Tiempo de espera

Hoy te hablaré de amor...

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Hoy te hablaré de amor, de sus luces y de sus sombras. ¡No sé por qué no puedo dejar de hablar! Antes tenías que ver mis ojos fijamente para lograrlo, hasta que la duda de qué es lo que veías me hacía preguntar qué tanto observabas, con mil colores en mi rostro y con ganas de ver tus pensamientos. Me decías cosas tiernas en las que yo representaba cosas grandes y magníficas, que sabía que eran mentiras, dulces mentiras; porque no soy nada, porque no significo gran cosa; porque soy brazos, piernas y lomo para el trabajo, así que no puedo ser el cielo o la vida, como tú decías. Pero me enamoraron tus ojos de verdad. ¿Es el amor el acuerdo de la mentira? ¿Ama más quien miente o quien cree?... ¿O quien puede creerse la mentira dicha a sí mismo, para mentir con toques de verdad? Pero también quien decide hacer oídos sordos a la exageración de la persona que dice amarle como parece imposible, como no se puede, como si decir amar tanto lo hiciera realidad. Ama tanto quien miente con dulzura y su cuerpo es capaz de creerlo, como quien no pone barreras a esas palabras El amor se crea con falsedades tan bien dichas que no se puede pensar que no sean ciertas. Soy tu sol y tu luna y nadie en el mundo lo puede cambiar.

     ¿Es “volveré” una mentira más? ¿Una prueba de amor? Es la espera la evidencia de que amo, porque creo. ¿Es tu promesa muestra de amor porque mientes? Aunque sólo tu llegada probaría que es cierto que me amabas y que volverías. Pero el amor no es una obligación, no es que te pueda forzar a volver conmigo. El amor es la libertad, no verdad ni mentira, el amor es sol y noche, es cielo y tierra, es vida y muerte, sueños en pesadillas, deseo y cariño. El amor es una herida que sientes cuando conoces a la otra persona, a quien cambió tu vida y la modificó en todo sentido, torció tu destino en contra de la naturaleza. Como cuando casi me rompes el cuello para dejar de mirar las piedras y poder mirar el cielo y lo que llamas “horizonte” y “libertad”. Te hablo de amor, aunque apenas creo saber lo que es eso. Pues como muchas de las otras palabras que ahora uso, las aprendí de ti y trato, con esta cabeza tonta que en realidad no sabe nada de nada, de dibujar lo que mi pecho siente. Yo pienso que el amor es una herida que siente… El amor es una llaga que arde cuando se forma cuando se abre, por eso es tan difícil dejar de notarlo; como las alas en las mariposas, que seguro sufren para convertirse de gusanos a una forma más hermosa. Pero el amor también es cura y duele mientras lo hace, porque mejora, te hace una persona más digna de ser, te llena de fuerza, de vida, el mundo toma otros colores. Corazón, creo que el amor no es bueno porque duele, no es malo porque sana; no puede doler tanto porque es martirio y no puede dejar de doler porque se convierte en olvido o indiferencia. El amor es un punto medio, como la mitad del camino entre las minas y el “sendero prohibido”: suficiente para merecer el látigo e insuficiente para la muerte.

     El amor ha cambiado, vida mía, era distinto cuando estabas a cuando te fuiste. La sombra y la luz siempre lo han afectado, pero nunca me sentí tan dentro de una noche que no acaba, que es una noche que también deseo, para hablarte a la distancia, para sanar mi herida con tu silencio, pero con tu oído atento, para tomar a la selva como confidente y lleve mi rumor de árbol en árbol y de chicharra en chicharra hasta dibujarte mi amor con sonidos. Mi amada selva, nuestra amiga, la única que conoce la relación secreta entre nuestros nombres. El amor se me escapa de las manos como el aire, porque no hay una palabra que lo cubra todo. La única cosa que permanece, en la risa y el llanto, es una: tú. La idea de ti. El amor eres tú y lleva tu nombre impronunciable.

 

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¿Algún día has estado en completa soledad? ¿En esa soledad que puede palparse, que te oprime como si fuese una pared que comienza apenas termina tu piel? Una soledad que impide que las palabras salgan y que los afectos lleguen.

     Hablo de soledad, aunque sé que hay gente. La puedo ver, delante, detrás y alrededor de mí. Demasiado cerca como para poder ser ignorada, pero es como si no tuviera a nadie, como si no existieran o no sirviera de nada que estén aquí. Sabes que tenía una vida antes de ti. Hasta he pensado en hablarle a Jonue, mi más vieja amistad, para llenar este vacío; pero no lo hago porque ninguna presencia me saciaría tanto como lo hace el pensar que todavía existes. Estas palabras dichas al viento me llenan más que cualquier sonido dicho por cualquier otra persona. Para hacértelo entender, es como cuando la barriga pide con ganas y puedes ver un montón de comida, pero sabes que nada de eso es tuyo y que, aunque está, no está ahí para ti. Tengo hambre, pero sólo de ti.

     Tantos labios, tantos cuerpos, que ante los ojos del amo son igual de prohibidos como lo era el tuyo. Pero al final, son comida, que podría obtener de manera ilícita, como pasó contigo. Pero no. Aunque esas personas podrían ayudar a saciar mis ganas de cercanía, de contacto, esas ganas que crecen y se encienden como el fuego que en la sequía abraza la selva de repente; todos son cuerpos y labios que no se antojan. Supongo que sería como si un tigre muriera de hambre y sólo pudiera conseguir hierba. Esta comida puede que le haga más mal que bien, pero ¿qué otra oportunidad tiene? ¿Qué otra opción tengo yo?




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