Con la cabeza agachada, caminan en perfecta sincronía por el pasillo. Las esposas en sus muñecas rechinan con el mínimo movimiento y las esposas en sus tobillos producen un sonido irritante con cada paso que dan.
-¿Quién soy? -pregunta uno de ellos con voz rasposa y cansada. No levanta la cabeza, su mirada sigue fija en sus pies- ¿Quién era?
Alguien mueve con fuerza las esposas de sus muñecas y el sonido que produce es escalofriante.
Un guardia les dice que se detengan, pero ninguno de ellos escucha, así que uno de los guardias detiene a la chica que encabeza la fila.
Todo el lugar está sumido en un profundo silencio. Se puede escuchar con claridad aquellos murmullos de algunos guardias y el goteo incesante de una mala tubería.
-Hagan silencio-dice una chica-por favor, solo hagan silencio.
Su voz es una súplica.
-Fría, suave y tranquila, es la voz de la agonía. Silencio, silencio, por favor, ya no es tiempo de pedir perdón. Un eco y un suspiro son todo lo que pido… un poco de paz y tranquilidad es el anhelo de mi alma-dice una jovencita, es delgada y bajita. La bata le queda grande. Levanta la cabeza y clava su mirada en el guardia. Sus grandes y fríos ojos azules miran al guardia con reproche, como si ella supiera todos los pecados que él ha cometido.
-Di tus pecados, cruel pecador. Mira que estoy afilando el cuchillo.
La risa que acompaño aquella frase fue estremecedora.
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Editado: 01.07.2018