Datos del autor:
Mauricio Maita Herbas (firma bajo el seudónimo de Hikio Nahase). Nació en la Ciudad de Cochabamba – Bolivia. Licenciado en Comunicación Social. Apasionado por la música, compositor y poeta. Le gustan los gatos y el anime. Entre sus pasatiempos está el asistir a eventos de la cultura alternativa del anime y administrar sus páginas en Faceboock
Huyen los recuerdos a refugiarse en el desván de la locura pero por alguna razón vuelven a salir...
En aquel momento mi corazón se comprimía y estrujaba como una lata de cerveza. Cada crujido era como un cartucho de dinamita destruyéndome los tímpanos pero aún así, en aquel Armagedón, era el único que podía sentir cómo el mundo se caía en miles de pedazos ante mis pies.
Y volví a acordarme de ella, después de ocho largos años. Tal vez porque fue la parte más difícil de mi vida, la más dulce e inocente…
El sol sucumbía ante el nostálgico paso del tiempo y de rojo fuego se tiznaba el cielo. Surcaban las aves buscando refugiarse en el eco de la tarde.
El árbol de cerezo en el centro de la plaza, dejaba caer sus pétalos sobre la fuente de agua y un gran vacío en mi pecho, se cultivaba al buscar a quien más amaba y mis ojos de nostalgia se llenaban… Sentí venir a un ángel detrás de mí…
Voltea de rato en rato para verme, me mira algo inquieta pero muy contenta… Está feliz de volverme a ver.
Decidí no hacer caso, por el momento, de las ideas vagas en mi mente. Me encontraba totalmente concentrado en ella… en captar cada imagen, cada gesto, cada detalle suyo.
El silencio se tornó abrupto. El sol sobre la cumbre de las montañas, el cielo en llamas y el paisaje grisáceo. Las personas caminando y disfrutando de una vida normal; dirigiéndose para algún restaurante o tan sólo a la plaza para disfrutar del cálido suspiro de la vida.
Hace medio año, Evelyn vivía con su tía en una pequeña casa muy cerca del colegio. Cuando su tía falleció, ella se fue a vivir con uno de los familiares de su padre, a la capital de la ciudad. Tuvo que irse de mi lado. Desde ese entonces, intercambiamos correspondencia y solíamos vernos una vez por mes para conversar… La extrañaba mucho.
El pesar se apoderó de mis ojos y Evelyn llegó para librarme de aquella agonía en vida…
No pude evitar reír… Su encanto e inocencia me conmovieron; aunque muy e el fondo, mi alma se desmoronaba. Ella también hacía un gran esfuerzo para no derrumbarse.
En ese momento, cuatro niños pasaron por el parque, jugando con sus perros… Los contenedores de basura se encontraban saturados, con la basura acumulada a sus alrededores… y el silencio coronó su dulce y triste mirada.