendo a cada balbuceo o imploro que el emitía, incluso reía al ver como pedí auxilio. Se arrodillo, quedando a pocos centímetros de él, dejando en la habitación en un hondo silencio donde lo único que se escuchaba era la reparación de ambos.
- ¿sabes lo que paso? – el negó con las pocas fuerzas que le quedaban- cuando volvió sin éxito alguno a su añorado hogar, vio como el cuerpo de su hija he esposa colgadas en las escaleras de madera pasada- la sonrisa que tenia hacia unos momentos se borro como un susurro irreal- el desesperado intento sacarlas, salvarlas, pero era en vano, el color que rodeaban sus mejillas, la luces de sus ojos que brillaba al verlo, la calidez de sus manos y la suave melodía se sus voces formulaban eran inexistentes para él. Y todo por un error que el cometió- suspiro- ¿sabes por qué? Si respondes bien no hay daga.
El ardor de sus pulmones a penas lo hacían saber si era un sueño, el infierno, el cielo o la vida real. Con una profunda respiración de sus labios secos salieron:
-Púdrete- tosió, manchando el caro tarje que le valió monedas de oro. El lo miro con repudio y clavo la daga en la parte baja de su estómago, creando nuevamente otra herida que a los minutos su “creación” ya no sentiría.
-Respuesta incorrecta. Veras, su hija era una chica linda, pura y sexy que ningún hombre se podía resistir, ni si quiera el cura. Un día, como todos los viernes cuando la apuesta del solo era mas flameante y vivaz que antes se encaminaba a la pradera cerca de la machacada iglesia donde por casualidad el padre se hallaba sentado mirando el paisaje dando su oración de cada día. Ella tan ingenua lo saludo, hablaron breves momentos donde sorpresa el padre la invito a sacar sus pecados he impurezas que su alma irradiaba- rio con sorna- ella aceptó, primer error. El como todo un santo le pido que lo hicieran en su oficina porque la iglesia estaba un poco sucia y no quería mal impresionar a una dama en la casa de dios, ella aceptó, segundo error. Ya cuando el cerro la puerta se encamino a ella y como un felino salvaje se le abalanzo, ella peleo y deberás que lo intento, pero no pudo y como todo en el mundo lo que estaba escrito sucedió. El viejo nunca lo creyó cuando el sacerdote salió de las sombras y se lo conto con tanto gozo que hasta el mismo le dieron escalofríos, el viejo lloro por su error, por sus errores, solicito que le dijera el nombre de el causante de la muerte de su familia y el como las ultimas palabras le dijo Beelzebu el príncipe de los demonios- saco la gota de sangre de su cara y la lamio- ¿sabes que se relaciona este cuento con el tuyo? – negó nuevamente, sintiendo que el aire ya no era suficiente para el- que al igual que el hombre al saber mi nombre, morirás.
Pocos son capaces de domarla, pocos son capaces de ejecutarla, pocos saben que, si la tomas sin su consentimiento morirás, porque como todo mal creado, como todo mal viviente y flameante como la misma pradera de la historia él era y será junto a sus demonios el príncipe de los demonios que mataba por diversión, que ejecutaba con satisfacción, que vive por destrucción.