Camino hasta una colina cerca del hospital, me siento en la hierba y miro como el cielo se empieza aclarar poco a poco.
Jared camina hasta mí y me da un ramo de rosas marchitas. Hay cierta hermosura en las flores marchitas, me gusta conservar las flores cuando ya están marchitas, creo que sería incorrecto de mi parte tirarlas solo porque ya no brillan como antes. Pienso que todas las cosas poseen algo de belleza, incluso las cosas muertas. La mayoría de las personas no son capaces de ver la belleza de las cosas, eso es triste. Pero no se puede esperar más de una sociedad que presta más atención a un teléfono que a su alrededor.
-Las cogí del cementerio-me dice mientras se sienta a mi lado.
Recuesto mi cabeza en su hombro y miramos el amanecer en silencio.
-¿Quién era?-me pregunta y yo lo miro confundida-el hombre que mataste, lo vi tirado debajo de la colina.
Me encojo de hombros.
-No sé, me quería robar y lo mate.
Miro el cielo y suspiro.
-Me siento triste-le digo.
-¿Quieres un abrazo?-me pregunta con una mueca. A él no le gusta que lo abracen o abrazar a las personas, en general no le gusta que lo toquen o que estén muy cerca de él.
-Por supuesto que no-a mí tampoco me gustan los abrazos, me incomodan-solo no digas nada.
-¿Qué vas hacer hoy?-me pregunta.
-Hay una fiesta y voy a ir.
-Por supuesto que lo harás, un típico viernes de fiesta-me reí ante su tono de voz-pensé que podríamos quedarnos en casa y ver una película.
Niego con la cabeza.
-Sabes que me encantan las fiestas y tengo tiempo que no voy a una. Podemos ver la película mañana.
Jared no me dice nada.
-Podrías venir conmigo.
Jared hizo una mueca. Me rió.
-La última vez que te acompañe a una fiesta me quede sentado mirando como tú bailabas toda la noche. No dije nada porque estabas feliz y me gusta verte feliz.
Toco la punta de su nariz.
-No es mi culpa que no te guste bailar.
-Te he extrañado-me dice Jared-verte unas cuantas veces a la semana ya no es suficiente. Siento algo extraño cuando no estás conmigo.
Me acerco a él y tomo sus manos entre las mías.
-Tú no me extrañas a mí-le digo con tristeza-extrañas cómo te sientes cuando estás conmigo, no es lo mismo. No es suficiente para mí, quiero que extrañes todo de mí, pero solo empezaras a extrañarme cuando te vayas, pero si te vas yo voy a empezar odiarte, ves lo complicado que es lo nuestro-beso sus manos-estoy cansada, tú te robas mi alegría y me das sufrimiento a cambio.
Él suelta mis manos y se alejó unos centímetros de mí.
-Te doy lo que tengo, tú sabes que estoy cargado de penas y dolor.
Me rió y acaricio su mejilla.
-Mi toxico y melancólico amor ¿Qué voy hacer contigo?
-Mil doscientas veces-dice-haz acariciado mi mejilla mil doscientas veces.
Me recuesto en la hierba y miro el cielo.
-Me resulta muy tierno que cuentes esos pequeños detalles. Nunca nadie antes había hecho eso, significa mucho para mí.
-Eres un alma que sufre cuando estas junto a mí-me dice Jared-un triste ángel.
Sonrió amargamente.
-No soy un ángel.
-Eres un ángel vengador.
Lo miro fijamente por un momento.
-¿Así es como me ves?-le pregunto y él solo asiente con la cabeza.
-Lo que importa es ¿cómo te ves tú?
No se cómo responder a su pregunta. Nunca me he puesto a pensar en eso, es una pregunta muy interesante ¿Cómo me veo yo? ¿Cómo un ángel vengador? puede ser. Me gusta la idea de ser un ángel vengador.
-¿Cómo te ves tú?-le pregunto.
Él me sonríe torcidamente y niega con la cabeza.
-No te lo diré.
Le sonreí.
-Estarías mejor sin mí.
-Si- me limito a decir.
Empiezo a caminar hasta mi casa. Mientras camino cuento las grietas en la vereda y cuento las prendas de vestir azul que veo. Hasta llegar a mi casa vi treinta y dos prendas de vestir azul, pero ninguna tan bonita como el vestido azul que estoy usando.
No está, la mamá de Jared me dice que no está, que él se fue y que no sabe si volverá ¿Por qué siempre se va? Odio que haga eso, detesto que me deje sin decirme nada.
Un joven roza su brazo con el mío mientras camino por el parque. En cualquier otro momento eso no me hubiera importado, pero ahora estoy furiosa y lo único que quiero es desquitarme con alguien.
-Uno, dos, tres-cuento en voz alta para tratar de tranquilizarme, pero no funciona sigo estando molesta, muy molesta-uno, dos, tres.
Me doy media vuelta y sigo al muchacho. Camino unos pasos a tras de él, él cómo es de esperarse no se da cuenta. Lo sigo hasta su casa, él saca una llave y abre la puerta. Camino hasta su casa y toco tres veces la puerta, él me abre y se sorprende al verme, después me sonríe y se recuesta en el marco de la puerta.
-En que te puedo ayudar-me dice de manera coqueta.
Yo le sonrió. Él no se puede resistir a mí, soy muy bonita por fuera, toda una belleza, pero en el interior soy todo lo contrario. A veces agradezco que los sentimientos no se vean o nadie querría estar cerca de mí.
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Editado: 01.07.2018