Con cada época que pasaba los tres hermanos se habían ingeniado para adaptarse a los avances tecnológicos y a los cambios de la sociedad. Cambiando constantemente de profesión y de país en donde vivir cuando el tiempo en que se supone que ellos ya no debían estar vivos se cumplía.
Ahora en el siglo actual, Eliot pasaba la mayor parte del tiempo en su empresa de relojes, intentando mejorarlos e introducirlos nuevamente al mercado, con el paso de los años y la aparición de los celulares, los relojes habían perdido el sentido. Por otro lado, Indi pasaba en la cafetería como dando sentido a la vida de quienes entraban, lo que dejaba a Loreta en su florería, matando flor tras flor para cumplir los caprichos de una sociedad que ya no valoraba la vida.
Vivir siete siglos con los humanos no los había convertido en unos, pero tampoco los poderes de ángel se habían marchado y mucho menos después de la primera visita de Custos, después del destierro.
Un joven con el pelo negro como el carbón estaba rebuscando entre los tulipanes recién llegados, cuando este se giró con un ramo de flores tomates, cuando se giró y Mortem pudo observar sus ojos, aquellos recordaron la noche en que se enamoró de las estrellas.
Dejo a Loreta con la mano extendida con el vuelto en el aire y se marchó sin decir una palabra más. Al reaccionar sobre quien había entrado una mezcla de emoción y tristeza la apoderaron, pero no podía perder el tiempo debía comunicar a Tempus y a Deligetis que el momento por fin había llegado.
Al llegar a casa los dos estaban encima del pergamino examinando si habían calculado mal el momento en que el joven se aparecería.
Los dos se voltearon a ver a Mortem que jugaba con su dije, intentado que la sensación de familiaridad la calmara, pero no era así. Había visto al chico caminar al frente de la tienda por más tiempo del que quisiera admitir y el día que entra resulta que era el bebé al cual habían sellado su destino.
Mortem les explico que había algo de rabia dentro de sí, que había sido grosero y nada cortes al momento de entrar y mucho menos cuando se retiró de la tienda y que tomo la primera calle a la derecha en dirección al hospital.
Mortem no estaba convencida de que su idea funcionaría pero estaban olvidando una parte importante del plan, el chico tenía que demostrar que no era igual que la sociedad actual, debía mostrar que quería vivir pero no solo por interés o poder, debía mostrar que era capaz de amar, eso podía ser fácil ¿no? Había comprado flores
A la mañana siguiente Tempus dejaba de lado su túnica y adquiría la imagen que se había forjado en Londres, un empresario diseñador de relojes llamado Eliot, a pesar de tener un empleo mundano, no dejaba su responsabilidad de monitorear que el tiempo que había puesto a cada persona se cumpla. Por otro lado, Deligetis o Indi, no había dejado las túnicas, las había mejorado y decorado con flores alrededor de la cintura y en su cabeza dándole un toque romántico de acuerdo a su función como ángel del amor; dar un destino a cada persona y un amor para el camino. La cafetería era una buena fachada para el amor.