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La respuesta no te señala directamente. Lo sé. Pero quizá alguna de esas tropas pueda llevarme con mayor facilidad a donde estás. Hay algo que me da fuerza y es la casi certeza de tu vida. Mundu aceptó que traen los cuerpos con vida o sin ella, creo que les es más importante que sepan que no tuvieron éxito a simplemente matarles.
El odio y el amor son unas cadenas más fuertes que las que usan para los grilletes, porque ya sea que dejaron a alguien aquí o quieren venganza por los maltratos, las personas no se alejan, se mantienen cerca del objeto de amor o de coraje. Pienso en si es posible la libertad, entonces. Pues los territorios de este lugar maldito se marcan de manera engañosa por esa línea a lo lejos, en realidad se extiende y les alcanza allá donde están, donde les encuentran con facilidad, al alcance de la muerte que este sitio les destina.
Me pregunto si Mundu sospecha lo que haré y debo tener más cuidado. Al menos creo que su deseo no lo ha hecho pensar hasta ahora. ¿Pero lo hará después? Claro que nadie supo de nuestro amor. Amarse entre cadenas es peligroso, siempre lo supimos, cada persona en las minas lo sabe. La vida aquí es simple: trabajar, sí; comer, sí; robar, no; mentir, no; amar y escapar, menos. Porque para amarse se necesita de libertad, pero para sentir basta sólo con el cuerpo o una razón tonta y necia que nos llevan a hacer cosas estúpidas. Si ya tenían mi cuerpo, ¿por qué no esclavizaron mi razón? ¿Por qué entregué lo único que más o menos me pertenecía? Pero ya es tarde, dejé de ser de mí y del amo ese día en que apareciste.
¿Por qué conociste la libertad y sembraste esa rosa espinosa en mi ser? En mi mente, un lugar desierto que no conocía más que un nombre y un quehacer: obedecer. La libertad busca libertad, inventa libertad, sueña libertad. Pero yo nunca seré libre, mis pensamientos no son míos, un momento en mí hablas tú, en otro el amo, no sé siquiera qué pienso yo. Esa visible línea a lo lejos decía de dónde soy y de dónde no, mi mente nunca viajó más allá- Pensé que era como un árbol que nace y muere en el mismo sitio, pero llegaste tú con agua de vida y mis raíces crecieron y crecieron, pero el árbol nunca supo adónde llegaron sus raíces.
El amor ha sembrado algo en mí: miedo y ganas de huir. Antes, todo era obedecer y la orden lograba mantener lejos el dolor y la preocupación, eso era todo. Usar mis ojos y mis brazos sin pensar para que las rocas se vencieran, separar las piedras del carbón y llevar cada cosa a su lugar. Mi vida era obedecer y seguir viviendo, seguir viviendo para obedecer. Le dejaba eso de pensar al amo. Era un mundo simple y tú llegaste a complicarlo todo. Te odio y te amo con la misma intensidad, tiemblo por las emociones que crecen como las raíces de los árboles que rompen hasta la piedra más dura para seguir su camino.
Hoy reconozco que te odio. En verdad te odio. Nunca había odiado tanto a nadie. Porque nunca nadie me había hecho algo para realmente odiarle. Jamás habían sido tan crueles conmigo. Mostrar un tesoro a alguien que nunca tuvo nada y que no sabía que existía, sólo para que sepa que no nació para tenerlo y observe cómo se va ese increíble brillo. Hasta el hecho de morir lo complicaste. No sé qué pasará conmigo si fallo. ¿Te creo a ti o a mi familia?
Ojalá no hubiera tenido ojos, ni oídos, ni razón por los cuales entrara tu encanto. Ojalá hubiera muerto antes, para no arrepentirme de vivir ahora… Pero ya es tarde. Aquí estamos, con la condena de estar lejos, en constante lucha por encontrarnos.
Te odio, aunque sabes bien que te amo. A veces pareciera que son dos sentimientos opuestos, pero no creo que sea así. No se puede odiar a alguien que no te importa. Debió hacer algo para que se presente en tus pensamientos y en tu corazón. Creo que el amor necesita de odios repentinos. Como cuando estábamos cerca. Te odiaba varias veces al día, pues aunque desatabas mi pasión, también tenías la llave para sacar mis furias más fuertes. El amor es un juego de coraje y cariño donde el cariño gana al final del día, y eso pasa. Hoy antes de cerrar los ojos, mi destino es amarte de nuevo y nada puedo hacer.
Ya quiero llorar de nuevo. También te odio por eso. Pero antes de dejarme seducir de nuevo por ese mal sentimiento, debo decirte una última cosa: mientras sus labios reclamaban lo que es tuyo, dijo algo que me llevó a un momento y lugar que me platicaste. Creo que ahora sé dónde estás o por lo menos cómo encontrarte, lo que desconozco es dónde estoy yo.
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Hoy vino a mi mente una plática que tuvimos hace tiempo. La recuerdo, pues no sé qué más hacer en este día. Te contaré, aunque lo más seguro es que también tú la recuerdes.
—¿Qué se siente ser libre? —te pregunté.
—Ser libre —dijiste —no se piensa, se es. Una persona libre sólo se sabe y se siente libre cuando tiene una limitación y repiensa en la libertad que tenía y que ha perdido por el impedimento o algo amenaza con limitarle, como ir a la cárcel; antes de eso ni siquiera repara en ese concepto. Es algo tan vano, tan natural que se da por hecho.