Tiempo de Gorgonas

Capítulo 10. Ante las llamas.

El transcurso a la salida del instituto fue tortuoso, cada objeto en el camino desenfocado, su respiración caliente y el sudor frío que le corría por las patillas. Avanzó a pasos pesados, salió por la puerta principal y lo asustó un gato que brincó desde un muro dando maullidos exagerados. Continuó su trayecto hasta que alguien lo atrapó de su muñeca derecha, el aroma a moho y tierra lo alcanzó, su vista ubicó a una anciana bajita con el pelo ensortijado.

—¡Cuando lo hagas, lo que siempre has escondido saldrá a flote! —Dylon se sintió mareado ante los ojos saltones como los de un sapo. Logró detallar, una anciana cubierta de ropa harapientas y remendada, una méndiga al parecer.

—Señora, suélteme. —Tiró, pero la tipa tenía suficiente fuerza como para mantenerlo.

—¡Ya lo verás! —la voz elevada le destempló las muelas—, cuando lo hagas, mostrarás quién eres, todo eso que has retenido se verá, ¡será maravilloso!

Dylon contuvo el aire, aquellas pupilas grandes y los ojos perdidos como si viera cosa que otros no, lo acojonó. Esas cejas canosas arqueadas con premura caótica y sus labios delgados torcidos a causa de los espasmos musculares. Aquella persona estaba de manicomio, no tuvo dudas.

Lo soltó rauda y se dio la vuelta, agarró al gato amarilloso del pellejo en la nuca para cargarlo e irse silbando una melodía extraña. Dylon se sostuvo el pecho, ignoró las palabras y el encuentro, aunque, la vista saltona de color verde oscuro le revolvía las tripas. Ah, no debía de ser nada, solo la víctima del día. No se permitió pensar más, pensar le cimbró las sienes.

El maletín cayó encima de la cama, el cierre medio abierto dejó salir la agenda de pasta negra, mientras él se sentó en la silla de rodachinas que había instalado. Se quejó, apoyando el respaldo de su mano su frente, apretó los dientes para aguantar.

¡El papito en su cabeza iba a ser su tumba!

El malestar que sentía en sus sienes era como si hubiese un corazón metido en cada lado de su cabeza. Exhaló ruidoso, el aire caliente emanó de su boca, queriendo disminuir su temperatura sin saberlo. Hacía mucho tiempo que Dylon no se sentía incómodo, con ese tipo de malestar, él no era el tipo de persona que se enfermaba frecuentemente, ni siquiera sabía si estaba enfermo de verdad…

Lo que sentía no se comparaba a sensación parecida, en realidad, él no estaba seguro.

De repente, se preguntó cómo había llegado a la casa de su abuela, recordó hasta la invitación de Ruv, luego todo estuvo pañoso. Huston fue quien lo llevó a casa, sí, fue. Le parecía que Daniele regresó con ellos.

Se levantó de la cama y empezó a desnudarse, cuando se quitó la camiseta se dio cuenta estaba empapada de sudor. Espiró pesado y terminó de quitarse la ropa, fue directamente hacia la ducha privada, abrió la llave y se puso debajo de la regadera, el agua fría envió una sensación eléctrica y desagradable por su piel, pero su temperatura sí descendió, eso fue un verdadero alivio.

Su cabeza no dejaba de sentirse brumosa, sus vistas se encontraban particularmente cansadas.

En un momento acabó de ducharse, sin secarse se tendió en la cama como si estuviese muerto, si bien, como una oruga en un polvero se enroscó en la manta para dormirse. Lo siguiente no fue particularmente grato, no podía recordarlo bien, pero sentía una constricción se le cerraba en la garganta con mucha fuerza, le costaba pasar el aire y por más que patalease no podía hacer nada para liberarse.

En algún momento sintió despertarse, pero cuando fue a caminar no pudo hacerlo, todo lo que logró fue separar sus párpados y observar un par de ojos amarillos frente de él, las pupilas lineales tan delgadas como un trazo de una micropunta estaban particularmente enfocadas en él.

Serpiente.

No era la misma serpiente que él había visto durante su sueño, era otra, de escamas negras que parecían diamantes en bruto. La bífida lengua salía y le tocaba la piel, quiso huir, no pudo hacerlo, porque había situaciones en la que no puedes escapar por más que lo anheles.

La serpiente tembló y transmutó, las escamas fueron reemplazadas por piel y se aterró cuando el cambio acabó. No era un desconocido, en realidad, se veía a sí mismo, era como un reflejo, más bien, como una fotocopia, pero era anómala, de entre su cabellera emergían serpientes que siseaban y bufaban, mordían el aire. Por otro lado, su copia tenía colmillos prominentes a la par que en sus pómulos y patillas había unas pequeñas escamas negruzcas.

El espacio oscuro donde flotaban se alteró cuando la mandíbula se desencajó y se precipitó hacia él, iba a engullirlo.

Gritar.

Fue todo cuanto quiso, pero desde su garganta no emergía sonido alguno, su cuerpo paralizado por completo mientras sus ojos se movían de lado a lado, de sopetón, el temor a ser comido activó una chispa en su vientre que dio paso a un incendio ardiente y devastador. Sus párpados se retrajeron exagerados y sus iris brillaron en verde escarlata, los ojos de su alter ego reflejaron el color y se detuvo de golpe.

Un leve crujido llenó el vacío. Dylon se encogió, pues el cuerpo ajeno comenzó a tomar un color dorado, la carne se fue convirtiendo en algún tipo de metal y cuando el otro quiso agarrarlo, hasta el brazo se le endureció dolorosamente. Las garras venenosas en la mano ajena no lo tocaron, la mandíbula quedó desencajada.



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Editado: 06.12.2024

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