CAPÍTULO 5
Nero
No se asustó al ver mi rostro. No me tuvo miedo. Pensé que vería terror en sus ojos al verme, todos lo hacen, hasta incluso el sacerdote.
Eso fue lo que me incomodó.
Había esperado asco. Había esperado miedo.
Lo prefiero.
Es más fácil tratar con el rechazo que con la neutralidad.
Porque si no me teme, entonces no es como las demás.
Y si no es como las demás… entonces es un problema.
Era la mujer más hermosa que existía. Tenía la piel pálida como la porcelana, salpicada de pecas suaves que se extendían por su nariz y mejillas. Sus ojos, de un celeste cristalino y fríos, brillaban con una intensidad casi irreal, lo cual aumentaba la fuerza de su mirada. Sus labios, carnosos y de un rosado natural. Su cabello largo, rubio platinado, caía hacia atrás de su espalda. Era largo y hermoso.
Parecía un ángel.
Se agachó suavemente para besarla, como lo dijo el sacerdote. Toqué sus labios con suavidad, aunque los mantenía cerrados. Eran dulces… pero volvería a probarlos, aunque odiaba lo dulce.
La iglesia se quedó en un silencio incómodo. Vi cómo su abuelo apretaba la mandíbula, pero tomé su brazo suave y lo coloqué sobre el mío, y ella fijó nuevamente su atención en mí.
—Vamos —dije, y se dejó guiar.
Al salir de la iglesia, tenía ganas de irme. Había aceptado lo de la iglesia porque era mi deber como Don, pero no tenía la paciencia para soportar una fiesta.
Aunque esa celebración se llevaría a cabo en uno de mis hoteles, no asistiría. Si mi gente lo deseaba, podría hacerlo.
—Espera —dijo. Su voz sonó dulce.
Me giré a verla y alcé la ceja para que continuara.
—Deseo despedirme de mi abuelo —respondió.
Asentí.
—Vamos —y la conduje hacia el abuelo y el Pakhan, que tenía fija su mirada en Valentina Leone, quien asistió a la boda y seguramente a la fiesta. Tenía algunos hombres a su lado. La invité porque pensé que a Petrov le gustaría ver a su futura esposa antes de la boda.
Aún no entendía por qué Petrov no se había casado con Alina, cuando formaba parte de la Bratva.
Alina le dio un abrazo a su abuelo. Petrov desvió su mirada de Valentina, mientras apretaba la mandíbula. ¿Acaso estaba celoso de los hombres que estaban cerca de Valentina Leone? Claramente se dio cuenta de que lo hice a propósito, y me miró fijamente. Sonrió mientras se acercaba a Alina. ¿Acaso esperaba un abrazo? Pero me interpuse.
—Es una Morozova —dijo Petrov—, pertenece a la Bratva. Solo me voy a despedir.
—Ahora es una Vitale —respondí. No quería que Alina se acercara a Petrov.
Alina nos miró fijamente, pasando una mirada rápida a Petrov y deteniéndose un buen rato en la mía.
—Siempre seré una Morozova —dijo, dirigiéndose a su abuelo—, pero ya no formo parte de la Bratva. Ahora también soy una Vitale. Así que mi lealtad está con mi esposo, Pakhan —añadió, tendiéndole la mano a Petrov en modo de despedida.
Y sentí un orgullo en mi pecho al escucharla.
—Y por eso debes tratarla con respeto. Es una Vitale —dije sonriendo—. Y no puedes acercarte de esa forma a la esposa de un Vitale. Y mucho menos a la mía.
Alina se acercó a decirle algo a su abuelo y a despedirse, y luego se puso de nuevo a mi lado.
—Fue un gusto que estuviera en nuestra boda —dijo Alina a Petrov.
Tomó mi brazo y la guié hacia nuestro vehículo. Le ayudé a subir, ya que con el vestido se le habría dificultado, y le abroché el cinturón. Fui directamente al otro lado para subirme, pero antes le di un asentimiento de cabeza a mis hombres para que nos siguieran.
Pero Alina ya tenía su mirada fija en la ventana del auto era tan hermosa como un ángel para estar casada con alguien como yo.