Tiempos de Gloria

I: Un Pequeño Regalo

20 de julio.

14:00 pm

La reciente noticia mantenía a toda la ciudad en espera de lo que el departamento de policía pudiera encontrar tanto en el lugar de los hechos como en los allegados de la víctima y el perfil del afectado. Algunos pensaban que la adicción de Henry había sido la causa de su muerte, pero quienes lo conocían bien sabían que aquello ocultaba algo oscuro, que la muerte de su compañero debía tener un significado siniestro.

Por ello, en la estación de policía el Jefe Hunter había decidido organizar una conferencia privada de emergencia entre sus mejores oficiales con la excusa de formular ideas y tratar de encontrar una explicación sencilla que brindar a los medios de comunicación y a la comunidad en general para evitar el pánico grupal sobre lo que estaba pasando. El Jefe creía firmemente que Henry no se había suicidado y no había muerto por su propia mano.

Aún con eso en la comisaría había personas que mantenían una postura indiferente respecto a los acontecimientos recientes y buscaban ver el lado lógico del asunto, sin pretender hallarle las tres patas al gato.

Chester Jones bebía de la taza blanca de café que su esposa le había regalado por su cumpleaños 43. “Yo soy el número uno” rezaba la leyenda del producto, y a Chester le había parecido muy cómico, sobre todo cuando su trabajo consistía en conducir un muy maltratado automóvil estándar del cuerpo policíaco por los alrededores de la ciudad y anunciar por un viejo radio cuántas parejas sexualmente activas mantenían encuentros nocturnos durante su jornada laboral.

A excepción de ese día, por supuesto, porque el Jefe Hunter había considerado necesario hacer una clase de debate informal sobre la muerte de un tal Henry Rocher y sus repercusiones en la sociedad.

Chester llevaba dos horas y medio jarrón de café escuchando las investigaciones del equipo asignado, las suposiciones del Jefe y los testimonios audiovisuales de la familia Rocher y de cualquier imbécil con una cámara que tuviera la imaginación y las pelotas suficientes como para enviar testimonios falsos a la estación de policía.

Era más que obvio afirmar que para Chester la vida de un adolescente multimillonario precoz con problemas en el consumo de sustancias ilegales le importaba más bien poco; pero tanto su adorada esposa como su billetera le obligaban a mantener el trasero en aquella incómoda silla de plástico y juguetear con la crema de su café en un intento inútil por no morir de aburrimiento.

-El lugar donde fue hallado Henry no presenta alteraciones. No hay rastros de que una tercera persona se encontrara con él durante su muerte y tampoco parece haber nadie siguiendo sus pasos desde que salió de la Universidad. Las cámaras de tránsito están en blanco, no hay pistas- comentaba el Jefe Hunter, sosteniendo un pequeño láser con el que señalaba las diapositivas que se iban proyectando en una pared de la estancia.

Chester podría jurar que al menos veinte de los treinta y seis oficiales que se encontraban allí habían bostezado mínimo una vez desde que habían sido reunidos en aquella sala. Él no los culpaba, aquel aparente "crimen sin precedentes" era de hecho una muerte por sobredosis y eso estaba más que claro. Para él, aquella conferencia era innecesaria y una completa perdida de tiempo. Creía que tal vez Lord y Lady Rocher habían pagado alguna jugosa suma de dinero para que la policía creara un reporte falso sobre la muerte de su hijo y limpiaran su reputación de "alcohólico y drogadicto", pero eso también estaba más claro que el agua.

Aún con eso en mente escuchaba atentamente (aunque no lo pareciera) la explicación del Jefe.

-Tenemos el reporte forense sobre el estado fisiológico de Rocher, así como de su sistema nervioso y los análisis de sangre- dijo el Jefe antes de ceder su lugar a Elías Othon, un reconocido médico forense que estaba a cargo de la autopsia del cuerpo de Henry.

El forense, de cabello chino y negro e intensos ojos oscuros, se levantó de su asiento y camino al frente de la habitación.

-Bueno, según el reporte del médico legista, el cuerpo se encontró tirado afuera del Wenscon City, parece que se desmayó apenas salió del recinto. La temperatura corporal y el estado de la piel dictaminan que sufrió un coma etílico por el consumo desmenzurado de alcohol en un periodo corto de tiempo- explicó el forense.- El entomólogo reportó que la fauna calavérica estaba conformada principalmente de moscas de las familias Sarcophagidae, Calliphoridae y Muscidae con sus respectivas larvas, por lo que el cuerpo no llevaba más de una semana muerto. El examen traumatológico no arroja resultados, por lo que el cuerpo no fue víctima de lesiones físicas de ningún tipo. Las muestras de la vestimenta y los residuos biológicos debajo de las uñas y en el rostro son sólo rastros de tierra y hojas secas. En ese aspecto, no hay ninguna pista que indique un posible asesinato- informa Elías.

-¿Y los análisis internos?- preguntó el Jefe, un poco ansioso por la respuesta del forense.

- El hisopado del cuerpo no arroja resultados de fluidos genéticos de otra persona ni la posesión de algún tipo de arma. Aunque hay algo extraño en su cuerpo.- Chester alzó la mirada de su taza de café medio vacía y la dirigió al médico.- Durante la autopsia del tiempo craneal y el análisis del cerebro se registró la presencia de cianuro. Debido a este hallazgo se realizaron algunos análisis de gases en la sangre, mismos que arrojaron resultados de una hipoxia citotóxica aguda, lo que indica que el paciente había sido envenenado frecuentemente con cianuro. Aún se están realizando los análisis del tiempo toracoabdominal y el pool víseral. Aunque los resultados actuales son un tanto perturbadores.

El Jefe Hunter lo miró fríamente.- ¿Por qué no empezó por ahí, Othon?

-Usted pidió el reporte forense, Jefe- respondió sencillamente.



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En el texto hay: crimen, romance, venganza

Editado: 16.11.2020

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