Carlos caminaba por el parque una mañana fría de julio. A pesar de que eran las 11hs, aún se veía niebla sobre el río que atravesaba el parque. El sol brillaba entre las nubes y había bastante gente paseando con niños o perros. Se acercó al río y se sentó en un banco que daba a la ribera. Le gustaba sentarse y observar el agua que corría rápida y transparente. No recordaba haber estado en esa parte del parque antes y notó que en esa zona del río había un tronco grande que lo atravesaba de lado a lado a modo de puente. Los peces de diversos colores, saltaban por encima de él. Pensó si sería seguro cruzarlo. Observó del otro lado y vio que la arboleda era tupida pero había un camino que se abría entre los árboles. No se podía distinguir a dónde conducía, cosa que despertó la curiosidad de Carlos.
En ese momento se percató que varias personas se disponían a cruzarlo, cuando algo extraño sucedió. En el instante que una de las mujeres que quería cruzar puso un pie sobre aquél tronco, las aguas del río se detuvieron automáticamente, dejando perplejos a los presentes. El tronco quedó seco, sin nada de agua debajo y los peces quedaron como suspendidos en el agua que permaneció inmóvil hasta que el último de los transeúntes terminó de cruzar. Parecía una escena sacada de una película fantástica.
La cabeza de Carlos giraba a mil y se preguntó si sería una especie de experimento para controlar el agua, si habría sensores a la entrada y salida del tronco, que levantaran una especie de barrera transparente, no se podía imaginar cómo lo harían. Intrigado quiso saber más. Se levantó y caminó hasta el tronco para investigar de cerca, pero otro sueño comenzó en su lugar…