Tiempos modernos

Capítulo II

Josefina Costa Brava de la Fuente Fernández

(Josey)

Maya se miraba desarreglada, llevaba el cabello suelto y el traje sastre del trabajo con la camisa algo arrugada. No era un misterio donde había estado, siempre estaba en ese lugar los viernes terminando el trabajo, era casi como un ritual de fin de semana.

            —¿No vas a preguntar que estaba haciendo ahí? —preguntó girándose para verme.

            Le sonreí.

            —No soy Cece, yo no te voy a dar una platica del como debes considerar tus acciones. Créeme que a mí lo único que me importa es que hayas usado condón.

            Hablar con Maya era fácil, y cuando me refiero fácil es que enserio muy fácil. Ella no creía en deber que ser prejuiciosa, no era de las mujeres que se mantenían con una vida sexual discreta con nosotras y siempre era buena para dar consejos cuando se trataba de trabajo. Ella era como la mayoría a nuestra edad, una becaria mal pagada explotada por una gran corporación internacional; vestía siempre con pantalones de vestir y mas de una vez a la semana se ponía una camisa de hombre siempre estilizándola para verse impecable. Cabello perfectamente recogido en un moño en su nuca y combinada en siempre colores beige.

            Nada de manchas, nada de baby hairs revoltosos.

            Todo siempre tenía que estar en perfecto acomodo.

            —¿A qué debo este trato tan servicial? —preguntó Maya—, Me recoges para llevarme a casa y no me pides pagar la gasolina, ¿Eres de los que piensa que te voy a hacer una mamada a cambio?

            Me comencé a reír de su chiste tan fuerte que por poco no veía un semáforo rojo en la esquina.

            Era incontables las veces que un estúpido se había decidido en darnos un aventón por algo de “diversión en el asiento trasero”, hubo un día en que las cuatro nos habíamos tenido que bajar del maldito taxi porque su sueño siempre había sido estar con cuatro diosas en la misma cama tratándolo como se merecía.

            Y le dimos lo que se merecía.

            Maya estaba tan drogada que no solo terminó aventándole un tacón abriéndole la nuca, utilizó el otro para romper el para brizas antes de hacharnos a correr por siete cuadras antes de entrar al departamento de Taylor.

            —No…— suspiré—, el creer que el sexo paga los viajes de auto se lo dejé a los taxistas en manhattan, lo mío es el intentar besarte y una palmada en el culo; claro, porque es la primera cita.

            Maya se rio hasta mostrar los dientes y abrazar su estómago.

            —De mi querido espanta viejas Nate, no vas a estar hablando— dijo recordando así al patán número uno del mes de abril.

            Era como un calendario, siempre elegíamos alhombre más memorable del que hubiéramos salido cualquiera de las cuatro y automáticamente se volvía “el chico del mes”. Estar ahí era un reto, tenías que ser el hombre más hijo de puta que nuestros ojos hayan presenciado en ese mes, la lista era larga y tenía patanes desde “quise que hiciéramos un trio con su hermana” (ex novio de Cece) o un “quería que siempre tuviera la vagina rasurada, a nadie le gusta comer una dona con pelos” (exnovio mío que estaba tan cubierto de bello corporal que parecía que iba a hibernar).

            —¿A dónde vamos? —preguntó al ver que me estacionaba delante de “Gabriela´s cake”, la panadería favorita de todas por mucho.

            —Cece rompió con Dante y quiere vernos en su departamento esta noche— expliqué abriendo la puerta para que ella pudiera pasar—, primero vendremos por el postre y luego pasamos por Taylor al teatro. Ya está pagado, solo entramos y salimos.

            —Así que nos quedaremos a dormir ¿O no?

            —Si, pero como mañana no tienes que ir a la oficina no te tienes que preocupar de que te vean dos días seguidos con la misma ropa.

            —Touché.

            Ambas nos acercamos a la barra de la pastelería hasta que nos atendió un muchacho muy atractivo. Siempre estaba en el mostrador, su cabello era rubio y lo tenía peinado hacia atrás.

            —Buenas tardes, bienvenidas— dijo regalándonos la sonrisa más coqueta de todas—, ¿Gustan que les tome su orden?

            No podía dejar de mirarlo, siempre se me había hecho un hombre atractivo y con la cara de alguien a quien es inevitable admirar por su belleza.

            Un metro ochenta, rubio, un brazo cubierto de tatuajes que solo servía para incitarte a conocer más al fondo de la manga color negro. Ojos negros y con una sonrisa naturalmente coqueta que te hacía mojar las bragas al instante.

            Estoy consciente de que estaba romantizando mucho al tipo, pero mi falta de sexo estaba al borde y si el me hubiera propuesto ir al baño, yo con gusto le daría lo que pidiera.

            —¿Estás bien?

            —Josey— me golpeó el hombro, Maya—, ¿Lista para ordenar?

            Mierda.

            —Claro, perdón, me perdí un segundo— saqué mi teléfono para recordar la orden que había apartado—, es la orden para Josefina, son solo 8 cupcakes de chocolate oscuro con chispas de chocolate blanco y un café latte frío sin azúcar.

            Estaba revisando la lista de órdenes, sus bíceps estaban ligeramente flexionados y mi vagina estaba al, borde de correr tras él.

            Maya me dio otro codazo para evitarme la vergüenza y yo me obligué a simular que estaba atenta a la máquina de expreso.

            —Perdón por la molestia, pero necesito ver tu identificación para corroborar el nombre.

            Carajo.

            —Pero claro que la necesitan— dije entregando la tarjeta.

            —Wow.

            —Sí lo sé, mi nombre es bastante peculiar.

—¿Qué? — regresó la vista a mí con esa fantástica sonrisa de oreja a oreja—. Perdón, yo no me hablaba del nombre hablaba de la foto.




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