¿Quién eres? Soy tu pasado.
¿Cuándo me encontraste? Nunca te he dejado.
Soy la sombra que guía tus pasos.
¿Puedes escucharme? ¿Puedes mirarme?
Escucho tu llanto, veo las lágrimas que no derramas, pero no te veo.
Na… na… na.
¿Puedes salvarme?
Ya es tarde… ya no eres nadie.
¿Quién soy? Nadie, no eres nadie.
Na… na… na.
Los dados ya fueron echados, nuestra suerte ya fue escrita. Rezar y pedir misericordia es todo lo que podemos hacer ahora, ya no hay esperanza en esta caja de Pandora. Ya no hay fe, ni tiempo. Solo nos queda rezar y pedir al dios que este día decidimos adorar que tenga misericordia de un cruel pecador.
Mientras camino por los pasillos con los ojos cerrados creo escuchar el susurro de las paredes. Ellas me quieren decir algo, pero yo no entiendo. Las paredes tienen oídos y ojos también, pero solo miran lo que quieren mirar y escuchan lo que les place escuchar, por eso no se les debe hacer caso.
Un silencio bullicioso se escucha por los fríos pasillos. Un ambiente pesado y hostil cae sobre mis delgados hombros. Un guardia me hace detener y me revisa antes de abrir unas rejas y conducirme por un estrecho pasillo sin luz o ventanas. Sujeto con fuerza mi bolso contra mi pecho y camino despacio detrás del guardia. Las paredes son grises y frías, hay un frío que cubre cada rincón de este lugar. Cuando llegamos a la oficina del director de la clínica, el director no está. El guardia me indica que tome asiento y espere.
-El director no tardara mucho-me dice antes de dar media vuelta y marcharse.
Miro la oficina, no es muy grande. Está pintada de un color crema con pequeños filos cafés. Hay algunos diplomas en la pared y una foto de la clínica el día que fue inaugurada.
La puerta se abre, un señor alto y delgado entra. Algunos cuantos rayos del sol se filtran por la pequeña ventana y cubren la cabeza calva del doctor, el doctor hace una mueca y cierra la cortina. Me mira serio mientras se sienta en su sillón de cuero. Se quita sus lentes y los deja sobre el escritorio de madera. Enciende un pequeño parlante que hay en su escritorio y unos suaves acordes de guitarra llenan la habitación. Varios recuerdos invaden mi mente al escuchar esos acordes.
Mamá esta tocando la guitarra en la sala, canta una música sobre el amor y el perdón. Me quedo sentada en el sofá y la escucho cantar, Jane está escondida detrás de la puerta de la cocina escuchándola cantar. Me paro y subo las escaleras mientras escucho a mi mamá cantar.
¡Oh! Así de dulce es el amor
¡Oh! Así de hermoso es el perdón
¡Bang, Bang! Escucho dos disparos y me quedo quieta. Jane grita y llama a mi mamá, después vuelve a gritar y dice un nombre pero no logro entender el nombre que dice. Después escucho a mi papá gritarle algo y escuchó la voz de mi tía, de sus dos hijas y de mi abuela, después de un momento escucho a Jane gritar de nuevo, escucho a Elizabeth gritarle enojada. Todos le hablan a Jane, escucho como le dicen cosas, pero yo no me muevo, no me puedo mover. La única voz que no escucho es la de mi mamá.
-Usted debe ser la señorita-lee una hoja que hay sobre su escritorio-Montgomery.
Asiento con la cabeza. Pero mi mente aún sigue perdida en aquellos recuerdos de hace años.
Mi pequeña hermana está sentada a mi lado en el sótano, estamos escondidas en uno de los rincones. Tengo miedo, miedo por mí y por ella. Elizabeth baja despacio por las escaleras y camina hasta nosotras, se sienta a mi lado y acaricia cariñosamente la cabeza de Jane.
-No nos podemos mover-dice Elizabeth-el abuelo está aquí.
-Quiero ir a casa-dice Jane-Ely llévame a casa.
Yo también quiero ir a casa, pero no podemos ir, esa casa ya no es de nosotras. Ya no tenemos nada. Mamá está muerta y nuestro padre está en la cárcel.
-El abuelo es malo-murmura Jane.
Acaricio su cabello.
-No te preocupes Jane-le digo-la abuela y la tía volverán pronto. Pronto volveremos a casa.
-Ella no se llama así-me dice Elizabeth-su nombre no es Jane.
-Pero le iban a poner así.
-Pero no le pusieron-a Elizabeth siempre le gusta tener la razón, ella odia perder.
Jane nos dice que hagamos silencio.
-Puedes llamarme como quieras- me dice- yo solo quiero ir a casa.
Le sonrió.
-Pronto-le digo.
Pero mi abuela y mi tía no volvieron tan pronto como deseábamos.
-Yo soy el doctor David Yong-me dice el doctor de manera monótona-soy el director de esta clínica psiquiátrica.
Le sonrió, pero el doctor no me devuelve la sonrisa. Esta serio y parece algo enojado.
-Mi colega y yo revisamos su solicitud y creo que está contratada-me dice-yo no estoy totalmente de acuerdo, creo que para tratar con estos pacientes se necesita mucha experiencia, algo de lo que usted carece.
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Editado: 01.07.2018